Opinión Nacional

La IV Guerra Mundial ya comenzó

Desde que el general Juan Vicente Gómez derrotara a los últimos caudillos federales en la batalla de Ciudad Bolívar, el objetivo fundamental del gobierno nacional ha sido el mantenimiento de la paz social. La dictadura de Juan Vicente Gómez y los gobiernos posteriores de López y Medina tuvieron ese objetivo en mente. La constitucionalidad ligeramente democrática de Eleazar López permitió al país llegar a la modernidad sin sobresaltos. El golpe de octubre en contra de Medina tuvo también el mismo objetivo: Sacar al país de una crisis política, sin que la violencia que se veía venir se generalizara. La posterior dictadura militar hizo lo mismo: Detener un malestar creciente entre importantes sectores, que han podido conducir al país a una guerra civil, ante el sectarismo imperante en el gobierno adeco de entonces, su acercamiento al comunismo y, más que nada su enfrentamiento con la Iglesia en la cuestión educativa.

El perezjimenato no fue una respuesta sino a corto plazo. Las ansias de la población de vivir en democracia, en libertad, no fueron satisfechas por los militares. La guerra civil cubana permitía presagiar una situación similar en Venezuela. La derrota de las tropas cubanas a manos de la guerrilla fidelista se veía venir. Algo similar se presentía en el ambiente venezolano. El 23 de Enero permite salir de la dictadura con un golpe de Estado en frío.

En los diez años siguientes, la paz social se vio enturbiada por la guerrilla castro-comunista. Sin embargo, el número de muertes no fue elevado. Para 1970, el país había retornado a la normalidad con la política de pacificación. Los guerrilleros pasaron a formar partidos políticos. La abundancia de petrodólares en la década del 70 también aseguró la paz social. Venezuela era un país seguro, con una tasa de desempleo de solo 5,5 por ciento; una nación cuyo ingreso anual per cápita no distaba mucho de los países más desarrollados. Eso terminó en 1983, con el Viernes Negro.

Los cinco años siguientes fueron de empobrecimiento paulatino. Pocos fueron los que se dieron cuenta de lo que se avecinaba. Se hablaba mucho, se decía con frecuencia, que “los cerros iban a bajar”. Pero no se hacía nada para contrarrestar la corriente de empobrecimiento. Todo lo contrario. La renegociación de la deuda externa fue un golpe al bolsillo de todos los venezolanos. Pero lo peor estaba por venir.

Finalmente, al inicio de la segunda administración de Carlos Andrés Pérez en 1989 vino el sacudón. La violencia del caracazo fue tan mal manejada por las fuerzas de seguridad que produjo un número de muertos cercano a los 3 mil. Como la mayor parte fueron pobres, el resentimiento se generalizó. Fue un abrebocas de que los cerros podían bajar. Los golpes de febrero y de noviembre de 1992 fueron un aviso de que los militares no podían aceptar que unos mentecatos permitieran con su imbecilidad que se rompiera la paz social. Lo que vino después fue aún peor: La crisis bancaria propiciada desde lo más alto del poder público y privado lanzó a la pobreza a un número importante de gentes de la clase media. El triunfo de Hugo Chávez quedó asegurado.

11 mil asesinatos anuales

Las dos cuestiones fundamentales que debe atender todo buen gobierno son la seguridad personal y jurídica y el empleo. Lo demás es supletorio. Si un gobierno es incapaz de gerenciar sus recursos de manera de producir empleo para la mayor parte de la sociedad, ese gobierno debe cambiarse. Esos dos índices miden el éxito o el fracaso de todo gobierno.

