Opinión Nacional

La extensión universitaria y sus retos en la universidad del siglo XXI

Desde el punto de vista ideológico la extensión universitaria se constituye en el argumento neoliberal que trata de justificar la inevitabilidad de someter el desarrollo de las universidades a los dictados de políticas educativas subordinadas a intereses económicos de grupos, bajo el supuesto del otorgamiento al conocimiento de un criterio de igualdad de oportunidades para todos.

Es en este marco que se ha intensificado el proceso de apertura de las universidades latinoamericanas, como condición para la supuesta inserción competitiva en los mercados internacionales de conocimiento. No obstante, la realidad dista mucho del planteamiento teórico, pues en la práctica la extensión universitaria no significa homogeneización y divulgación del conocimiento, sino más bien profundización de la brecha de ese conocimiento y de la tecnología entre el marco de las comunidades a las que se debiera esa actitud extensionista, más por razones de sentido común que por estrategia educativa estatal.

En este sentido el concepto de extensión universitaria viene a ser como el pretexto para ampliar el dominio de grupos y subgrupos en el ámbito universitario sobre lo que llamaremos “economía del conocimiento”, la cual se presenta a través de los flujos de capital de préstamo y de inversiones directas a proyectos extensionistas, así como de la penetración de los medios de comunicación masiva en la manipulación del resultado de ese producto de conocimiento que bajo la consigna de “ser esparcido a las comunidades”, queda en formatos de proyectos cuyo beneficiario es ese subgrupo universitario que los promueve en nombre de la igualdad y solidaridad.

Aunque los voceros de los proyectos extensionistas en las universidades muestran como resultado la expansión de las universidades a nivel de las comunidades menos asistidas por el Estado, este enfoque tiene como reflexión que es importante, toda vez que la universidad, incluyendo la universidad pública, ha ido descendiendo en su escala de valores al pragmatismo mercantil, a tal punto que el criterio economicista, cortoplacista, termina imponiéndose a la búsqueda de la excelencia académica y científica, limitando de esta manera su papel en la transformación del entorno socioeconómico dentro del cual está inserta. Es cuestión de ética, de compromiso con la sociedad en su conjunto, lo cual no es típico de la economía orientada solamente por la «mano invisible» del mercado.

En el aspecto socioeconómico la extensión universitaria, lejos de solucionar problemas en las comunidades, ha generado descuido a proyectos de fundamental pertinencia como el deterioro ambiental, profundizado la brecha entre las comunidades y sus instituciones universitarias.

Se estima que en la actualidad por lo menos 1200 millones de personas sobreviven en la miseria, con ingresos que no superan un dólar diario, y se prevé que muy pronto esta cifra llegue a los 1500 millones, según estimaciones del Banco Mundial en 1999. Si miramos el mapa universitario latinoamericano, aún asumiendo metodologías generosas, la mayor parte de los proyectos en búsqueda de mejoras de la producción, el consumo y los avances tecnológicos se concentra en un grupo de universidades que no representan ni el 20%, por lo cual estamos no ante una crisis de la extensión universitaria, puesto que ella por sí sola no puede generar mecanismos de acción social, sino ante una crisis de la política educativa latinoamericana.

La política educativa latinoamericana ha afectado, para bien o para mal, las culturas dependientes que lenta pero sostenidamente van perdiendo su identidad, al asumir patrones de comportamiento sociocultural a imagen y semejanza de las universidades de los países desarrollados. Al mismo tiempo, el resurgir de los nacionalismos y la lucha por el afianzamiento de los valores locales, así como la globalización de los canales de comunicación planetaria, se generan nuevas oportunidades para la internacionalización de culturas antes ignoradas, lo que hace inminente la necesidad de articular una política educativa que promueva el conocimiento de la diversidad cultural y la profundización de las identidades nacionales.

A todo esto, idependientemente de las contradicciones asociadas a la no ejecutoria real del trabajo extensionista, no hay duda de que nos encontramos ante una fase del desarrollo capitalista mundial en el ámbito del conocimiento diferente a la etapa toffleriana de la «segunda ola», caracterizada por el predominio de la gran industria, sustentada en elevadas escalas de producción masiva y supeditada a la tecnología confeccionada por las universidades.

El carácter de los cambios tecnológicos ocurridos en las últimas décadas en Latinoamérica ha con conducido al surgimiento de una especie de nuevo continente sin tierra, en el cual las fronteras convencionales prácticamente desaparecen, dando lugar a la aparición de una nueva economía y por ende a nuevos intereses en el ámbito universitario.

En este nuevo escenario se está modificando radicalmente el paradigma del conocimiento sustentado, dando paso al surgimiento actividades técnicas como los servicios informáticos, los servicios de consultoría, la educación por Internet, el comercio electrónico, la producción de software, etc. Igualmente han aparecido en el escenario de la divulgación del conocimiento nuevas profesiones como «técnicos en control de datos», «analista de investigación de mercados-online», «programador de Webs», «director de contenidos», «técnico de sistemas de vídeo on-line», «ingeniero de audio on-line», «director de producto on-line», «ejecutivo de cuentas on-line», «director de operaciones on-line», «ingeniero de sistemas Web», «director general de Web-administrador de Webs», «director de desarrollo de negocios on-line», «director de marketing on-line», «director de licencias on-line», «vice-presidente de negocios on-line». La producción e intercambio de información de todo tipo se ha convertido en el principal motor de la economía autogestionaria de las universidades.

