Opinión Nacional

La Batalla de Caracas (II)

Voy a repetir textualmente los primeros párrafos del artículo anterior
, me parecen una letanía necesaria- para luego proseguir mis
reflexiones sobre el destino de la ciudad de Caracas en las elecciones
de Noviembre de 2008. Hay muchos otros temas que deberían debatirse de
cara a una gestión municipal, pero me he centrado en el que día a día
acentúa mi angustia: el derecho a la vida, consagrado como el primero
en la Declaración Universal de los Derechos Humanos aunque ya había
sido formulado hace miles de años en los Diez Mandamientos mediante el
precepto ‘no matarás’.

Quiero reconocer públicamente que las nociones de teoría del juego que
aquí apenas son esbozadas surgieron durante un almuerzo con el
profesor Carlos Delgado Flores en la UCAB.

1.- No podemos perder Caracas. Lo que nos jugamos en Noviembre del
2008 cuando se elijan los Alcaldes de los diferentes municipios de
nuestra capital y el Alcalde Mayor no son sólo los servicios de salud,
transporte, de recolección de basura, de alumbrado, los parques o el
catastro: nos estamos jugando la vida y la democracia. El gobierno
entiende lúcidamente que los resultados en la Alcaldía de Libertador y
en la Metropolitana pueden decidir el rumbo político del país los
próximos años. Por eso ven la elección como una batalla para
sobrevivir políticamente: pero para nosotros la Batalla de Caracas es
por la vida y la libertad.

2.- Vastos sectores de Caracas de facto viven un estado de sitio
decretado por la delincuencia. Cada noche los ciudadanos tienen que
correr a sus casas antes del toque de queda, antes que se desaten los
demonios de la violencia: corren para que no los maten por un par de
zapatos, por un celular, por una moto, por un taxi o por los pasajes y
el sencillo en un jeep. Cada fin de semana hasta un centenar de
ciudadanos pueden ser asesinados: y menos del 6% de esos casos son
resueltos policialmente, los culpables no son capturados, juzgados ni
encarcelados. 30 policías han sido asesinados en lo que va de año. Los
malandros los matan y les colocan las placas en el pecho como un
trofeo sangriento. Es su manera de graduarse de capos.

3.- En Venezuela ocurren 14.000 muertes violentas al año, mucho más
que en la guerra de Irak. Michael Moore estaba aterrorizado porque en
Estados Unidos había 11.000 muertes violentas al año. La diferencia es
que ellos son 300 millones y nosotros apenas 27. Este es un tema que
debe trascender los estrechos límites de los partidos, la comprensible
pero terca obstinación de las precandidaturas y la cada vez más
endeble división oposición-gobierno. Los ciudadanos, antes que los
líderes políticos, lo han entendido muy bien, porque a nadie le piden
un carnet antes de atracarlo o dispararle. Los ciudadanos lo ven con
nítido terror porque se trata de sus vidas y las de sus seres
queridos. En torno a ese derecho a la vida debemos unirnos y librar la
Batalla de Caracas.

4.- Este tema es tan grave, que de entrada reclama un acuerdo de todos
los candidatos a las alcaldías del área metropolitana y a la Alcaldía
Mayor, para que trabajando coordinados con los organismos del
Ejecutivo Nacional, del Ministerio del Interior y Justicia,
implementemos una política sostenida y profunda para frenar la
violencia. Por eso es que este tema trasciende los dogmas extremistas
que pretenden seguir dividiendo a los venezolanos en seguidores del
proceso versus opositores. Debería ser un acuerdo que incluya a los
alcaldes de la oposición y el gobierno, pero no seamos ingenuos: el
miedo es libre, como dijo Antonio Ríos, y ellos no van a correr el
riesgo de enojar al Presidente. De manera que no nos queda otro
remedio que hablarle a la oposición, aunque eso tampoco es garantía
porque en cada uno de ellos ¬y tal vez de nosotros- hay un pequeño
comandante y un carmonita que sólo esperan su 4 de Febrero o su 11 de
Abril para desplegarse.

