Opinión Nacional

La hegemonía televisiva

La hegemonía comunicacional del Estado rojo-rojito, sobretodo en la televisión, ya no es un proyecto sino una realidad. El cierre de RCTV la terminará de consolidar.

Buena parte del casi centenar de estaciones de televisión de Venezuela, bien a nivel nacional, regional o local, están en sintonía con los intereses del Estado bolivariano. Las televisoras de propiedad pública se multiplican en el espacio radioeléctrico y fungen como caja de resonancia de las líneas de propaganda de Miraflores o el Minci.

Nada de televisión de Estado en tanto representación nacional, y mucho menos de servicio público. Sólo proselitismo y vituperio, en el peor estilo de la televisión burocrática de las dictaduras de naftalina.

Incluso Telesur, cuya calidad técnica y creativa es superior a VTV o Vive, es hábilmente tendenciosa en favor del eje Caracas-La Habana y todas sus causas, en especial las dedicadas a desprestigiar a los malqueridos gobiernos de Colombia, México, Perú o Costa Rica.

Luego tenemos las estaciones de televisión «comunitarias» que ya superan la treintena en todo el país. No son formalmente de propiedad estatal sino «social» pero se encuentran, casi sin excepción, al servicio disciplinado e ideológico de la «revolución bolivariana».

Por cierto que las emisoras de radio «comunitarias» ya llegan a 300, y coloco la palabra entre comillas porque ese concepto de innovación difusora ha sido desvirtuado por la politización extrema: sin credenciales de boinacolorá no hay concesión.

En cuanto a las estaciones privadas de televisión deben reiterarse algunos aspectos: su tradicional importancia está disminuyendo, no sólo porque aumenta la cantidad de televisoras estatales y comunitarias, sino porque el cuadro cerrado de control gubernativo busca imponer un modelo inofensivo de contenidos informativos y de opinión. El número de programas polémicos, críticos o de denuncia en los principales canales VHF, es decir los de mayor alcance nacional, se ha reducido al mínimo en los últimos años, y la tendencia se refuerza por la vendetta política contra RCTV.

La embestida contra la televisión privada no se detendrá con el cierre del cincuentenario canal de Bárcenas, sino que proseguirá, acaso con más fuerza, precisamente por la política de acoplamiento de la otra potencia televisiva, Venevisión. Es cuestión de tiempo, en particular si el régimen de Chavez logra sortear su desmadre natural.

La llamada hegemonía comunicacional, o la supremacía del Estado rojo-rojito en lo que los venezolanos puedan ver y percibir en las pantallas de televisión, ya no es una propuesta o un postulado sino una realidad cotidiana que se intensificará de forma radical con el candado al canal 2.

Pero toda hegemonía despótica puede tener su contrapartida democrática, porque una cosa es apoderarse de la mayoría de las señales de televisión, y otra de las voluntades del conjunto de los venezolanos.

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