Opinión Nacional

La destrucción de la República

La situación en Venezuela es mucho más grave de lo que parece con relación al área andina, al continente y así misma. La red de corrupción instalada desde Caracas se extiende gracias al dinero negro proveniente del petróleo y múltiples actividades ilícitas que la opinión pública empieza a conocer. Las intuía desde hace tiempo, pero nombres, hechos y las circunstancias que los han rodeado es ahora cuando salen a la luz. No nos hemos equivocado al afirmar, una y otra vez, que las estructuras del crimen organizado, mejor dicho, de la delincuencia organizada, controlan tanto la vida pública, como buena parte de las actividades privadas del país.

A la intuición popular, ese sexto sentido que el ciudadano común ha desarrollado de manera extraordinaria en estos años, se suman ahora las noticias derivadas de las computadoras de (a) Raúl Reyes y (a) Jorge 40, las escandalosas revelaciones del juicio en Miami sobre la maleta de los 800 mil dólares petroleros y las complicidades múltiples que funcionaban impunemente hasta que fueron descubiertas casi por accidente. Finalmente, invito a estar pendientes de este capitulo, las acusaciones directas del Departamento del Tesoro de Estados Unidos contra, nada más ni nada menos, de quien hasta hace una semana era el ministro del interior y justicia, del director de los servicios de inteligencia y prevención –DISIP- y del director de inteligencia militar –DIM- por sus relaciones con el terrorismo, la guerrilla de las FARC y por haber facilitado operaciones del narcotráfico dentro y fuera de Venezuela, para no hablar todavía de las complicidades en el lavado de dinero. Esto es lo concreto de los últimos días. Si a ello agregamos las corruptelas en las estrafalarias adquisiciones de armamentos, en las confiscaciones y chantajes expropiatorios de empresas privadas en funcionamiento productivo o los dolosos manejos en el sector bancario y financiero en general, las desviaciones inmorales de algunas gobernaciones y alcaldías y el abuso de poder descarado y sin límites del gobierno en todos los demás terrenos incluido el electoral, llegamos a la conclusión de que este régimen no puede, ni debe continuar. Este es el sentimiento general de una nación harta, fatigada e indignada que lo demostrará irreversiblemente el próximo 23 de noviembre.

Para tratar de desviar el sentimiento general, Chávez apela de nuevo al disimulo y a la mentira inventando un magnicidio más y un nuevo “golpe” de estado encabezado por oficiales retirados mediante supuestas conversaciones telefónicas, pero sin disparar ni un solo tiro, ni alzar a efectivos militares, ni promover disturbios callejeros, ni nada de nada. Se expulsa al embajador estadounidense en términos más propios de un matón cocalero que de una persona sana y decente. Sirve de trompo servidor a los rusos y como jefe de la banda criminal que lo acompaña asume la defensa de los bandidos que la integran. Este cáncer destruye la república.

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