Opinión Nacional

La institucionalidad inexistente

Hemos dedicado varios de los días del descanso de fin de año para reflexionar un tanto sobre la difícil situación que pesa sobre nuestra patria y hemos tratado de identificar algunas de sus muchas causas.
       Desde hace varios años hemos llegado a la conclusión de que el régimen que nos acogota y trata de descoyuntar el país, ha colocado a Venezuela en situaciones muy similares a las que sufrió la España de los años treinta cuando el fatídico 1936 dio arranque a la mortandad que recibió el nombre de “guerra civil”. Para ello leímos un enjundioso y fundamental trabajo de Julián Marías en su libro que tituló “Ser español”.
       Después de llegar al conjunto de similitudes que allí encontramos, también intentamos encontrar las diferencias. Identificamos dos. En la España del 36 había armas, en número importante y distribuidas en toda la sociedad. En la Venezuela del siglo XXI, las armas las tienen el régimen y los delincuentes, es decir, manos congruentes.
       En la España del 36 la miseria campeaba, todos los españoles padecían de hambre. En la Venezuela del XXI el dinero es abundante, más está del mismo lado que las armas. La lucha que en España tenía poco sentido, en Venezuela es absolutamente desigual.
       No sabríamos analizar si las instituciones españolas eran más o menos fuertes. Las venezolanas están destrozadas. Todas son inexistentes o están totalmente postradas ante los deseos del dictador.
       Los poderes públicos están constituidos por una manada de aduladores que solo están pendientes de ganar la atención de Miraflores para obtener ventajas ante sus pares. El TSJ imparte toda clase de barbaridades y se olvida de la justicia. La Asamblea Nacional recién reconstruida dictó leyes a diestra y siniestra de manera de bloquear las posibilidades del organismo elegido el 26 de septiembre pasado. El poder moral es lo más cercano a la inmoralidad. El ejercito está constituido por una manada de adulantes mancebos sometidos a los deseos del dictador.
       El sistema carcelario de Venezuela creemos que deja pálido al Infierno que nos describió el Dante. La salud del venezolano no es un preocupación de los pseudo-gobernantes, así como tampoco lo son la vivienda, ni la seguridad del ciudadano. La educación está supeditada al tiempo de la política y en el año 2010-11 se han perdido más de treinta días oficiales de clases. Su producto final es deplorable.
       Del lado de las fuerzas distintas al régimen el panorama no es muy distinto. La unidad fundamental para enfrentar al comunismo que se nos trata de imponer, parece estar sujeta con alfileres. La propiedad está en vías de extinción y las libertades no tienen quien las defienda. Los gremios son instituciones obsoletas y sin fuerza alguna. El conjunto de la oposición es menos homogéneo que lo deseable.
       FEDECÁMARAS y sus cámaras afiliadas no tiene la menor capacidad de convocatoria y mucho menos ascendencia sobre sus afiliados, que a la vez son, cada día menos. La Iglesia es una isla que resiste los embates del régimen.
       La institucionalidad es un mito y mientras Venezuela no reponga la fuerza de sus instituciones, andará por caminos inciertos.

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