Opinión Nacional

La fiesta de la democracia

Coinciden estos tiempos con la celebración de torneos electorales presidenciales en tres países, dos de América Latina, el otro de Europa Oriental.

El pasado domingo 17 de enero se celebró la segunda vuelta de las elecciones en Chile. País que tuvo como arquitecto de su institucionalidad y de su legalidad a ese inmenso caraqueño, Andrés Bello. Allí venció Sebastián Piñera con algo cercano al 52% de los votos sobre el candidato del gobierno y ex presidente de la nación, Eduardo Frei Ruiz-Tagle.

Ese mismo día se celebraron en Ucrania las elecciones de su próximo Presidente y la mayor cantidad de votos la obtuvo Viktor Yanukovich, candidato de oposición con el 35% de los treinta y siete millones de votos, sobre Yulia Timoshenko, primera ministra del régimen actual quien obtuvo el respaldo del 26% del electorado. Hubo varios otros candidatos dentro de los que estuvo el actual Presidente Viktor Yushenko quien apenas logró la aprobación del cinco y medio por ciento del electorado. Los dos primeros votados, Yanukovich y la señora Timoshenko deberán presentarse a una segunda vuelta el próximo siete de febrero para decidir quién gobernará Ucrania por los próximos años.

Ese día, el siete de febrero, se celebrarán las elecciones en Costa Rica. Para el momento en que escribimos estas líneas, la mayor opción la tiene la señora Laura Chinchilla Miranda, respaldada por el partido Liberación Nacional y el régimen del Dr. Oscar Arias Sánchez y quien de acuerdo a las más recientes encuestas recibe el favor de algo cercano al cuarenta por ciento necesario para vencer en la primera vuelta. Sus principales competidores, entre una larga lista de dieciocho, son: Otto Guevara con el respaldo del Movimiento Libertario, Ottón Solís Fallas, candidato del Partido Acción Ciudadana y Luis Fishman que representa a los electores del Partido Unidad Social Cristiana.

Percibimos que el ambiente es de fiesta y la ciudadanía tiene absoluta confianza en la independencia de las autoridades electorales y en los resultados que se reporten.

La democracia es el menos malo de los sistemas políticos y el que ofrece las mejores condiciones a los ciudadanos de un país.

La expresión más pura del sistema radica en que todos los ciudadanos nacionales tienen el derecho y también el deber de votar para expresar su preferencia entre los candidatos que presenten las distintas fuerzas políticas.

Mas la democracia es un sistema que requiere de otras condiciones no menos importantes y que son imprescindibles para el correcto funcionamiento de una nación.

La independencia de los poderes públicos, de todos, es fundamental para que exista un verdadero equilibrio en el desempeño de las distintas funciones del poder colectivo. Esta característica debe llegar a los extremos de que las autoridades electorales deben ser absolutamente independientes.

La transparencia y lo que los gringos llaman accountability, palabra que usamos pues nos cuesta encontrar una traducción adecuada que incluya las acciones de auditoría y juicio respecto a las actividades que se desempeñan desde una determinada posición. Esta función está íntimamente ligada a los procesos de premios y castigos que deben funcionar en una sociedad que se precie de tal y trabaje para la felicidad de los ciudadanos.

Cuánta envidia nos producen esos países. Allí están mucho más cerca de una verdadera democracia; cada uno con sus características propias, apuntan a la alternabilidad.


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