5.- Hasta ahora, los precandidatos de la oposición en Caracas se han
enfrascado en una batalla campal en la que todos se abrogan una
representación que es difusa porque aún no se han aclarado las
preferencias de los electores. Eso es comprensible: hace muy poco se
lanzaron las candidaturas del gobierno y otros aspirantes de la
oposición recién están iniciando sus campañas. El denominador común
que hemos detectado es que un porcentaje alto de los votantes ni
siquiera distinguen los candidatos de Petare, Baruta, Libertador y
Metropolitana. Otro dato interesante es que las encuestadoras más
serias como Datanálisis y Consultores 21 apenas están haciendo trabajo
de campo y las tabulaciones de las encuestas no se tendrán hasta
dentro de unos diez días. Todo lo anterior puede ser un indicio de que
el pueblo sigue en stand-by.

6.- Pensamos que en el caso de la oposición venezolana las primarias
son costosas y riesgosas: aunque son profundamente democráticas son el
peor escenario para dilucidar nuestras candidaturas. Dado el entorno
de persecuciones, inhabilitaciones y chantajes que vienen desde el
gobierno, son preferibles el acuerdo y la concertación, como señalaba
Teodoro Petkoff antes de las elecciones presidenciales del 2006. El 23
de Enero de este año los partidos de la oposición suscribieron un
acuerdo de unidad sobre cuyo texto todos los aspirantes juraron
lealtad. Y no se trata de que no vayan a cumplir el acuerdo, como
denuncian algunos periodistas y analistas desesperados: lo van a
cumplir porque no les queda otro remedio. La polarización sigue siendo
tan fuerte que apenas se vislumbre cuál candidato arranca con buena
ventaja, hacia él o ella se va a dirigir la economía del voto típica
de estas situaciones: quien no se retire para apoyar a quien lleva
ventaja se suicida políticamente, como Alfaro e Irene.

7.- Creo que el ruido actual se genera porque no hubo claridad acerca
de los métodos de selección (que no de elección) para los candidatos
de la oposición. En ese sentido el PSUV fue claro y sencillo:
primarias (limpias o no) y en caso de duda el dedo presidencial.

Nosotros le dejamos el acuerdo a las encuestas y a la concertación
entre los precandidatos y los partidos, lo cual fue entregar un cheque
en blanco que todos quieren cobrar falsificando la firma del pueblo,
quien es al final el que tiene los fondos, es decir, los votos. Pero
los electores son quisquillosos como ciertos bancos: revisan las
firmas, llaman al emisor y toman la decisión cuando están seguros de
que el aspirante al crédito popular reúne ciertas condiciones
exigidas. Obviamente, una de las condiciones es que sea capaz de
derrotar al candidato del gobierno, capacidad que pocos tienen y
cuando la tienen son inhabilitados. Pero dado que de este lado hay un
semillero de líderes emergentes, no nos faltará un Kid Rodríguez para
salvar el juego, para salvar Caracas.

8.- Pero el potencial para enfrentar con posibilidades de éxito al
candidato del gobierno no basta. Es una condición necesaria pero no
suficiente. Incluso si tiene la mira corta y sólo aspira derrotar al
candidato del gobierno, el candidato(a) de la oposición requiere un
discurso, una propuesta, que trascienda el mecanismo a partir del cual
surge su candidatura, es decir, el acuerdo entre los factores
representativos de la oposición. Tal candidato tiene que hablarle a
Caracas, convencer a los ciudadanos para que pongan el destino
político de la ciudad en sus manos. Ser un paladín de la oposición no
es suficiente porque los votos de la oposición no bastan para
triunfar: la experiencia nos sugiere que las elecciones se ganan
convenciendo al centro, a quienes están indecisos entre los extremos
gobierno versus oposición: esos suelen ser votos conscientes que
reclaman una propuesta que los convenza, una política para la ciudad,
porque antes que militantes ellos y ellas se sienten ciudadanos. Y
cuando se le habla a esa multitud agobiada por la violencia,
desaparecen las fronteras oposición-gobierno. Aunque persista la
tentación de simplificar mediante categorías tipo clisés ese océano de
puntos de vista, intereses, aspiraciones, problemas, esperanzas y
decepciones que configuran la sociedad caraqueña (en filosofía ese
intento vano se llama nostalgia metafísica), inevitablemente el
candidato le habla a una multitud diversa y no a un compacto
ideológico o partidista.

