Opinión Nacional

La cobardía: Conducta común en la IV y en la V

Asombrados están algunos ante las ya bien conocidas evidencias, que ahora pareciera son novedad: “… Juan Barreto tenía en nómina de Alcaldía Mayor a 4 mil pistoleros… ejercían como guardaespaldas y miembros de escoltas motorizadas para partidarios de Chávez… el papel que jugaban era de mantener el orden político, ‘labores de inteligencia’ y atacar a la oposición…” (2001 Titular de primera y página 7).

Citando un trabajo publicado en el Nuevo Herald y según declaraciones de quien no quiso ser identificado, el argumento: “… Era cuestión de mantenerlos dentro y así no causan demasiados problemas…”.

Soberbia argumentación del hoy nacional, que en nada; entiéndase, en nada, se distancia –o difiere, desde la perspectiva política, en sus motivos y en sus efectos– de una situación de semejante contenido, ocurrida van a ser ya cuarenta años.

Nada nuevo bajo este sol tropical

En aquel momento, previsto ya desde antes de las elecciones que el partido de gobierno (AD) las perdería en beneficio del mayor partido de oposición (Copei), en el Ministerio de Relaciones Interiores en manos de Reinaldo Leandro Mora, se organiza lo que sería conocido luego como la Oficina de Asuntos Especiales, al frente de la cual se designó al abogado Remberto Uzcátegui Bruzual.

Su labor desde ese inicial momento, dar continuidad a un proceso que ya venía desarrollándose tras bastidores, y que luego sería tomado como bandera política del nuevo gobierno: La política de Pacificación. Ésta, como derivado de lo que era un hecho y estaba suficientemente sustentado sobre el terreno de las realidades: La derrota militar y política de la guerrilla.

Ganadas las elecciones por Copei, con muy contadas excepciones, se aceleraron los contactos con unos y otros jefes de unos y otros frentes guerrilleros y con los cuadros políticos que desde una y otra ciudad formaban parte de los canales para la representación política y para el control y dinámica de la base social de apoyo a la subversión armada. Unos y otros fueron los derrotados en ambos terrenos, quienes a cambio de inmediatas y jugosas donaciones en metálico, salieron del país a radicarse en el extranjero y a vivir de las becas mensuales que, religiosamente, les eran enviadas por esa Oficina de Asuntos Especiales.

Los privilegiados de ayer y de hoy

Otro grupo, ya no de guerrilleros y opositores, sino de naturales cubanos quienes habían sido traídos al país desde el primer período de gobierno después de la caída de Marcos Pérez Jiménez por el para entonces Ministro del Interior (MRI) de Rómulo Betancourt, Carlos Andrés Pérez (CAP).

Nutrido contingente de isleños residentes en Miami y supuestamente entrenados por las tropas especiales norteamericanas; seleccionados, coordinados y dirigidos por el eterno jefe de seguridad de CAP en el exilio –y en gobierno–, Orlando García Vásquez. El mismo sujeto, quien durante la existencia de la Digepol, bajo la égida del MRI, manejó a su antojo, fuera y en oposición a la administración de Erasto Fernández, buena parte del presupuesto oficial de seguridad, de la Partida Secreta, y de las operaciones abiertas o clandestinas, dentro y fuera de Venezuela.

Ese contingente de cubanos también fue el especial beneficiario de un muy elaborado acuerdo del nuevo gobierno de Copei en funciones: A cambio de que ninguna individualidad o grupo interno, ejecutase dentro o fuera de las fronteras de Venezuela ninguna acción abierta o clandestina, política o terrorista, contra los intereses venezolanos y de sus naturales, Remberto Uzcátegui Bruzual, en nombre y bajo instrucciones de Rafael Caldera Rodríguez, les garantizó mantenerles el estatus: sueldos y demás ventajas y prebendas económicas; mantenerles e incrementar sus capacidades en dotaciones de credenciales oficiales, cargos y vehículos oficiales, bases de operaciones dentro y fuera del país, armamentos y equipos bélicos, y todo aquello que fuere pertinente a sus necesidades y con las cuales no se contraviniese el orden interno y estuviese, en cada momento, de acuerdo, la política oficial.

No hay que echar al olvido, entonces, que fue desde una de esas bases, desde donde operó a su libre albedrío Luis Posada Carriles, alias “El Bambi”; desde allí, en la urbanización Las Palmas de Caracas, desde donde se contactó en el exterior a Juan Bosh y a varios de los integrantes de su pandilla, y hasta hacerlos venir al país con todos los gastos pagados con fondos del gobierno: hoteles, vehículos, armas y escoltas incluidos.

