Opinión Nacional

La inspiración perdida

No tengo otra palabra. Tristeza me produjo leer el documento y las firmas de profesores universitarios, varios de mi particular afecto, en el aviso de apoyo al «proceso» en página completa de El Universal, (17-3-2002, C1, p.19) Y debo decir por qué. No por lo extraño que resulta un documento pro-gobierno firmado por universitarios. No por la posición política de muchos que ya conozco. No porque insistan en esa misma posición, no obstante el lodalazal en que se ha convertido la polvareda de hace unos años. Y tampoco por la escuálida representación de los universitarios del país que no consiguieron doscientas firmas para respaldar el documento. Me dio tristeza la falta de inspiración, la sequía de ideas originales, el «dame aquí que te firmo», la ausencia de reparos para suscribir en bloque, a la usanza de férreas disciplinas partidistas, argumentos fabricados en el hornillo -porque no llega a cocina- oficial. Sentí pena -en el doble sentido- al comprobar que a estos universitarios no les importó que sus mejores razones se sustenten en tan débiles argumentos.

Es cierto que nunca he podido escuchar o leer otra argumentación en favor del actual gobierno que la expuesta en este manifiesto. Pero al ver que estos profesores hicieron el indudable sacrificio de gastar muchos, muchos millones de bolívares en dos avisos de prensa, pensé que el documento sería una pieza de reflexión seria, crítica y amplia sobre la coyuntura que vivimos, algo que no desmereciera determinadas firmas. Tanto como para no desperdiciar la ocasión y botar esa millonada. Pero, por lo leído, no se molestaron en honrar talentos intelectuales ni les dolió malgastar el dinero. Así es que, una de dos: o la dispendiosa publicidad no les empobreció el bolsillo vaya a saber por qué, o los dos periódicos que publicaron el remitido -excluido «El Nacional», que en esto siguieron el ejemplo puntofijista- ingresaron a sus cuentas un porcentaje no despreciable del presupuesto de los círculos bolivarianos.

La desvencijada razón maniquea sirve de introito al documento. Ellos, identificados con el gobierno más legítimo, más democrático, más amplio de toda la historia, contra la minoría de oscuras intenciones de los «herederos del pacto de «Punto Fijo», saqueadores, ladrones que hipotecaron al país y arruinaron y masacraron al pueblo venezolano. En esa «minoría» (¿?) caemos todos los que no nos consideramos representados por el actual gobierno, somos ahora los excluidos de esta nueva «verdadera democracia»; así que cuando esos colegas nos saluden en los pasillos universitarios debemos saber, los que no comulgamos con su visión, lo que piensan de nos[los]otros.

Son diez los argumentos que esgrimen los profesores. Todos ellos de sobra conocidos porque a diario los vemos repetidos, con las mismas palabras, por boca tanto de los más encumbrados funcionarios como de los «linarones» que practican aquello de la letra con sangre entra. Pero veamos brevemente.

La primera razón del apoyo al régimen es la verborrágica constitución de 1999, el supremo instrumento de los cambios, cuya aplicación permitirá alcanzar la democracia, la igualdad y la justicia social. Sin la más mínima duda, suscriben que la ley escrita abre la puerta de la nueva Venezuela, es decir que esta original experiencia le serruchó las patas al marxismo: para transformar la realidad no hay que cambiar las estructuras, basta con tener a la mano el librito que dibuja la sociedad que queremos ser. El librito dará al pueblo, masacrado y vuelto a masacrar (¿?) por el sistema anterior, la oportunidad de alcanzar la felicidad y con sólo voltear las páginas borrará la pobreza en que quedó sumido el 80 % en las cuatro décadas de corrupto puntofijismo.

Segunda. No podía faltar como razón (¿?) el sube y baja de los precios petroleros. Cuando bajan es por artes maléficas del perverso mercado y cuando suben es por obra y gracia de los viajes de El Supremo. No importa que al exitoso periplo mundial del año pasado le siguiera un pronunciado descenso de los precios por varios meses, ahora que suben es efecto retroactivo del carisma del jefe. ¿Qué se hicieron las antiguas críticas sobre la dependencia petrolera, hoy más amenazante que nunca en vista de la cercanía de una nueva era energética? Quiero creer que los profesores firmaron esto sin leer o sin pararle.

Tercera. Aplausos para este gobierno que creó (¿?) un Fondo para la inversión social y la estabilidad macroeconómica (FIEM). De allí que ya no veamos pobreza, los ranchos se conservan porque lucen bonitos de noche y los niños pobres son una bella estampa dickensiana que también tiene su encanto; además, por la misma sabia previsión tenemos esa increíble estabilidad monetaria que nos salva de la inflación de otros países.

Cuarta. El derroche de inspiración es apoteósico al momento de alabar el trabajo «por la paz y la solidaridad entre los pueblos del mundo». La vieja leyenda que nunca faltaba en las grandes celebraciones del mundo comunista.

Quinta. No es una razón sino una denuncia y condena de la mala conducta de los medios de comunicación, que pervierten la obra de gobierno, víctima de tanta mala intención, y engañan al pueblo aprovechándose de su falta de criterio para discernir. Caperucita Roja y el lobo.

Sexta. Más aplausos para la transformación de la Fuerza Armada. Con el toque mágico de ese modelo de pulcritud y eficiencia que es el plan B2000, los militares dejaron de ser los masacradores y torturadores del pueblo y se convirtieron en ángeles guardianes y benefactores sociales.

Séptima. Nuestras condiciones socioeconómicas han mejorado – tal cual, no tuvieron dudas en esto- gracias a la gestión del gobierno que ahora sí cumple con la universidad, no como antes que nos desacreditaban y humillaban. Otra vez me pregunto si los firmantes gozan de algún privilegio económico en este régimen, porque de otra manera tendrían que saber que la universidad no ha recibido el primer dozavo del año, terminando el primer trimestre; que los jubilados no han cobrado prestaciones; que los salarios están cada vez más devaluados; que después de múltiples diferimientos del pago de una de las deudas atrasadas nos han dado unos bonos que representan la mitad de la deuda y se cotizan al 60%; que el CDCH está quebrado; que tenemos pendientes otras deudas; que el nuevo presupuesto universitario aprobado es deficitario. Esto lo desconocen los profesores que consideran que como la universidad, o un sector de ella, tiene bozal de arepa, no puede oponerse, o hacer duras críticas al «proceso» porque eso es dar la espalda al país. Los colegas -muchos veteranos de protestas políticas sin tregua contra gobiernos anteriores- rechazan esto porque la «universidad pública, es financiada por el país» (¿Antes no?). Debe haber cerca de doscientas caras regadas por los pisos universitarios.

Pero resulta que las razones ni siquiera llegan a diez, se agotaron en el punto anterior. Los siguientes tres puntos reiteran la denuncia de la campaña desestabilizadora del puntofijismo que promueve «la idea de un golpe de estado» (que hace diez u ocho años era buena); reiteran su compromiso de apoyo al gobierno porque es resultado de la voluntad electoral y llaman a los universitarios a pronunciarse y «asumir una posición activa» (esperamos que con ideas, sólo que si son como éstas dudamos de su efectividad) para consolidar estas conquistas y seguir volteando las páginas del librito de la felicidad.

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