9.- No hay reglas claras sobre la selección de los candidatos de la
oposición: ‘encuestas y acuerdos’. Tal vez sin querer (se llama
sobreestimación u ‘overwelming’) le vendimos a la gente la idea de que
todas las encuestas aceptadas iban a ser serias como las que
usualmente hacen Consultores 21 y Datanálisis, y que los acuerdos iban
a ser como los de los superdelegados del Partido Demócrata en USA en
torno a Hilary y Obama. Pero apenas se dio la largada en la carrera,
comenzaron a aparecer las encuestas chimbas, los falsos títulos de
propiedad de una serie de aspirantes reclamando derechos sobre lo que
sueñan como un botín: los votos. Repito la frase de Jefferson: si
fuéramos ángeles no necesitaríamos gobiernos. Que el poder tiente a
los aspirantes a hacer guerras de encuestas chimbas es humano y
comprensible: lo estúpido fue auto engañarnos por enésima vez y no
prever ¬el 23 de Enero de 2008- que las iban a hacer. Es que si las
pueden hacer las van a hacer. Tal vez todos los firmantes del acuerdo
lo sabían pero no quisieron aparecer en público como pájaros de mal
agüero: creían que lo políticamente correcto era decir ‘somos gente
seria, decente, de palabra, democráticos, y no vamos a defraudar el
apoyo popular del 2 de Diciembre de 2007’. Tal vez dos o tres
secretamente ya acariciaban la posibilidad de ser candidatos mediante
una guerra de encuestas chimbas que les ahorrara el arduo trabajo de
subir cerro y patear barrios. Aunque haya habido 97 hombres justos en
el acuerdo del 23 de Enero, tres manzanas podridas bastaron para dañar
todo el huacal y generar el ruido actual.

10.- Nos queda un segundo camino: los acuerdos. ¿Y será que vamos a
negociar como los superdelegados en torno a Hilary y Obama? Pero
chico, despierta y reacciona: claro que no, vamos a buscar acuerdos a
la venezolana: mediante macollas. En la macolla determinados
dirigentes de partidos, grupos, ONG’s, se adjudican el poder de ser
príncipes electores, y se sienten como los agentes que negocian las
fichas de los futbolistas y los peloteros. Por un puñado de dólares,
un mal agente puede hacer que un superastro como Johan Santana termine
en los Mets en vez de los Yankees, y ya estamos viendo el resultado. A
veces al candidato es agente libre, y eso es peor, porque tiene que
negociar su venta él mismo una vez que se da cuenta que no acumula
intención de voto suficiente: y eso es feo, da pena verlos rematándose
a ellos mismos, pegando brincos como esos brokers que intentan
‘quemar’ acciones en caída libre en Wall Street. Por eso esperar los
resultados de las encuestas serias dentro de unos 15 días no es
suficiente: será inevitable el salto de talanquera y la estampida,
pero eso se va a ver muy desagradable sobre todo porque podemos jugar
mejor, podemos jugar fútbol bonito, como Brasil, como España, como lo
está haciendo últimamente la vinotinto. Entiendo que los candidatos
llevan meses contrapunteando en las macollas y en los medios, no
debatiendo en torno a problemas como el de la violencia sino
mandándose mensajes unos a otros: ‘Como me vas a ofender, coplero
recién vestío’ ‘yo soy el gallo que canta / en invierno y en estíos’
‘Tú eres un pollo malcriado / muy flacuchento y malucos’ ‘Yo soy un
gallo jabao / y tú eres un patarucos’ Todos les recomiendan a los
demás que se rindan ante su inocultable superioridad. Es una guerra de
egos mayoritariamente masculinos (falocracia) pero que no lleva al
justo combate de ideas porque cuando los invitan a un debate en
público con algún otro aspirante, dicen en privado: ‘Yo no discuto con
pendejos.’ Una segunda actitud consiste en tratar de macollar el apoyo
de un grupo de partidos ¡Urgente, de vida o muerte, ya! para que los
coronen como los candidatos de la unidad antes de que salgan a la luz
pública los fatídicos números de las encuestas serias. Mijo: ¿y de qué
te va a servir la macolla anterior y la coronita de lentejuelas reina
de carnaval de pueblo si aparecen unos números serios que no te
favorecen porque eras de mentiritas? ¿Qué van a hacer los partidos y
tú cuando todos los gremios, grupos y organizaciones empiecen a migrar
hacia el presunto ganador para sobrevivir, convencidos de que pescuezo
no retoña? ¿Cómo te vas a salir de ese paquete? ¿Qué van a hacer
cuando la gente comience a percibir que el nombre ‘Y’ es el que tiene
más chance? ¿O es que tú crees que en una polarización como la actual
una macolla que contradiga esa percepción, esa matriz de opinión, va a
ser vinculante?

