Opinión Nacional

La desinformación revolucionaria

La estrategia de la desinformación que lleva a cabo el régimen bolivariano desde sus inicios, propia del totalitarismo que intenta ejercer desde entonces, es perversa e ineficiente a la vez, como se puede deducir de las encuestas realizadas en los últimos meses, en las que el proyecto revolucionario, conceptual y prácticamente disparatado, es rechazado por la inmensa mayoría de los venezolanos.

El oficialismo busca constantemente la vía alterna, la del engaño, la manipulación y la tergiversación, para enfrentar la realidad que le agobia su fracaso y el rechazo de los venezolanos, aunque algunos aún consideren que tras las cifras de las encuestas está la mano mediática y el espíritu golpista de muchos que, simplemente, se oponen al desastre al que nos ha llevado Hugo Chávez.

Ahora, mientas los medios democráticos se reúnen en Caracas para evaluar la libertad de expresión y de información en la región, los bolivarianos proponen con la desfachatez y el descaro de siempre, recordando a esos efectos, los circos montados en Buenos Aires y otros sitios, para contrarrestar el liberalismo, la globalización y, por supuesto, el nefasto y odiado imperialismo yankee, una cumbre para combatir el terrorismo mediático.

El régimen bolivariano con su acostumbrada dosis de cinismo busca tergiversar la realidad de la libertad de expresión, para esconder su fracaso. Una estrategia de corte totalitario para vender el producto revolucionario con el único fin de perpetuarse en el poder.

Nunca antes un gobierno había dedicado tantos esfuerzos por dominar los medios, para utilizarlos para controlar a la sociedad. No sólo acorralar a los medios ha sido su estrategia, sino abrir canales de agresión mediática, como el repugnante programa La Hojilla, en el que el presidente, orgulloso de su naturaleza didáctica, participa con frecuencia para felicitar a su signe conductor, ahora “dirigente” del Partido Único.

Los medios independientes, aunque eso les duela a los revolucionarios, muestran la realidad nacional, mientras los medios oficialistas, divorciados de la ética periodista, tergiversan la realidad y muestran una gestión de gobierno, un perfil del presidente y las bondades del disparatado proyecto bolivariano, escondiendo la corrupción y su fracaso, mostrando éxito sin tenerlo, sólo para permanecer en el poder y controlar a una sociedad acostumbrada a vivir en libertad, que no permitirá que arribistas y temerarios destruyan el país, sus instituciones y sus recursos.

Los bolivarianos critican esos medios, pero no explican la absoluta parcialidad de los oficiales: televisoras, radios y medios escritos que dominan y que utilizan para enviar un mensaje distorsionado de la realidad nacional.

El régimen bolivariano ha fracasado en todo, también en su política comunicacional porque si bien ha sobrevivido, no ha logrado su cometido, es decir, dominar y someter a una sociedad valiente que se opone con razón y dignidad, democráticamente, término ajeno al bolivarianismo.

La corrupción, flagelo principal de la revolución bolivariana y del régimen chavista, es un ejemplo claro de la insinceridad comunicacional bolivariana. La corrupción no existe ni se menciona en los medios bolivarianos, salvo cuando el indiciado o señalado ha caído en desgracia por haber osado oponerse al proyecto. No hay rastros de debate sobre este tema en los distintos y múltiples medios oficialistas. Esa es la realidad que esconce el oficialismo.

El régimen bolivariano ha hecho de los medios de comunicación un instrumento del gobierno y del partido, mas no del Estado, lo que se inserta en una verdadera estrategia comunicacional que responda, como debe ser, a los intereses nacionales y no a los de un grupo que controla el poder, por ahora.

Hay una absoluta insinceridad en el mensaje chavista y eso lo ha captado perfectamente el pueblo venezolano, aquel que una vez le apoyó. La estrategia comunicacional oficialista ha promovido tarifados y beneficiarios, en el país y afuera, que se aprovechan de las debilidades y de la falta de ética de quienes la conciben.

Los medios de información han mantenido, por lo general, posiciones críticas a los Gobiernos democráticos. Las críticas a la gestión oficial fue siempre una constante en su acción. No se trata de destrucción del sistema, tampoco de ataques a la sociedad, sólo mostrar la realidad a quienes tenemos el derecho de estar informados. En pocas palabras, ejercían el derecho de informar verazmente a quienes también tienen el derecho a ser informados.

El régimen bolivariano no acepta críticas de los medios, tampoco de los grupos sociales, como tampoco dentro de sus propias filas en donde el supremo se impone y decide por todos. Una “democracia particular”, la verdad.

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