Opinión Nacional

La guerra ha comenzado

“Hijos de Bolívar y Betancourt, como somos los millones de venezolanos, no aceptaremos que un tirano de cuarta se ponga la cachucha de Juan Vicente Gómez. En otras palabras: comenzó la guerra cívica. Nuestra respuesta civil a su tercera fase

1.- La sociedad democrática está recibiendo lecciones de resistencia anti dictatorial a pasos agigantados. Ayer aprendió que los votos poco cuentan para el tirano: se los pasa por el forro cuando le incomodan las entrepiernas. Tanto como las marchas, cuando no son las suyas. A los votos, responde sin más trámite con un decreto parido por su ministra de leyes, la señora Cilia Flores y nombrando tiranuelas obsecuentes para aplastar la voluntad ciudadana. A las marchas, “gas del bueno” y perdigones disparados por sus esbirros de la Guardia Nacional. Por ahora, que pronto, si lo permitimos, los ataques contra las fuerzas opositoras irán a mayores. Mañana: ¡ay mañana! ¿Nos dejaremos poner un tatuaje en la muñeca y una estrella en el pecho, como los judíos de Hitler? ¿Permitiremos que se lleven a nuestros líderes a campos de concentración o los lancen a patadas al destierro – ya lo han hecho con Carlos Ortega, con Eduardo Lapi, con Rosales, por sólo nombrar a los más destacados – como en los siniestros tiempos del nazismo alemán?
Se equivoca el tirano y se equivocan los opositores que se apresuran a descalificar marchas y votos. Pues ahora es cuando. Precisamente ahora, cuando los obreros del petróleo y de las industrias básicas, los pescadores y enfermeras, enfermeros, médicos y maestros y todos aquellos millones de venezolanos que dependen de un salario y sufren la espantosa voracidad de la inflación, es cuando más deberemos marchar. Y si de votos se trata, más deberemos votar. No hacerlo sería darle en el gusto al dictador y caer en la larga y tenebrosa catalepsia de los Salazar, los Franco, los Trujillo, los Somoza, los Castro y los Stalin. O en la oscura noche de las dictaduras de los Gómez, los Pérez Jiménez, los Batista, los Pinochet y los Videla. E hijos de Bolívar y Betancourt, como somos los millones de venezolanos, no aceptaremos que un tirano de cuarta se ponga la cachucha de Juan Vicente o el quepís de Fidel Castro. En otras palabras: comenzó la guerra. Nuestra respuesta cívica y civilista a su tercera fase.

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¿Qué hacer? Marchar cuando haya que marchar. Si bien con un plan B. ¿Se nos encajona y se nos encierra como a bestias de matadero? Llevamos la fórmula alternativa. Este 1 de mayo, por ejemplo, en lugar de volvernos como pendejos por la Colón debimos habernos agarrado la autopista. Y quedarnos en ella tanto como hubiéramos resistido. No había allí quien nos lo impidiera. ¿Qué hubieran ampliado el bombardeo? Seguro: más fotos para el Washington Post, para Le Monde y para El País de España. Más informes a las cancillerías del mundo. Más y más desprestigio para quien ya es de facto el clásico dictador tercermundista.

¿Votar? No sólo hacerlo cuando debamos hacerlo, sino exigir hacerlo. ¿Por qué no exigimos el cumplimiento de la agenda electoral determinada por nuestra Carta Magna y elegimos a los concejales ESTE AÑO como manda y ordena la Constitución y no cuando le salga del forro al teniente coronel y nos imponga su calendario a través de sus esbirros y lacayos del CNE? De manera que debemos votar y defender nuestro derecho a hacerlo cuando corresponda. O nos gobierna la Constitución y luchamos con ella en la mano o nos calamos el forro presidencial.

Ya habrá tiempo para múltiples paros escalonados y paros mayores, grandes y pequeños, focalizados y cotidianos, hasta que se conviertan en el pan de cada día que le amargue la digestión del dulce de lechosa al tirano. Y les espaturre el maquillaje a las mujercitas de sus poderes de choque. En tiempos democráticos una docena de encapuchados dirigidos por Elías Jaua paralizaba con sus acciones relámpagos todos los jueves el tránsito capitalino. Sangrientos y criminales golpes de Estado, huelgas, saqueos y motines fueron las armas que le pavimentaron al teniente coronel el asalto al Poder. El voto fue la torta de la guinda. ¿Quién cree que saldrá a sombrerazos electorales? Nuestra vía conduce a un sinfín de actividades perfectamente constitucionales, legales y pacíficas, que debemos llevar a cabo refugiándonos en el 333 y en el 350. Si el tirano viola la Constitución, nosotros estamos obligados a acatarla y defenderla refugiándonos en la desobediencia civil. Con el supremo objetivo de restablecerla en la plenitud de su fuerza y soberanía. La Constitución, la Bandera y la Patria: esas son nuestras mortíferas armas. La dignidad y la decencia, nuestros escudos. Han terminado por imponerse doquiera reventara el furúnculo de la tiranía.

Nadie está llamando a golpes ni a cachuchas. Dios nos libre de ellas. En estos diez años demasiados uniformados han mostrado su bajeza de cuerpo entero. Pero constitucionalistas, dignos y decentes los habrá en cantidades suficientes – hoy silenciados y acorralados – y en ellos hemos de fiarnos para el futuro de libertades que se avizora. Los que aún dudan, que tengan presente el Estatuto de Roma. Y vayan decidiendo escoger entre el pueblo o el tirano. Entre el déspota o el soberano. Estamos llamando a la gran insurrección democrática, pacífica y popular que barrerá con esta lacra que nos aplasta.

Que nadie se achicopale. Es el momento del temple, la serenidad y el coraje. Tenemos un líder: Antonio Ledezma. Un liderazgo templado y a la altura, enriquecido por los aportes de PODEMOS. Y seis millones de ciudadanos. Lo suficiente como para recuperar la dignidad y la honra de la Patria.

Manos a la obra.

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