En estas nuevas condiciones, aún considerando el carácter desigual de las economías latinoamericanas, no hay duda que el reto consiste en aprovechar de manera creativa, como lo han hecho ya algunos países en desarrollo (Sudeste Asiático, India), el factor humano de las universidades no sólo en el ejercicio de una política extensionista adecuada a los nuevos tiempos, sino en la profundización de una política educativa integral hacia y por la inserción de las comunidades en la producción de conocimiento.

La extensión universitaria no es más que una etapa en el largo proceso de expansión, universalización y divulgación de la integración de las comunidades al conocimiento pertinente y tecnológico que les permita superarse. La revolución de la información ha modificado el tradicional esquema de producción en masa para dar paso a sistemas de formación flexibles, orientados ha la profundización de un proceso de análisis que identifique los componentes que realmente nos pueden servir para esclarecer los interrogantes que surgen dentro de determinada área del saber. Es decir el conocimiento requiere de cierto grado de razonamiento y enjuiciamiento que organiza la información mediante su comparación y clasificación. Para ello es necesario un ejercicio interactivo sujeto-objeto del conocimiento, en el cual se debe asumir una posición crítica y creativa, con el propósito no solo de apropiarnos de la información disponible, sino, además, y sobre esta base, generar nuevo conocimiento.

Pero el conocimiento tropieza a veces con talanqueras culturales difíciles de superar. La resistencia al cambio frena las posibilidades de avanzar en el conocimiento científico y promueve el consumismo de saberes elaborados en otras latitudes y para otras realidades, sin evaluar su conveniencia o no, en la solución de nuestros problemas. Por eso la pereza mental, el no querer ver más allá de los árboles, es tal vez el mayor obstáculo que impide aprovechar de manera creativa las bondades de la globalización del conocimiento. Todo esto reproduce incesantemente una carencia relativa de saberes que impide la transformación de nuestras estructuras socioeconómicas, de acuerdo con los retos de una sociedad mundial cada vez más interconectada y competitiva.

Papel de la educación superior en la creación de conocimiento

La educación superior está llamada a jugar un papel cada vez más importante no solo en la formación de profesionales, sino fundamentalmente en la generación de nuevos conocimientos, que respondan a las necesidades de la sociedad en el corto, mediano y largo plazo. Ahora bien, si nos referimos a la llamada sociedad del conocimiento, la formación profesional ya no solo debe centrarse en el desarrollo de ciertas habilidades especializadas, sino también de la capacidad para resolver creativamente los problemas imprevistos que se puedan en la práctica laboral. En este sentido es urgente revisar los paradigmas curriculares en los cuales se sustenta la educación universitaria en países menos desarrollados, dados los pobres resultados en el campo de la investigación básica y aplicada y en la poca capacidad de respuesta por parte de los profesionales frente a los retos que le plantea la sociedad actual.

Tal como se resaltó en la pasada Conferencia de la Unesco, «la educación superior ha dado sobradas pruebas de su viabilidad a lo largo de los siglos y de su capacidad para transformarse y propiciar el cambio y el progreso de la sociedad. Dado el alcance y el ritmo de las transformaciones, la sociedad cada vez tiende más a fundarse en el conocimiento, razón de que la educación superior y la investigación formen hoy en día parte fundamental del desarrollo cultural, socioeconómico y ecológicamente sostenible de los individuos, las comunidades y las naciones».

No quedan pues dudas sobre la importancia de la educación superior en la transformación de los entornos. Sin embargo, la magnitud y profundidad del impacto de la academia y la investigación dependerán en gran medida del desempeño de las entidades universitarias.

Como centro generador de conocimiento la universidad tiene el compromiso estratégico de transformar su entorno inmediato y mediato, con el fin de mejorar permanentemente la calidad de vida la población, entendida esta no solo como la satisfacción de la demanda de bienes y servicios, sino también como el desarrollo cultural y la conservación y mejoramiento del medio ambiente. La Universidad debe asumir la responsabilidad de contribuir a la inserción competitiva de los diferentes sectores de la economía local, regional y nacional, en los mercados internacionales.

En una palabra, y acá nos referimos a la extensión universitaria, la universidad debe preocuparse no tanto por la búsqueda del conocimiento en sí mismo, sino que debe tratar de encontrarle una aplicación práctica. En tal sentido la UNESCO se ha referido a que actualmente la universidad estima que sus funciones van más allá de la visión de Newman para abarcar la utilización de los conocimientos adquiridos a fin de aumentar (directa o indirectamente) el bienestar material, la felicidad y el confort de la humanidad. En nuestros días la enseñanza superior se considera una institución destinada no sólo a ampliar conocimientos y a formar a los jóvenes sino también a difundir y a aplicar esos conocimientos.

El conocimiento generado desde la universidad es fundamental para enfrentar el reto competitivo del actual proceso de globalización, para ello es indispensable lograr una mejor integración entre los programas de educación superior y los de ciencia y tecnología, tanto en investigación como en transferencia de conocimientos», lo cual requiere de una reorganización de las estructuras académicas y de investigación científica en todas la áreas y niveles, quebrando «el aislamiento y fraccionamiento que actualmente existe.

El papel de la universidad no debe limitarse solo a la formación de profesionales, sino que como centro de producción de conocimientos le corresponde la búsqueda de soluciones a los problemas del medio en que transcurre su accionar. Para ello es necesario salir de los muros universitarios e interactuar con el entorno, así como estar al día con las tendencias de la ciencia y la tecnología a nivel mundial. Es necesario además reformar a fondo el estilo de manejo administrativo, de tal manera que el desempeño de las instancias universitarias sea en función de la excelencia académica y la producción de nuevos conocimientos. Es un reto difícil pero inevitable si queremos superar el atraso relativo y encontrar alternativas de desarrollo más acordes con las exigencias del mundo actual, tanto en el plano global como en el local.

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