Opinión Nacional

La derecha fascista

N colás Maduro y los más diversos voceros del régimen califican a la oposición democrática de «la derecha fascista». Educados en un estilo descalificatorio y polarizante que busca crear enemigos (no adversarios) irreconciliables, sin argumentos apelan a esta denominación para ocultar su ignorancia de lo acontecido en el país el 14 de abril.

Ese día una mayoría de venezolanos y venezolanas se pronunció por un cambio que tiene como base el respeto a la Constitución, el reconocimiento del fracaso de un modelo estatista y centralista que al margen de la Carta Magna, se quiere llamar «Socialismo del siglo XXI», pero que no hace sino repetir los dogmatismos y graves errores y deficiencias del que era el socialismo real y que llegó a dominar y fracasar en más de la mitad de la humanidad. Y se derrumbó. China, que se sigue llamando así, tomó la senda del capitalismo, por cierto del más salvaje, y se ha convertido en la primera potencia comercial del mundo.

Este grupo gobernante militar-civil se encuentra atrapado en sus contradicciones. No hay solución a la crisis económica sino hay un cambio del modelo estatista y expropiador, lo que quiere decir respeto a la propiedad privada, entenderse con los empresarios venezolanos garantizando la inversión nacional y extranjera.

Y ese cambio en lo económico requiere de un cambio en lo político pues una sociedad no puede vivir asfixiada por la absorción de todos los poderes por el Ejecutivo, con lo cual se quiere una Asamblea Nacional sorda a los reclamos del país y despreciativa del 52 por ciento de los electores; un Poder Judicial corrompido, donde no hay justicia; un Poder Electoral que no es imparcial, y un Poder Moral que desciende a lo inmoral. Esas dos Venezuelas que aparecieron con nitidez el 14 de abril no pueden seguir enfrentadas, sin reglas de juego claras,necesitan reconciliarse, unirse, porque Venezuela, como dice Capriles, es una, todos somos venezolanos. Hay que comprender el momento político para abordar las tareas que él exige.

Si Maduro quiere calmar a sus extremistas que busque otra forma de hacerlo. Una podría ser hacerlos tolerantes y respetuosos con la divergencia. Venezuela está cansada de tanta diatriba, de tanta confrontación estéril. Hagamos un debate fecundo, de ideas, de propuestas.

La disidencia encarna otro modelo de país. Y eso es lo que está en juego. Es una confrontación que debe tener como centro al país que queremos construir. Mientras uno decide que siga dividido en dos pedazos irreconciliables, otro aspira que las partes conservando sus puntos de vista coexistan democráticamente y diriman civilizadamente sus controversias, y no de una manera salvaje donde lo que reina es la ley del másfuerte, la del que tiene las armas, como en el siglo XIX y la era de dictaduras de Cipriano Castro y Gómez.

Hemos dejado para el final, para destacar su importancia, que las fuerzas armadas convertidas en partido político constituyen una violación del artículo 328 de la Constitución Nacional, y que el PSUV se ha transformado en un aparato electoral que depende de los recursos del Estado; prácticas a las cuales hay que poner término.

El pasado, presente y futuro inmediato de Venezuela, no debió ni debe estar sometido a la voluntad de un individuo ayer, y hoy a la de un grupo militar-civil. «Venezuela es y será para siempre democrática» (Constitución Nacional).

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