Opinión Nacional

La Comunidad de la miseria

No sé cuantas veces lo he repetido: Tres fueron los grandes errores del puntofijismo que condujeron a la situación de pobreza que hoy confrontamos en Venezuela. Ellos fueron: La política de sustitución de importaciones; la nacionalización de la industria de los hidrocarburos y la consecuente deuda externa; así como el ingreso en el Pacto Andino.

Una amiga, Beatriz de Majo, en un artículo reciente ha dicho lo siguiente: “Porque es que pienso, Señor Canciller, que la hora ha llegado para hacer ese titánico gesto que contribuya a preservar los vínculos que nos unen al vecino país colombiano y, que reposa sobre sus hombros la muy comprometida tarea de hacer reflexionar a nuestro Jefe de Estado sobre la decisión anunciada de retirar a nuestro país de la Comunidad Andina de Naciones.

“Y esto tiene que ver con Colombia porque para nadie es un secreto que de todo este conjunto de integración económica que agrupa además a Perú, Ecuador y Bolivia, es el eje colombo- venezolano el que aporta el mayor dinamismo comercial con un 35% de los 9.000 millones de dólares de intercambios intrazonales.

“Vayamos más lejos, de toda la América Latina, la unidad de comercio que muestra los índices de mayor y más consistente crecimiento en los últimos 10 años es la de nuestra binacionalidad. Lo atestiguan más de 1.000 millones de dólares que enviamos hoy en productos a los colombianos y más de 2. 000 que nosotros adquirimos de ellos y además un constante vaivén de negocios y de inversiones que delatan una imbricación profunda entre las dos economías.

“Algo me mueve a pensar que no salió de su despacho, que hoy es tan consciente de la importancia de la preservación de la madurez de esa relación preferida que mantenemos con la vecina tierra neogranadina.

“Pero estoy segura de que la Cancillería percibe bien la trascendencia de habernos constituido en una mole que abarca más de 70 millones de consumidores. Quien entiende de economías de escala se percatará de lo trascendente que es, para la atracción de los capitales externos, el contar con una masa critica de ese tenor que impulse la producción y justifique los riesgos de toda inversión.”

Mi apreciada amiga está equivocada. Dice ella que hoy somos un mercado de 70 millones de consumidores. En Venezuela, un país rico relativamente al compararlo con los otros de la subregión, hay aproximadamente 80 por ciento de pobres. Es de suponer, entonces, que en los otros cuatro Estados que la componen, ese índice debe ser superior. Esas gentes de los sectores D y E de la sociedad no pueden catalogarse como consumidores reales. Su nivel de consumo es ínfimo. Así que entre Venezuela y Colombia, la masa crítica de que habla Beatriz se reduce a cuando más 10 millones de personas. Pues bien, yo las prefiero todas aquí en Venezuela y no repartidas entre los dos países.

La relación comercial tampoco es imprescindible para Venezuela. Exportamos a Colombia 1 mil millones de dólares, es cierto, pero esa cantidad es mayormente en petróleo y sus derivados o en hierro y aluminio. Lo mismo ocurre, en menor escala con los otros tres países: Ecuador, Perú y Bolivia. Ninguna de estas empresas son grandes empleadoras. Importamos, eso sí, el doble, 2000 millones de dólares de Colombia y, supongo, cantidades proporcionales de los otros tres miembros del Pacto. ¿Qué significa esto? Pues que como lo que importamos son productos manufacturados, ello implica un gran número de puestos de trabajo que hemos exportado de Venezuela hacia la subregión. Y no precisamente para que se beneficien los obreros, pues es sabido que allá se pagan verdaderos sueldos de hambre. Hace un tiempo se desató una campaña en Estados Unidos en contra de Niké, porque fabricaba sus zapatos en Tailandia y pagaba sueldos muy bajos junto con largas jornadas de trabajo que incluía a niños. Pues a mí no me extraña que esa misma sea la situación de los trabajadores en el resto de la región andina. Por algo se han ido trasladando las industrias desde Venezuela hacia esos países. Por algo en Venezuela, el desempleo que en 1975 era del 6 por ciento es ahora del 12 y el subempleo, que es también desempleo real, ronda el 50 por ciento. Que vamos a perder 300 mil empleos, nos dicen. Es probable, pero ganaremos 2 o más millones, cuando las industrias que ahora nos exportan de esos países se den cuenta de que es mejor retornar.

