Opinión Nacional

La globalización de las plagas

Si todo va bien, medio millón de personas van a morir de gripe este año. Y entre tres y cinco millones más se van a enfermar gravemente en todo el mundo. Si todo va bien. Es decir, si no brota una epidemia de gripe viral más aguda de las que normalmente azotan al mundo con regularidad casi cronométrica.

Dos veces al año -una en cada hemisferio- surge una epidemia causada por virus que van mutando y adaptándose a cambios en su medio ambiente en una casi perfecta demostración de las teorías de Darwin. Así, en un año normal y tan sólo en Estados Unidos, 200.000 personas deben ser hospitalizadas y 36.000 pacientes fallecen a causa de las complicaciones causadas por el virus de moda ese año. En Europa, mueren 40.000 personas cada año.

Pero no todos los años son tan trágicamente normales. Entre 1918 y 1919, el virus de la influenza viajó por el planeta dejando 50 millones de muertos. El año 2003 también amenazaba con ser un año anormalmente peligroso para la salud humana: ya finalizando 2002 se detectó en Asia un brote viral que producía un síndrome agudo de insuficiencia respiratoria o SARS. Se tomaron todas las precauciones y, como suele suceder en estas situaciones, algunos países sufrieron más por las reacciones suscitadas que por la epidemia misma.

En abril de 2003, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió que, si bien el epicentro de la epidemia estaba en China, había detectado casos «exportados» a la ciudad de Toronto y recomendaba, por lo tanto, evitar viajes a esa ciudad. Los canadienses protestaron insistiendo en que no había razón para la alarma. La OMS retiró su recomendación de evitar viajes a Toronto seis días después de haberla emitido y, en efecto, no hubo en esa ciudad ningún brote significativo de SARS. Lamentablemente, ya era muy tarde. Toronto -un importante centro de convenciones y atracción turística- se convirtió por un tiempo en un destino intocable, lo que provocó muchos más daños que la epidemia de SARS. Al final, el SARS se cobró 774 víctimas en todo mundo, muchísimas menos que las muertes por accidentes automovilísticos.

Es aún temprano para saber si la actual epidemia de fiebre causada por el virus H1N1 tendrá efectos moderados como los del SARS o estallará convirtiéndose en una grave pandemia. Por ahora, sus efectos han sido limitados, pero nadie sabe cómo evolucionará y cuál será su impacto. Sin embargo, ya hay algunas cosas sobre esta crisis que sabemos. Es global, viaja rápido y sigue itinerarios de viaje muy sorprendentes. Está claro también que organismos multilaterales como la Organización Mundial de la Salud desempeñan un papel crítico e indispensable. Pero quizás lo más claro y doloroso que ya sabemos es que para ciertos países, como México, los efectos económicos y sociales del H1N1 ya son devastadores. De nuevo -y como en Toronto- la reacción mundial a la epidemia ha tenido hasta ahora más impacto que la epidemia misma.

La economía mexicana se verá muy afectada por el daño que el brote de la enfermedad ha causado a la imagen del país. En 2008, México atrajo a casi 23 millones de visitantes extranjeros, que le generaron 13.000 millones de dólares de ingresos. Más de dos millones de mexicanos tienen trabajo gracias al turismo, y la inversión en el sector es muy importante. Ya la violencia asociada al narcotráfico había ahuyentado a muchos turistas, y la epidemia profundizará esta tendencia. Además de la epidemia y la crisis del turismo México también sufre por la caída de sus exportaciones a raíz de la recesión mundial y la reducción de las remesas de los mexicanos en el exterior. No son las diez plagas de Egipto, pero casi.

Finalmente, la epidemia H1N1 sirve como muy buen recordatorio de lo simplista que es pensar en la globalización sólo como un fenómeno económico. Los flujos de comercio e inversión internacional han caído vertiginosamente, lo cual ha llevado a algunos a concluir que la globalización es una de las víctimas de la crisis económica mundial.

No hay duda de que ciertos aspectos de la globalización económica se han reducido por la crisis. Pero la globalización sigue su acelerada marcha, y la epidemia causada por el virus H1N1 es tan sólo un ejemplo de las muchas y complicadas maneras en las cuales, en el mundo de hoy, todos somos vecinos.

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