Opinión Nacional

La cuestión indígena, Bolívar y la Constitución

Es común ver hoy en las más importantes ciudades venezolanas, familias indígenas que compiten con la cada vez creciente indigencia de las regiones del país.

La T.V. (08-01-2004), nos mostraba la dolorosa situación de numerosas familias indígenas acampando a la intemperie en la ciudad de Valencia. Los indígenas entrevistados manifestaban que habían abandonado Tucupita agobiados por el hambre y las enfermedades. Una madre refería que esta situación había producido numerosas muertes en niños y estaba diezmando la población, particularmente la infantil. Manifestaban que la dirigencia indígena, sobre todo la que ocupa altas posiciones en el Parlamento (sin duda se referían a Nohelí Pocaterra), jamás se habían ocupado de su situación.

El Diario El Nacional, en varias entregas (B/20. 29-11-03; B/10. 29-12-03; B/8. 30-12-03), una vez más, nos habla del “eterno retorno” de los indígenas a la capital. Se refiere a su recurrente éxodo en búsqueda de “ropa” y “comida”. Esta vez, se trata de indígenas warao (141) de las Barrancas del Orinoco (Monagas).

Hace algunos meses, en el Diario La Nación de San Cristóbal, leíamos consternados una indignada carta de un lector, protestando por la presencia de indígenas (creo que yucpas) en San Cristóbal. Sugería que debían ser remitidos a su región de origen porque el Táchira no tenía indígenas y no tenía por qué acogerlos:
¡Xenofobia y racismo imperdonables!

Dicho sea de paso, el día 11 de diciembre próximo pasado, observamos esta misma línea xenófoba en un ‘supuesto’ profesor ‘y que’ descendiente de Cipriano Castro: Luis Zambrano. ¡Tendría que hacerse revisar su ADN!

Atacaba despiadadamente al Gobernador del Estado Táchira utilizando, entre otros, el estúpido planteamiento de que éste no es tachirense. ¡Los indígenas y el Gobernador son venezolanos y esto es lo que importa!

La Constitución vigente, entre sus artículos más valiosos, recoge la preocupación de Bolívar por la cuestión indígena.

En efecto, ya en la Carta de Jamaica y en el Discurso de Angostura, Bolívar reconocía los originales y legítimos derechos de los indígenas a estas tierras americanas.

Precisamente, en reconocimiento a la labor realizada por el Padre De Las Casas, en el primero de dichos Documentos plantea: “La Nueva Granada se unirá con Venezuela si llegan a convenirse en formar una República central, cuya capital sea Maracaibo, o una nueva ciudad que, con el nombre De Las Casas, en honor de este héroe de la filantropía, se funde entre los confines de ambos países en el soberbio Puerto de Bahía-honda”.

El 03-IX-1820, El Libertador decreta que: «Todas las tierras reservadas en propiedad a los indios deberán ser devueltas a ellos como legítimos dueños que son de éstas»; y el 12-II-1821: «La restauración a los indios del goce de todas las tierras reservadas a las cuales tienen derecho, sin tomar en cuenta quién es el dueño actual… de manera que ellos puedan tener tanto terreno como puedan cultivar, pudiendo escapar a la miserable condición a la cual habían sido reducidos». Esta preocupación también la encontramos en el Decreto de Cuzco, del 04 de julio de 1825 y en el de Chuquisaca del 14 de diciembre de 1825.

El sueño de Bolívar y su lucha a favor de los indígenas se ha quedado en el papel de la vigente Constitución. La realidad es que la cuestión indígena no ha sido asumida con sinceridad por la “Revolución bonita”.

La situación de la Subregión Guajira (Zulia), integrada en su mayoría por indígenas, la cual conocemos y a favor de la cual hemos consagrado largos años de lucha, está entre las más pauperizadas de Latinoamérica.

La dirigencia indígena de la V-R es la misma de la IV-R. Sólo que hoy han recibido unos carguitos muy bien remunerados. Pero son las mismas ‘malinches del puntofijismo’.

Una vez más, la utopía bolivariana a favor de los indígenas… espera.

*Profesor titular Emérito de la Universidad del Zulia. Ex Director del Instituto de Filosofía del Derecho.

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