Opinión Nacional

La insistente cuestión del cántaro y la fuente

Ya se sabe, que tánto choca contra la fuente que termina rompiéndose. Al comienzo, todos los cántaros son carismáticos, atractivos, sólidos al menos en apariencia. Algún tiempo después, están rayados, han perdido brillo en sus colores, presentan roturas en los bordes. Pero siguen siendo útiles.

Más o menos como Hugo Chávez, que el 7 de diciembre de 1998 se veía imponente, fuerte como una roca de mármol, deslumbrante en sus compromisos con el populacho enfebrecido, caudillo empuñando la bandera tricolor y la reivindicación bolivariana en un espectacular ambiente en technicolor y panavision.

De triunfo en triunfo, abrazando sin diferencias al Presidente Aznar y al muy Borbón Don Juan Carlos I, al anciano George Bush, a Monsieur Chirac, al Presidente Cardoso y al peculiar pero eficaz Carlos Menem y, por supuesto y con especial reverencia al muy deteriorado y vetusto pero aguantador cántaro Fidel Castro entre muchos otros entusiastas abrazos, el Presidente Chávez demostraba sentirse lleno de vigor, de fe y de convicción, la joven promesa, la revelación latinoamericana.

Y desde entonces se ha dedicado, cómo cántaro de campesina ciega, a golpearse una y otra vez. Se ha ido de frente y con insistencia digna de mejor causa contra los muy deteriorados partidos tradicionales, ha lanzado palos de ciego a un mundo informe y poco definido que él ha llamado “puntofijismo” en el cual puede estar cualquiera, incluído el mismo Chávez que recibió su sable de oficial del tan denostado Carlos Andrés Pérez; ha chocado un par de veces con la Iglesia, pozo sabio y profundo que ha tenido la astucia de no responderle de frente aunque alguna marca habrá dejado en la piel chavista, la Iglesia siempre deja una marca; con terquedad sorprendente choca casi semanalmente con los medios de comunicación, como si fueran ellos los culpables del hambre, el desempelo, el desorden, la inseguridad sangrienta, las lluvias y todos los demás problemas que quien ya no es tan revelación latinoamericana no ha podido resolver en año y medio de gobierno absoluto.

Mantiene un lenguaje ambiguo con la potencia dominante en nuestro continente y además nuestro cliente fundamental en lo único que vendemos en Venezuela con fuerza suficiente como para ser la gran base económica del país, los Estados Unidos, un lenguaje de entusiasmo y admiración con el personaje y el gobierno que más molestan a los Estados Unidos –Fidel Castro y la Cuba fidelista- y una actitud ambigua con el país de cuyos problemas y oportunidades jamás podremos olvidarnos porque es nuestro vecino inseparable, Colombia, y precisamente por ello la nación con quien la política exterior venezolana debe ser más clara y exacta.

Y por si fuera poco, el cántaro chavista se ha estado golpeando con furia suicida precisamente con sus sectores más cercanos y ha logrado así el milagro de hacer pedazos el pozo del Polo Patriótico con el cual llegó al poder.

No en balde tantas personas comentan que ya Chávez no es el mismo, ya no tiene para ellos el brillo que antes mostraba. Está desgastado, ha perdido originalidad y frescura, es un cántaro con moretones y roturas que ya no atrae las multitudes de antes, el caudillo con cicatrices no bien curadas al cual sus huestes también empiezan a reclamarle.

Posiblemente ganará otra vez las elecciones. Pero ya no será lo mismo, se terminó la emoción y ahora será sólo un Presidente con demasiadas promesas por cumplir, el líder al cual le dieron todo lo que pidió pero que no pudo matar al tigre cuyo cuero afirma tener en la mano.

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