Opinión Nacional

La democracia participativa: ilusión y realidad

Lo que hoy día se entiende por democracia es, más que nada, un sistema de gobierno que proteja, ante todo y por sobre todo, el Estado de derecho. Tanto la tiranía de una minoría como la tiranía de la mayoría son, por definición, sistemas antidemocráticos.

El Estado liberal

El Estado democrático que evolucionó en Gran Bretaña y Estados Unidos, y que fuera transplantado por los británicos a sus antiguas colonias (Canadá, Australia, Nueva Zelanda, el Caribe angloafricano, Sudáfrica, India y Sri Lanka) es uno que protege a una proliferación de minorías del impulso de la mayoría. También en Europa se aproximan cada día más a esa idea.

Quien fuera más tarde Lord Halifax y ministro de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña, señaló en un Informe relacionado con los motines ocurridos en el Caribe en la década del 30 que nada es peor que conceder el poder político a quienes ya poseen el poder económico, porque entonces el gobierno se transforma en una tiranía. Es allí donde estriba la dificultad de evitar una tiranía en Venezuela, pues quien se adueña del poder político también se apropia del poder económico. Ocurre, no obstante, que para poder aprovechar el poder económico, la dirigencia política requiere de un sector empresarial cómplice con quien repartir la cochina. Así sucedía con las «cúpulas podridas» del puntofijismo, pero si yo fuera Hugo Chávez me preguntaría: ¿no comienza ya a repetirse la escena?

La democracia de masas

Cuando Raymond Aaron o Abraham Lincoln hablan de «pueblo» se están refiriendo a una población mayoritariamente de clase media educada en esos valores. Cuando un venezolano habla de «pueblo» le da una connotación enteramente distinta. En los países hoy desarrollados ese pueblo educado es difícilmente manipulable. Sin embargo, ha ocurrido y los ejemplos de la Italia fascista o la Alemania nazi son suficientes, aunque hay bastantes más. Esas desviaciones no ocurrieron en los países anglosajones, quizás por su conservadurismo en mantener los principios de la democracia representativa basada en los derechos inalienables de las minorías. En los subdesarrollados, empero, «las masas populares» son fácilmente manipulables. Como dije arriba, democracia significa hoy día Estado de derecho, más que gobierno de la mayoría o soberanía popular. La democracia participativa o «democracia de masas» se transforma en poco tiempo en una amenaza contra ese Estado de derecho. Más aún, esa democracia de masas o democracia participativa es generadora del populismo, el cual, a su vez, conduce a la irresponsabilidad en el manejo de la economía y a la propensión de impedir la generación de riqueza. La democracia de masas es naturalmente antiliberal y verdaderamente una antidemocracia.

En la práctica, la ahora llamada democracia participativa y antes conocida como democracia plebiscitaria, termina siendo un Estado en el que una minoría dirigente, arropada con el velo de una mal entendida modernidad, manipula a la mayoría circunstancial a través de plebiscitos y referéndums para beneficio de esa minoría dirigente Tal ha sido el caso de las llamadas democracias plebiscitarias desde Napoleón hasta Fidel. Es posible que en una sociedad muy avanzada como la suiza, la tradición del plebiscito, el referéndum o la iniciativa hayan consolidado el Estado de derecho. Pero los subdesarrollados no somos suizos. La democracia participativa es solamente una modalidad corregida y empeorada de la democracia representativa a la venezolana. No en balde sólo Italia en los últimos años se ha inclinado por la variedad referendaria, pero eso es natural en una sociedad política socialcristiana influida grandemente por los sectores más conservadores del catolicismo que desea impedir la conquista del poder por el sector neoliberal.

El mismo musiú

Hugo Chávez hace mucho énfasis también en que la democracia representativa venezolana fracasó porque los representantes al Congreso, en lugar de representar al pueblo de las regiones o de los municipios, solamente representaban a las cúpulas podridas de los partidos políticos. ¿Es que acaso se ha cambiado? Tanto las listas como los diputados nominales fueron escogidos por la cúpula del MVR y, especialmente, por Chávez mismo. Se eligieron sin ni siquiera conocerlos; únicamente por su identificación con el MVR y porque su nombre se incluyó en el «kino» de ese partido. Lo mismo ocurrió con la representación a la Asamblea Nacional Constituyente. El resultado en ambos casos fue una aplastante mayoría emeverrista.

Si se quiere que los asambleístas representen realmente a las regiones, la única manera práctica de hacerlo es a través de la uninominalidad, esto es, dividir al país en tantos distritos electorales como asambleístas haya y escoger en cada distrito electoral un solo representante por mayoría relativa, como se ha hecho siempre en los países anglosajones. Esta práctica se va extendiendo más y más en Europa. Por el contrario, un sistema dual como el venezolano actual de voto lista y nominal, únicamente constituye un cambio gatopardiano que mantiene vivo el que sea la cúpula partidista la que escoja los candidatos.

El periplo

Se equivoca el presidente Hugo Chávez cuando afirma que el liberalismo se encuentra de capa caída. Es cierto que en su reciente viaje no encontró ningún país que abrigara esa ideología. Pero solamente visitó las monarquías de la península arábiga o Estados fundamentalistas islámicos como Irán, Irak y Libia o naciones recién salidas de largas dictaduras militares como Indonesia o Nigeria. Hoy día, sin embargo, ningún país que se precie de adelantado comulga con otra ideología que no sea el neoliberalismo globalizador.

Por otra parte, el reciente viaje de Hugo Chávez al Medio Oriente, en vez de fortalecer a la OPEP, quizás ha servido para que las monarquías árabes, al igual que Indonesia piensen seriamente en una independencia solidaria como México, Noruega, Rusia y los países productores y exportadores de petróleo que bordean el mar Caspio. «Dime con quien andas y te diré quién eres» reza un dicho popular. O como dice el propio Hugo Chávez, «el que tenga ojos que vea y el que tenga oídos que oiga».

(*) Santiago Ochoa Antich es diplomático de carrera y periodista
Fue embajador en Canadá y Austria

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