Opinión Nacional

¿La “guarimba” es el mejor método de lucha civil?

Antes de dar respuesta, quiero aclarar que no me gusta la palabra “guarimba”, preferiría usar “barricada”. Esto debido al hecho que este término fue usado inicialmente o popularizado por Chávez, y soy del principio que no se debe utilizar la “neolengua” (G. Orwell dixit) de las ideologías (si es que el “chavismo” llega a ello, cosa que dudo) con pretensiones totalitarias. Pero por ahora no se puede hacer nada debido a su arraigado uso en los tiempos que corren, aunque solo lo he dejado en el título y pasaré a usar la más exacta “barricada”. Otra aclaratoria es que creo firmemente en el derecho humano (que también está en nuestra Constitución en su artículo 68) a la protesta pacífica, la cual tiene en la actualidad razones de sobra para ejercerse. Es por ello que condeno la política represiva (hasta llegar al asesinato) del gobierno para crear en nosotros el profundo miedo de ejercer dicho derecho. Pero todo el que protesta debe preguntarse cuáles son los mejores formas de hacerlo para lograr sus objetivos, y especialmente si dichas formas están de acuerdo con sus principios morales y políticos.

Una forma de protesta bastante arraigada en los últimos días son las barricadas que hacen algunos vecinos en su propia zona. Este método fue popularizado en las manifestaciones contra la no aceptación de las firmas que solicitaban el referendo revocatorio del entonces Presidente Chávez a principios del año 2004, las cuales se dieron fundamentalmente en las zonas de clase media. Fue un recurso desesperado ante un período de grandes manifestaciones que comenzaron a principios del 2002, y que habían intentado inicialmente el cambio en las políticas de gobierno para luego centrarse en su renuncia por las vías del derrocamiento (11-IV-2002), paro (diciembre 2002-enero 2003) o por el uso de los referendos previstos en la Constitución (lo cual exigía la recolección de firmas). Visto desde esta perspectiva parecía una salida legítima ante el rechazo del gobierno del uso de los medios legales como es el referendo (ya era el segundo rechazo de las firmas). El resultado de las barricadas fue precisamente contrario al que se buscaba, porque generó el hartazgo de los que debían padecer el cierre de calles (gente humilde que no podía llegar a sus trabajos especialmente, pero también las clases medias que tenían que soportar más colas y la violencia frente a sus casas, con todos los problemas relacionados a los servicios). Al final todo esto se sumó a que el gobierno logró convencer a las mayorías y se perdió el referendo revocatorio de ese año.

Hoy en día en Venezuela algunos señalan que estas barricadas no pueden ser comparadas con las de hace diez años. Es cierto que son tiempos distintos pero está el peligro de repetir sus principales consecuencias, porque es evidente que las mismas generan molestias e incluso el viernes 21 de febrero se dio una muerte accidental por una de ellas. Las barricadas por experiencia y por simple pragmatismo político no deberían ser usadas (generan más rechazos que apoyos en la población) y el Estado posee mayores recursos para soportarlas que los manifestantes que las propician (los militares son especialistas de la violencia, es su empleo; los civiles no). Pero la principal razón para desecharla como método de lucha es que si creemos en los derechos humanos resulta contradictorio que violemos el derecho de los demás a circular (por solo nombrar uno). Algunas personas me han argumentado que se hacen en legítima defensa, porque han padecido los ataques de los “colectivos” paramilitares y los Guardias Nacionales que disparan a las casas. No niego que es un respetable argumento pero ¿cuántas barricadas responden a esta causa? Y lo peor de todo es que se sigue sin resolver los problemas antes planteado: violación del derecho del otro, cansancio de la población; y lo más importante: le da razones al gobierno para justificar la represión (aunque nada justifica los excesos cometidos hasta hoy).

No niego la valentía y sacrificio de los que hacen las barricadas, ponen en riesgo sus vidas y no se quedan de brazos cruzados. A pesar de ello es evidente que hacer una “guarimba” es más fácil que el largo trabajo militante de construir partidos y organizaciones políticas. Tenemos que ser creativos planteando alternativas, especialmente opciones que permitan sumar a los más humildes a la lucha por la democracia. Propongo conocer los problemas de las personas e ir a apoyar sus demandas con la misma pasión que se ha demostrado hasta ahora. Lo mejor de estos métodos de resistencia civil es que una vez lograda la victoria tendremos ciudadanos.

Existen muchísimas formas de lucha no violentas. Los defensores de estos métodos (Gandhi, Martin Luther King jr., Mandela, y tantos otros) nos han dejado múltiples experiencias, y las mismas – aunque exigen un esfuerzo largo en el tiempo – terminan mostrando al mundo de qué lado están los verdaderos defensores de los principios democráticos y humanistas.

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