Opinión Nacional

La bodega de la esquina

La bodega de la esquina era como los muchachos venezolanos hasta principios de la década de los 60 solíamos llamar a los abastos y/o panaderías que los portugueses y algunos venezolanos muy contados establecían en algunas de las esquinas de la cuadra del barrio para ser avistadas por los transeúntes. De esa tradición surgió el nombre con el que bautizaron un programa de Radio y TV en donde actuaba el comediante Amador Bendayán como el parroquiano y Abel Barrios (el abuelo cantarín) como el bodeguero. Eran muy contadas las familias que tenían un automóvil particular por lo que escasamente veíamos pasar cuando mucho un motocarro de algún repartidor de pan o de leche. En su mayoría la gente se desplazaba en los transportes públicos por lo que debían caminar hasta las paradas de los buses y carros “por puestos” que se parqueaban en las esquinas. De regreso a sus casas la gente se bajaba en la misma parada y se dirigían a la bodega a comprar los comestibles para su casa. En las bodegas le fiaban o vendían a crédito a algunas familias del barrio porque el bodeguero sabía que podía contar con el pago al final de la semana o de la quincena para a su vez responder a sus proveedores.

En aquella época como ahora, la gente vivía al día o alcanzada con su presupuesto; solo que hoy en día no se habla de bodegas sino de Supermercados y Panaderías (por separado) en donde hay que pagar al contado. El sueldo mínimo de hoy al igual que el de ayer, tampoco alcanzaba para cubrir la cesta básica, y eso que, las familias de hoy son menos numerosas y el Estado es multimillonario. Ah, pero la gente de los barrios no tenían neveras, ni toca discos, ni televisión, ni muchas otras cosas que encarecieran el costo de sus vidas. Menos aún soñaban con tener un automóvil propio. Algunos profesionales que trabajaban para la empresa privada abrazaban la esperanza de adquirir un Volkswagen o un Renault que para los años 60 costaba Bs.5.000. Los funcionarios públicos de alto rango eran más austeros y se conformaban con el auto que les asignaba el Ministerio. El sueño venezolano o prioridad del jefe de familia era adquirir una vivienda propia y educar a sus hijos a fin de que mejoraran su nivel de vida. Por lo tanto evitaban contraer compromisos que pusieran en riesgo sus proyectos.

La Venezuela del siglo XXI es ahora una gigantesca empresa, pero sus parroquianos todavía viven como en la primeras décadas del siglo XX. De hecho somos un país cuyos ingresos brutos provienen en un 90% de la renta petrolera, ya que los impuestos que la oficina fiscal del Estado recauda por diferentes conceptos, se van casi todos en pagar los sueldos de sus propios funcionarios. La contraloría no controla a quien debe pero tiene un presupuesto multimillonario precisamente para que no controle al gobierno. Este recurso no renovable es el que sostiene la economía de la nación. Ah, pero el Estado venezolano no se administra como una empresa importante que lleva sus cuentas bien claras; ni siquiera como el bodeguero que anotaba en un cuaderno a quién le fiaba y quién le pagaba al final de la semana. Venezuela es de todos (26 millones de hab), pero a la vez no es de nadie, ya que a muy pocos les preocupa que el gobierno no se administre como la empresa que quiso ser que ahora ande botando la tienda por la ventana sin tomar en cuenta que tarde o temprano se van a agotar las estanterías y no va a hallar ni entre los chulos de las región a un proveedor que quiera reabastecerlas ya que los gobernantes también han hipotecado el futuro del país triplicando la deuda que recibieron hace nueve años.

Cuando el Armagedón toque las puertas de la Venezuela saudita, si es que antes no llega un Mesías a salvarnos, nos va a tocar que ir a llorar al valle o salir a vender las neveras, los TVs, los DVD, y hasta los automóviles a precio de chatarras o dejarlos en prenda para que el bodeguero asegure su transacción. Los bodegueros de la Venezuela saudita responsables del dispendio tendrán que dar cuenta de lo fiado, de lo cobrado, de lo botado y de lo robado. Porque no se justifica que un país rico empuje a su población a vivir como “pobres diablos” y encima al presidente se le ocurre decir que “ser rico es malo”. Si algún olor a azufre hay en el ambiente, es precisamente en el entorno presidencial de la Venezuela derrochadora. Desde 1999 hasta lo que va del 2007 han ingresado al país por concepto de petróleo ($60+ el barril) más de $300 mil millones, lo que les ha permitido al gobierno aumentar más de diez veces el presupuesto público ($64 mil millones 2007). Durante los 40 años (1958-1998) de democracia re pre sen ta ti va el petróleo estuvo entre $10 y $20 máximo el barril, y a pesar de que también hubo corrupción y malversación razón por la cual un presidente “don regalón” fue destituido de su cargo, sin embargo la democracia administró con equidad los primeros 25 años y modernizó al país dejando muchas obras públicas concluidas, especialmente autopistas y carreteras, así como numerosos institutos educativos y hospitales, pero sobretodo muchas viviendas de interés social que hoy son las que conforman los barrios más populosos de las más importantes ciudades del país. Con la apertura en 1983 de las principales estaciones del Metro de Caracas desde el Oeste hasta el Este (Pro-Patria Catia hasta Petare), la democracia dinamizó la vida de los pobladores y les obsequió un transporte cómodo y barato.

Pero este desgobierno que lleva nueve largos años con su plan de emergencia y/o “círculos bolivarianos” y con su salario mínimo que ya no aguanta una inflación más, está condenando a los “soberanos” pobres de la Venezuela saudita a la mendicidad crítica. Por lo visto a su salida habrá que implementar más temprano que tarde la creación de “las bodegas de las esquinas”, pero no sin antes desalojar de esos puntos a los cobradores de peajes que operan impunemente y que en nueve años le han cegado la vida a más de 100 mil compatriotas ante la mirada impávida de los encargados del orden público y del gobierno central. Y, los Asambleistas…? Muy bien; puesto que esos son otros indolentes que para que no trabajen les pagan al año el equivalente a 30 millones de bolívares mensuales por lo que seguramente estos ilegítimos pasarán a convertirse en los bodegueros del futuro. Ah, pero en lo que tengan que rendir cuentas al soberano les van a cobrar hasta el modo de arrastrarse. Al cierre del 2006 el bodegón había adquirido en el exterior productos por el orden de los $32.000 millones de dólares. ¿Podrá el bodegón del Rico Mac Pato conservar full la despensa cuando los precios del barril se vengan a menos o nuestro principal cliente decida comprar a un Supermercado? Pregunto, ya que durante el 2006 la balanza de pagos del bodegón se inclinó un 50% en contra de nuestra economía mientras las reservas de la bodega descendieron en la misma proporción. No obstante las reservas todavía dan para mantenernos seis meses en caso de un drástico revés mientras que el barril de petróleo sigue subiendo en los mercados internacionales. Pues, bien, entonces que siga la fiesta: “Tá barato; dame dos…”.

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