Opinión Nacional

La capacidad de improvisación

“Antes piensa y después habla,
y después de haber hablado,
vuelve a pensar lo que has dicho
y verás si es bueno o es malo.”
Augusto Ferrán

EL VALOR DE LA PREVISIÓN

Es proverbial la capacidad de nuestro pueblo para improvisar. Quizá no tenga par en los países europeos. Para muchos extranjeros, nuestra vida individual y colectiva es un milagro constantemente repetido. Pero lo normal es que la improvisación, por brillante que sea, no llene el hueco de la previsión. Se ha dicho que España tuvo su hombre del 2 de mayo, pero no tuvo nunca el del 3 y el del 4. Y sucede que estos últimos son, por lo menos, tan importantes como el primero.

Una de las funciones de la inteligencia es adelantarse al tiempo, mediante la previsión. La vida entera es realización de proyectos. Y el proyecto es casi sinónimo de prever. La función del ingeniero, como la del abogado, es fundamentalmente previsión. Consiste en prever, ya las reacciones futuras de los materiales y de las fuerzas de la naturaleza, ya las réplicas de la otra parte litigante.

Pero si, en el orden individual, el valor de la previsión es decisivo en lo colectivo es aún mayor. En lo social, la acción sin previsión es, en el mejor de los casos, efímera. Y lo que importa no es la momentánea brillantez, sino la segura continuidad. Por eso se debe tener en cuenta un futuro todo lo lejano posible.

Desde hace mucho tiempo, España ha venido improvisando. Este método dio resultado durante siglos. Pero cuando la ciencia y técnica se hicieron complejas, cuando el Estado se ha complicado, la improvisación se hace imposible. También en política hemos improvisado mucho. Y sobre todo a partir del siglo XVIII. La historia se fue haciendo a saltos, alternando los pocos momentos felices, los escasos momentos de libertad, con las crisis y las largas dictaduras.

El alemán representa el polo opuesto. A orillas del Rhin el niño aprende a preverlo todo. Se acostumbra a consultar el barómetro antes de salir a la calle. Y cuando es adulto, calcula todas las contingencias antes de emprender una labor. Es cierto que su total incapacidad para improvisar le impide reaccionar debidamente ante lo imprevisto. Pero los avances de la ciencia están reduciendo enormemente las cuestiones imprevistas.

Las generaciones que nos siguen deben habituarse a mirar lejos, para ello es preciso capacitarlas para los horizontes distantes. Que sea el mañana quien determine lo que hemos de hacer hoy y no el hoy quien nos vaya situando al filo de la medianoche ante una mañana en el que a todas horas será preciso improvisar. No hay quien dude que esta última actitud es en extremo arriesgada y de que sus consecuencias han solido ser insatisfactorias.

Frente al vacío, el proyecto; frente a la improvisación, la previsión. El día que esto sea así se desvanecerá el peligro que en toda vida significa un serio obstáculo a deshora, o una quiebra profunda en el confiado camino. Y como dijo el poeta: “Levántate si te caes, / y antes de volver a andar / mira dónde te has caído/ y pon allí una señal”.

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