El nivel de pobreza es hoy día de 80 por ciento, el desempleo llega al 15 por ciento y el subempleo al 55 por ciento. En los últimos dos años el desempleo ha aumentado en 500 mil personas y el delito se ha triplicado. La nacionalización petrolera hizo posible que el empresariado venezolano se transformara en importante proveedor de insumos y servicios. Pero estas nuevas industrias que requerían de considerables cantidades de capital, necesitaban de poco personal. Muchos empresarios antes dedicados a actividades como la construcción, abandonaron esas actividades y se dedicaron a las más rentables. Además, las máquinas siguen sustituyendo a la mano de obra no especializada. En los estacionamientos, por ejemplo, se requerían de varios empleados en las puertas para suministrar los tickets a los conductores y otros en las salidas para cobrar. Ahora todo eso lo hacen máquinas adquiridas en el exterior. Lo mismo ocurre en el metro. Por lo tanto, nuestro desempleo y subempleo que ronda los 11 millones de personas no lo puede corregir la mecanización.

¿Qué ha hecho Chávez para aliviar esta situación? Nada que yo sepa. La agricultura no es un área en la que Venezuela pueda destacarse por su eficiencia. Esto ha quedado más que probado en estos últimos cincuenta años. Además de que hoy, si se desea ser realmente eficiente, debe mecanizarse el campo, por lo que no es ni siquiera fuente de empleo masivo.

En Venezuela la policía judicial dejó de suministrar estadísticas de homicidios después de que en 2003 se pasó la cota de 11.000 casos. Algunos expertos calculan que hubo más de 13.000 asesinatos el año pasado. Y se habla de 67 mil en los últimos 7 años.

«Soldados de Salamina»

Tradicionalmente las guerras han sido producto del deseo de los desposeídos de adueñarse de las propiedades de aquéllos a quienes suponen fuente de su desgracia. Como son los jóvenes los más adecuados para servir en la milicia y exponer el pellejo por causas de las que se beneficiarán otros, siempre se han superpuesto a los intereses, las ideologías, las religiones, o los nacionalismos. El protestantismo fue la excusa de quienes se sentían explotados por los españoles católicos. La nobleza y la burguesía del norte de Europa habían comprendido que su futuro yacía en la libertad de empresa y de comercio. El catolicismo prohibía los préstamos con interés, lo cual castraba cualquier aventura comercial riesgosa. Había, pues, que romper con esa religión y con el imperio. El resultado fueron las guerras de religión que duraron más de un siglo.

La esclavitud de los africanos es otro ejemplo. La explotación agrícola de los latifundios la exigía, pero cuando las máquinas sustituyeron a la mano de obra, los nuevos industriales decidieron ponerle fin. Algo similar ocurre en este Tercer Milenio. Es una lucha entre los dueños actuales de la riqueza y los desposeídos. Cuando éstos se alzan en armas en contra de aquéllos, los primeros los califican como delincuentes. Así ocurre con los estupefacientes. Su tráfico implica una transformación de los valores del intercambio comercial a favor del Tercer Mundo y en desmedro de los desarrollados. De ahí la criminalización. No fue así cuando significó el enriquecimiento de los hoy desarrollados. Las guerras del opio tuvieron como objetivo la venta de ese estupefaciente por los ingleses en China.

La industria del secuestro y la “vacuna”, llamada antes protección por los mafiosos en Estados Unidos, así como el terrorismo, han sido síntomas de malestar social. Los anarquistas de fines del siglo XIX y principios del XX creían que los gobernantes eran la herramienta de los consorcios que los explotaban.

La industria del secuestro y la “vacuna”, llamada antes “protección” por los mafiosos en Estados Unidos, así como el terrorismo, han sido síntomas de gran malestar social. El marginado cree que la filantropía, la caridad, son negocios que favorecen al rico, mientras que Robin Hood o Hugo Chávez roban al rico para darle al pobre.

El fundamentalismo islámico y sus terroristas suicidas han sido la respuesta de los árabes a su desesperanza. En la América del Sur, lo he dicho, el bolivarianismo se ha constituido en una especie de religión. Ambos caminos conducen inexorablemente a un enfrentamiento militar con Occidente. La III Guerra Mundial de que habló Richard Nixon, la Guerra Fría, terminó en Afganistán con el colapso de la Unión Soviética. La IV, ya tuvo su alba en las Torres Gemelas. No es la primera vez. En Salamina, los griegos vencieron a los persas.

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