Opinión Nacional

La falacia como método del socialchavismo

Este régimen neofascista se ha caracterizado por la utilización de la propaganda como instrumento de intoxicación y de enajenación de la población. Inspirada en un léxico pobre y en una sintaxis elemental, manipula a la población (secuestro de la verdad) a fin convencer a las grandes mayorías de las bondades de su perverso proyecto. El oficialismo ha recurrido a una violencia simbólica, al copar en forma nauseabunda los medios de comunicación y espacios físicos del país con mentiras y con un culto a la personalidad desbordada y censurable (vallas, pancartas, murales, pendones, y afiches del tte coronel). El Culto a la personalidad constituye uno de los peores vicios políticos entre los tantos que han enturbiado el curso de la historia contemporánea (Hitler, Stalin, Mussolini, Kim Il-Sung). Este fetichismo en torno a la figura de un Líder es profundamente adverso al marxismo, que por su propia naturaleza, considera que el curso de la historia es determinada por la acción de las masas populares, y no por la voluntad de un caudillo transformado en Mesías.

El régimen ha calcado con singular precisión los principios delineados por Hitler en su libro Mein Kampf, y puestos en práctica por Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda del nazismo. A fin de imponer su proyecto totalitario y sus anti-valores se ha propuesto el ejercer un control absoluto de la prensa, de la radio, del cine, del teatro y virtualmente de todas las actividades culturales y científicas del país. Sólo la voz del Líder es la autorizada, y sus émulos sólo deben repetirla devotamente, y quien no lo haga es enemigo, es un traidor a la patria. Se promueve una absoluta intolerancia a cualquier otra forma de pensamiento que se distancie de los lineamientos impuestos por el jefe del proceso.

Han incorporado propagandísticamente el principio Goebbeliano de la “mentira afirmativa”, es decir falacias revestidas de la más absoluta convicción a fin de propiciar matrices inexactas de opinión (“Una mentira mil veces repetida puede convertirse en verdad”). Las mentiras afirmativas del nazi-chavismo han sido incontables, pero he aquí algunas de las muchas que han dicho: “Venezuela ahora es de todos”, “Diez millones de votos”, “Gozamos de la mayor libertad de expresión”, “La corrupción ha sido derrotada”, “Las listas Tascón y Maisanta no existen”, “Barrio adentro, modelo de salud publica”, “La inflación esta controlada”, “La pobreza se ha erradicado”, “Existe una total autonomía de poderes”, “La inseguridad es un problema mediático”, “Venezuela territorio libre de analfabetismo”, “Con Chávez manda el pueblo”, “Disfrutamos de la mayor soberanía energética”, “El desempleo es menor al 10%”, “La nacionalización de la faja del Orinoco”, “No hay escasez de alimentos”, “PSUV es el partido más democrático de Latino-América” y pare Ud. de contar.

Los nazi-chavistas de hoy al igual que los fachos del ayer utilizan además la propaganda como un instrumento de intimidación para atemorizar y aterrorizar a los ciudadanos. Para ello apelan a un lenguaje maniqueo y a un vocabulario sacado del ámbito religioso y militar. Términos como sacrificio, lealtad, orden, honor, sangre, patria, intervención militar, exterminio, enemigo, muerte, suelen alimentar los discursos y proclamas gobierneras. El carácter maniqueo de la propaganda se aprecia en el contenido dicotómico de la misma: positivo o negativo, el bien o el mal, amigo o enemigo, amor u odio, verdad o mentira, patriota o antipatriota, cielo o infierno, Dios o diablo, etc.

En suma, el régimen en su execrable aspiración por consolidarse en el poder ha inundado al país con un rosario de falsas aseveraciones y de una adulancia vergonzosa hacia la figura del Líder del proceso (“la mentira desconcierta a los hombres honestos y amantes de la verdad, de suerte que los incapacita para la resistencia interior” Joseph Goebbels).

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