Opinión Nacional

La insistencia ilimitada

El régimen bolivariano ha contrariado las normas relacionadas con los derechos humanos desde 1999 cuando el teniente coronel asumió la presidencia de la república. Desde entonces y cada vez más, el régimen acentúa sus ataques a las libertades y la dignidad de los venezolanos, justificando así una supuesta revolución que tiene sólo fines personales, como se ha visto y comprobado.

Las violaciones son muchísimas, entre las cuales, la persecución, las detenciones arbitrarias, el exclusionismo, la discriminación o apartheid político. Nadie habla de los presos políticos, de los civiles y militares que se mueren física y moralmente en las cárceles de la revolución. Entre ellos, los comandantes de la PM que arriesgaron sus vidas por los venezolanos que condenaban el totalitarismo en 2002.

La última actuación bolivariana contra los derechos humanos fue la expulsión de José Miguel Vivanco, representante para América latina de Human Rights Watch (HRW), una institución seria y responsable, de siempre, en materia de derechos humanos, la misma a la que felicitó el teniente coronel cuando condenó los hechos del 2002. La expulsión tuvo una razón muy sencilla para el chavismo: el señor Vivanco y HRW estaban violando la ley de inmigración. Pero las verdades de Vivanco y de HRW quedaron en el tapete, fortalecidas, es más, después del acto de barbarie política de los revolucionarios bolivarianos, ahora obtuvieron más publicidad.

El disidente socialcristiano y adulador eterno de los gobiernos de la cuarta y de la quinta, el mediocre Roy Chaderton, acusa a Vivanco de ser parte de esa misma democracia cristiana y de la ODCA a la que él mismo perteneció, en la que rezó con muchos de sus compañeros, de ser de extrema derecha, en los años sesenta cuando elevaba la imagen de un gran hombre, Arístides Calvani, quien debe sentir vergüenza desde el cielo, de haberlo apadrinado entonces.

El juego de los bastardos parece de nunca acabarse. El amante de los closets y de los refugios, una vez ministro chavista, antes director y adulante en la cuarta, a quien no quieren en ningún lado, sólo repite como loro ignorante o focas revolucionarias, las instrucciones que le vienen de La Habana vía Caracas. La verdad es que la mediocridad y la inmoralidad no tienen límites.

Pero no es sobre el camaleón que representa a la revolución en la OEA que debemos prestar la atención. Eso sería hacerles el juego a los situacionales. Es a la miseria integral a la que nos ha sometido el régimen bolivariano estos diez (10) años, es al escándalo del maletín, es a las conexiones directas y clarísimas con las FARC y con el narcotráfico lo que debemos ver.

Los derechos humanos siguen siendo violados y cada vez más. La posición del régimen en relación con la solicitud de asilo diplomático y su concesión por la Santa Sede (No la Iglesia, como dicen los asambleístas que todavía confunden ambas instituciones) es otra muestra de desprecio por los derechos de los ciudadanas. Basta ahora preguntarse cuál puede ser la situación, con estos precedentes, de los José Vicentes que buscarán asilo cuando por la vía electoral comience el éxodo de los disidentes revolucionarios, para evitar que se les procese por tantos delitos y daños causados al país y a los venezolanos.

El fin se acerca y como heridos graves, los revolucionarios, protegidos en sus riquezas, buscan alargar el mal, pero el final es indefectiblemente el mismo. Su procesamiento igual, porque el daño que han causado no es cualquier cosa. Acabaron con todo en el país, hasta con la cordialidad y la hermandad de los venezolanos, y más allá; de los latinoamericanos. En Bolivia logró introducir la división y el odio. Es el propio Terminator, el destructor que será destruido.

El régimen insiste en sus torpezas. Pareciera que los situacionales y asesores baratos no logran dar con la verdad para impulsar las candidaturas del líder. La violencia, las agresiones, no darán más resultados, menos aún la mentira y los desvíos de atención.

El verdadero magnicidio se materializará en Noviembre próximo, no por la vía de las armas, lo que le duele a los revolucionarios, sino por la del voto y la expresión del soberano, aquél que despreciaron y humillaron y engañaron en estos últimos diez (10) años.

La insistencia no tiene límites, tampoco la revolución. El fin se acera, sin ninguna salida.

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