Opinión Nacional

La función sociopolítica de las cadenas

Prácticamente desde el inicio del actual régimen, nuestro criollísimo Führer hizo uso de un dispositivo de información y comunicación del gobierno a y con los ciudadanos: las cadenas. Con el correr de los diez anos, lo convirtió en algo distinto a lo que había sido durante la mal llamada “Cuarta Republica”, también tildada de “puntofijismo”. Creciente y rápidamente devino en un instrumento de su histrionismo y narcisismo, mas también en un importante medio de propaganda para su proyecto político de la “Revolución Bolivariana” y del “socialismo del siglo XXI”. En las ultimas semanas, en rigor a partir del anuncio de la “radicalización” en esta “tercera fase de la revolución” después de su pobre victoria en el referendo del 15F, las cadenas se multiplicaron – en la semana recién pasada las hubo en cinco de los siete días, a veces en dos ocasiones diarias diferentes. Es obvio que el dispositivo de información y comunicación cambio sus funciones.

En primer lugar, no sirve mas para la información y la comunicación del gobierno a y con los ciudadanos. Regimenes autocráticos, sobre todo los actuales del neototalitarismo que pretenden preservar una suerte de mimesis democrática, suelen mantenerse con la represión y la propaganda. Hannah Arendt, en su obra Orígenes del totalitarismo, enfatiza la primera, George Orwell en la novela 1984 la segunda. Ambas tienen en común que tienen como objetivo primero crear y luego garantizar y mantener la vigencia de la obediencia y el pensamiento único de los ciudadanos convertidos en súbditos. Ello se logra, de un lado, por la presencia permanente del régimen en sus vidas cotidianas, sea por la imagen omnipresente del líder como en 1984 o por la permanente visibilidad de los organismos de represión, como en la Alemania nazi la GESTAPO y la SA primero y luego la SS o en la Italia fascista las camisas pardas, y, del otro, a través de la propaganda permanente.

En nuestro caso, las cadenas cumplen con las dos funciones a la vez. Un casi siempre iracundo Führer esta, cada vez que le de la gana, en nuestras casas, celebrándose, amenazando e indoctrinando, ejerciendo represión y propaganda a la vez que expresar desprecio y “amor” (“el gran lisonjero”, como lo llamo un amigo alemán, de visita con nosotros, cuando lo vio en algunas ocasiones por televisión). Joseph Goebbels, el Ministro de Propaganda de Hitler, disponía solamente de la palabra por radio, nuestros propagandistas y sobre todo Chávez disponen de la imagen y la palabra por televisión.

En segundo lugar y en consecuencia, las cadenas cumplen una importante función de control sociopolítico, al invadir los hábitats de nuestras vidas regularmente con la presencia del máximo representante del régimen o, muy pocas veces, de uno de sus acólitos. El odio que el o ellos expresan, las amenazas que verbalizan, los insultos con los que cubren a los que se atrevan a no pensar como ellos, incluso las “obras” que muestran, y el lenguaje corporal tienden a generar un clima permanente de miedo entre muchos de los que los vean y oigan.

En tercer lugar, la transmisión de los consejos de ministros en cadena es usada para crear una mímica de democracia “participativa y protagónica”, pese a que el que habla es casi siempre el Führer, siendo los ministros (y las ministras) puros (y puras) comparsas de su espectáculo. Sus gestos y risas están siendo dirigidos por el gran conductor.

Un efecto secundario – no se si planificado o casual – es que las cadenas, sobre todo las transmitidas en la tarde y la noche, nos impiden a ver los (pocos) programas críticos televisados.

Un régimen al que le gusta controlar y dirigir a todo y todos probablemente necesita este tipo de “shows” para poder mantener su escasa legitimidad de acción de gobierno y seguir sobreviviendo en base a su legitimidad de origen.

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