11.- No me importan sus egos inflamados: no les pido que tengan el
valor y la grandeza de una mujer (Hilary) que se enfrentó a 15
aspirantes y que resistió meses de debate con un fenómeno de carisma y
populismo de las dimensiones de Obama. Ya antes propuse en otros
artículos que pensáramos en un caucus para la oposición y casi rueda
mi guariqueña testa. Tampoco les pido que sean demócratas convencidos:
les pido que piensen en su pellejo político. Acordar una agenda de
temas comunes a favor de la ciudad (la violencia, los servicios, el
transporte, la transparencia en la gestión y un largo etcétera que
incluimos en el genérico La Batalla de Caracas) no impide el macolleo
al cual tantos ilusos apuestan y tampoco va a cambiar la realidad de
que cuando aparezcan las encuestas serias arrancará la estampida y
quienes se sienten honestamente seguros van a ver confirmadas sus
intuiciones y a cobrar (van cobrar de todas todas), pero tiene tres
ventajas: a) al comprometerse con un acuerdo de ese tipo, los
perdedores tienen la salida elegante de decir ‘retiro mi candidatura
no a favor del falo de ‘X’, que obviamente es más grande que el mío,
sino que sacrifico mi chogüí porque es que yo quiero tanto a mi
Caracas’ b) Es lo que el pueblo espera, y abre posibilidades en ese
espectro que antes hemos llamado el centro. Lo malo para los
aspirantes rufianes es que los comprometería públicamente no con una
condición mesiánica personal indescifrable sino con una política
concreta, que de fallar los haría responder ante el pueblo en las
elecciones siguientes. Y miren que este pueblo ha aprendido, todos
tenemos un PhD en política estudiado in situ y en vivo durante los
últimos 10 años de nuestra vida republicana. c) Es lo correcto y lo
justo, no es una bobería: incluso da votos, porque es una manera de
convencer a la gente de todos los espectros.

12.- El ganador se lo va a llevar todo (the winner takes it all). Pero
los perdedores dentro de la selección de los candidatos de la
oposición tienen que salir de la escena de manera elegante, como en
una ópera bien montada: no pueden salir como los enanitos toreros, que
brincan el burladero cuando la vaquilla los persigue. Todos cuentan,
todos valen, todos son (somos) necesarios. La grandeza de aquel que
sabe que tiene los votos debe ser ayudar a los perdedores a que no
queden mal parados, porque en el futuro necesitaremos sus brazos para
esta misma lucha. No importa que en este momento los minoritarios
estén obcecados, que se quieran pasar de vivos o que los dirija un mal
agente: ustedes los que tienen los votos no esperen de ellos que sean
como Hilary. Sean magnánimos desde ya, y comiencen a pensar en esos
temas que nos agobian a los caraqueños, porque al hacerlo dejarán de
pensar como simples candidatos y comenzarán a hacerlo como estadistas.

Los ciudadanos tienen un PhD en política: a muchos de nuestros
dirigentes y aspirantes los siguen raspando en la misma materia del
primer semestre: Teoría del Juego I. Nuestros aspirantes y dirigentes
(marca viveza criolla) no son capaces de jugar ni siquiera dentro de
una matriz elemental como el dilema del prisionero. Y no se han dado
cuenta de que luego de tantas muertes inútiles, de tantos fracasos, de
tantas esperanzas desechas, el resto de los millones de habitantes de
este país han aprendido a jugar nada menos que con el equilibrio de
Nash. Los economistas y politólogos me comprenderán. Al público lego
le pido disculpas. Ojala este maremágnum me dé el tiempo y el sosiego
para desarrollar esta idea mediante un ensayo a cuatro manos con
Carlos Delgado en la UCAB.

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