Difícil asimilar

Ni ayer ni hoy. Nunca hemos podido entender ese necio afán y entrega total –que más bien entra en el rango de una colonización– del estamento político y militar venezolano por lo que denominan el ser caribeño, especialmente por Cuba, su historia y su población.

Venezuela y los venezolanos, a pesar de los 3.208 kilómetros lineales de costas de mar y de las 34 islas y cayos de las 149 existentes en el Mar Caribe (2.754.000 km2 o 1.063.000 millas cuadradas), antes, durante y después de la colonia, hemos sido, somos y seguiremos siendo, irremediablemente –y por impuestas razones geográficas y geológicas– continentales por excelencia; puesto que el territorio insular de Venezuela (1.270 Km2) no representa más del 0,14% del total del territorio nacional (916.445 Km2; Atlas de Cartografía Nacional 1979). No hemos sido, no somos, ni podemos ser por tanto, isleños.

Y ese “amor” no es siquiera por todo El Caribe, sus islas y sus habitantes; es única y exclusivamente por Cuba y los cubanos: para algunos, Fidel incluido.

Ni ayer, ni hoy; mañana, bien podemos dudarlo

Controlados como han estado los poderes públicos; soterrado en el pasado, abiertamente en el presente, el efecto ha sido siempre el mismo: Jamás durante la vigencia del Pacto de Punto Fijo, representante alguno de partido político, desde cualesquiera hayan sido las posiciones oficiales –o no– de decisión política ejercidas, han exigido a los ejecutores las responsabilidades derivadas de una u otra decisión –lícita o no– desde cualquiera fuese la posición en el Ejecutivo.

Si ayer “La Tribu de David” con su bien coordinado y ejercido control de las decisiones en la jurisdicción penal y administrativa evitó en más de tres décadas la exigencia y la rendición de cuentas; también, es de señalar, que –salvo la abierta o limitada oposición individual de uno u otro ciudadano en particular– en nombre y en beneficio del “Sistema de Conciliación de Élites”, sea desde cualesquiera fueren las expresiones de organización de la sociedad –Colegios, Academias, Universidades o Sociedad Civil– o desde el mismo sistema de agregación de intereses, los partidos políticos –en gobierno o en oposición–, la ausencia de rendición de cuentas ha sido y es la sostenida e invariable constante.

Por tanto, la conducta que distingue: para qué asumir el conflicto que implica riesgos al investigar y llevar a juicio a los delincuentes; para qué agotar empreño que distrae el particular esfuerzo de mejores y más rentables actividades: Conocer cómo lo hicieron, para mejorar la técnica.

Y allí se encuentra el quid del asunto; tanto en el decir como en el hacer y en el dejar de hacer político, jurídico y administrativo: El secreto a voces que se expresa en todas y cada una de las rimbombantes declaraciones del ayer y del hoy. De los recién llegados al poder cuando afirman: Vamos a investigar, perseguir y condenar a los corruptos.

Salvo muy contadas excepciones donde el interés político del momento así lo haya impuesto o lo imponga, no ha habido, no hay, ni habrá jamás investigación, ni juicio, menos aún una condena contra corrupto alguno; y ni siquiera moral la condena, puesto que hasta la tan activa y mencionada Sociedad Civil, ha guardado, y guarda silencio.

En la praxis del hoy

En el caso que nos plantea el diario 2001 de hoy sobre el flamante y fugado Burgomaestre o Alcalde Mayor Juan Barreto Cipriani, baste para concretar, citar la máxima revolucionaria: “… si nosotros ayudamos a estos elementos, si los ayudamos a encumbrarse, si les servimos de escalera, porque ello nos da provecho, es estúpido perseguirlos por sus delitos…” (Mao Zedong 1946).

Conclusión

Conveniencia, indiferencia, ignorancia, incompetencia quizás hayan sido en el ayer y en el hoy los motivos; la experiencia nos señala sin embargo que el asunto se encuentra entre otros dos términos. En un extremo, el interés estrictamente privado de quien está en la posición y toma la decisión en cada momento, ávido como cualquier otro de también disfrutar del poder y tomar su parte del botín. En el otro extremo, eso que no puede ser llamado de otra forma distinta a una conducta común a la cuarta y a la quinta: La cobardía.

Por eso tenemos y seguiremos teniendo, el gobierno que nos merecemos.

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