Los TLC

Hugo Chávez tiene razón: La Comunidad Andina murió, se suicidó, cuando 3 de sus miembros firmaron tratados de libre comercio con Estados Unidos. Una Comunidad es algo distinto a un tratado de libre comercio. Con aquélla, como ocurre en Europa, se beneficia toda la sociedad. Con los de libre comercio, solamente el país más desarrollado y los capitalistas que venderán más y obtendrán mayores ganancias con sueldos menores. Para que España pudiera ingresar en la Comunidad Europea, ésta le exigió una serie de condiciones, entre ellas que su sistema de sueldos y de seguridad social fuera similar al existente en las naciones más desarrolladas. Porque la CEE era la base de un proyecto político que pretendía crear un solo país.

Colombia, Ecuador y Perú parecerán ganar durante los dos o tres primeros años de la vigencia de sus Tratados de Libre Comercio. A la larga, digamos en 10 años verán que es todo lo contrario. Por algo en México lo vientos soplan a favor de la candidatura antineoliberal de López Obrador. Porque ocurre que los productos estadounidenses no tienen ahora competencia en México, como no la van a tener en los países andinos. Los transgénicos agrícolas que bastantes problemas causan en latitudes más avanzadas y que en muchas han sido prohibidos, gozarán ahora de tratamiento especial. Ya Bolivia ha puesto el grito en el cielo, porque su producción de soya natural no podrá competir con las semillas producidas por Monsanto. Pero lo más grave es que las exportaciones de los andinos hacia Estados Unidos serán producidas en su mayor parte por empresas norteamericanas que, al ahorrar en mano de obra, trasladarán esas ganancias hacia Estados Unidos y donde sus pobladores se beneficiarán con la baratura que permitirá la mano de obra semiesclava. Verán que en diez años, los términos de intercambio son francamente favorables a Estados Unidos. Aquí hubo un Tratado de Comercio con Estados Unidos, no de Libre Comercio y sin embargo Caldera no lo renovó por ser francamente leonino. Igual ocurre con los Tratados de Protección de Inversiones, francamente inconstitucionales, pues acuerdan al inversor extranjero condiciones distintas al nacional.

El ejemplo de Chile

Lo que no me explico es que la misma gente que, por un lado, alaba a Chile por su avanzado capitalismo, critique ahora una decisión similar a la que tomó el gobierno del general Augusto Pinochet en 1976. Entonces, Chile lo dijo: Es contrario al interés nacional poner a competir la mano de obra chilena con las depauperadas masas de la subregión.

Buscan beneficiarse de condiciones similares a las de los años cincuenta o sesenta del siglo pasado. Porque su cultura económica los ha llevado a comprar la idea de la sustitución de importaciones, que a lo único que conduce es a la depauperación de la clase media, porque la ineficiencia de los negocios de ensamblaje llevados a cabo por terceros, conduce inexorablemente a la pérdida de competitividad y al alza desmedida de precios. ¿Es que no recuerdan a Venezuela entre 1960 y 1990? Entonces, la clase media debía pagar por todo lo ensamblado en el país, el doble de lo que costaba. De esa manera se impidió a la clase media juntar ahorros como para hacerse de empresas que la independizaran de la esclavitud del salario y se empobreció el país.

Santiago Ochoa Antich es diplomático de carrera, politólogo, periodista y miembro de Debate Ciudadano. Fue Embajador de Venezuela en Austria, Canadá, Jamaica, Paraguay, San Vicente y las Granadinas, El Salvador y Barbados.

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