Opinión Nacional

La madre de todas las batallas

“La batalla por el 2012 – la madre de todas las batallas, si a ella llegamos – no se logrará ni se saldará con éxito si nuestras fuerzas descuidan la lucha mortal que hoy libramos contra la tiranía, si se le deja el campo de batalla al enemigo. Y sobre todo, si una incapacidad inveterada para ver el fondo de los problemas descuida el proyecto de Nación que perseguimos, la Venezuela moderna y próspera, progresista, justa y solidaria que todos anhelamos desde el fondo de nuestros corazones.”

 

A Pompeyo Márquez, patriarca de la lucha por la democracia.

 

“Lo que odian los pueblos hechos para ser libres es el propio mal de la dependencia.”

Alexis de Tocqueville, El antiguo Régimen y la Revolución.

1.- Adolecemos los venezolanos de un mal inveterado, que ni los desastres de nuestras guerras civiles ni las sistemáticas caídas en los abismos de la ingobernabilidad – esa cíclica reiteración de nuestro enfrentamientos cainitas, esas devastadoras automutilaciones que desde el nacimiento de la república escenificamos cada cuarenta o cincuenta años para disgregarnos e impedir, frustrar o liquidar nuestro orgánico desarrollo y crecimiento como Nación – ha conseguido superar: tomar el rábano por las hojas. Y lo que es infinitamente más devastador: agarrarnos a cuchilladas por el disfrute de las hojas, dejando que el rábano se pudra en manos de la inconciencia de un pueblo invertebrado. Que tras dos siglos de supuesta independencia aún no resuelve sus conflictos primarios.

 Poco importa en esta grave circunstancia por la que atravesamos preguntarnos por las razones de este devorador impulso auto mutilador, así todo apunte a la pugna irresuelta de los bandos irreconciliables que nos constituyen como sociedad tribal por apoderarse del Poder del Estado, portón siempre entreabierto hacia el apoderamiento de las riquezas nacionales: la Nación como un botín. Y nada apunte al intento profundo y verdadero hacia la imposición de un proyecto de Nación, un afán republicano por construir una Venezuela capaz de superar los extravíos y accidentes de la historia para erigirse como una sociedad civilizada, dueña de su destino, superior a sus hijos y a los traumas y tropiezos de su anecdotario.

            Nadie expresó mejor esa absoluta indiferencia de nuestras élites por el proyecto de Nación como máxima aspiración histórica, que el cinismo con que Antonio Leocadio Guzmán nos aclaró las razones ideológicas que llevaran a la Guerra Federal – esa insólita carnicería civil que culminara la labor auto mutiladora de las guerras civiles independentistas -: plantear una automática y antagónica oposición a la consigna del circunstancial bando contrario. Centralización si planteaba federalismo, federalismo si planteaba centralización. La ruleta dio con el federalismo. Su hijo Antonio Guzmán Blanco se hizo luego con el Poder para culminar su obra con el primer gran peculado de la historia nunca interrumpida de la corruptocracia nacional. Una comisión por un préstamo inglés, cuyo único beneficio fue una pesada deuda publica para la Nación y una suculenta tajada en libras esterlinas para el joven comisionista. Le permitió llevar una vida de pachá en París – a él y a sus descendientes – hasta el fin de sus días, obteniendo el nada honorífico título de suramericano más rico de Europa.

2.- Posiblemente ningún venezolano haya amalgamado de manera más incansable, diáfana y perfecta las dos caras de la medalla: un programa de Nación y una ambición de Poder que Rómulo Betancourt. Para el gran líder socialdemócrata, el más grande de América Latina, el estudio y la acción, la teoría y la praxis, fueron un todo perfectamente armónico y coherente, parte indispensable de una lucha ininterrumpida por la construcción de una nación moderna, próspera, democrática, civilizada. Y llevar a cabo, en medio de graves atentados, peligros y sacrificios, la labor de adecentamiento de una sociedad profundamente afectada por el mal del latrocinio y el peculado públicos. Es quizá el único presidente de la república en doscientos años de historia que pudo decir con orgullo al final de su mandato: “yo mismo y quienes conmigo han colaborado en los rangos superiores de la administración pública, estamos en plena capacidad de demostrar, ante cualquier organismo  o entidad, pública o privada, que ni un solo bolívar de los miles de millones que hemos administrado se nos quedó en las manos, para beneficio propio”. (Último Mensaje a la nación, 9 de abril de 1964). Quien menos puede decirlo, de la larga lista de primeros magistrados, es el actual presidente de la república. Y muchísimo menos aquellos que lo han acompañado, y hoy se rasgan sus vestiduras en la Asamblea Nacional. Un grave síntoma del cáncer que corroe a su gobierno, que lo llevará a la ruina. Y a la patria, que deberá hacer un gigantesco y sacrificado esfuerzo por recuperarse.

            Con Rómulo como ejemplo, y con las grandes figuras que lo acompañaron en el difícil tránsito hacia la democracia, tocamos el tema medular que nos aflige: situados en medio de una crisis infinitamente mayor que la vivida al final de la dictadura de Pérez Jiménez, y ante desafíos incomparablemente mayores que los que debiera enfrentar el primer gobierno de la democracia, ¿necesitamos líderes o candidatos, estadistas o funcionarios, combatientes o postulantes?

3.- Nada impide, ciertamente, que esas aparentes antinomias sean resueltas sin menoscabo de uno u otro atributo. Pero una elemental reflexión debiera llevarnos a la conclusión de que previo a la descarnada lucha por la nominación entre los pre candidatos de nuestro propio sector, que antecede a una posiblemente cruenta, inescrupulosa y demoledora batalla electoral librada por el tirano para impedir su desalojo y el de quienes pretenden entronizarse en el Poder per secula seculorum, debemos agruparnos, unirnos y conformar un ejército invencible, tras la dirección unida de nuestros mejores combatientes, de la mano de un programa de acción de corto, mediano y largo plazo, una visión de país capaz de articular en un todo armónico e invencible medidas de aplicación inmediata con un proyecto nacional que erradique las profundas y perniciosas causas de nuestras crisis y catalizar un respaldo masivo de fuerzas sociales capaces de enfrentar todos los riesgos y peligros del futuro – no olvidar ni los cuartelazos que pretendieron derribar a Betancourt ni las fuerzas de la disgregación nacional de las guerrillas sometidas a la decisión del castro comunismo por apoderarse de nuestra Patria.

Desalojar a los invasores de hoy, enraizados por medio de un sistemático trabajo de zapa del castro comunismo en ciudades y campos, grupos paramilitares armados hasta los dientes y alimentados por los peores males del presente – subversión, narcotráfico, terrorismo, corrupción – demandará el blindaje de una sociedad férreamente unida y cohesionada, capaz de discernir lo esencial de lo secundario y dispuesta a sacrificar, en aras del futuro, las comodidades del presente.

4.- De allí la preocupación que algunos sectores profundamente angustiados por la deriva totalitaria de la Patria sentimos ante el peligro de que los dirigentes de los partidos políticos, agrupados o no en la Mesa de Unidad Democrática, privilegien sus propias ambiciones de concursar para la nominación del candidato, a la decisión de enfrentar, aquí y ahora, los desafueros del régimen, imponiendo no sólo la realización de elecciones hasta ahora dependientes de la voluntad desquiciadora del presidente de la república, sino acosándolo y combatiéndolo de modo a frenar su enloquecida carrera hacia el totalitarismo: expropiaciones, invasiones, robos parapetados tras una Ley Habilitante y un paquete de leyes violatorio de los más sagrados principios constitucionales.

            Si el presidente de la república ya está en campaña, despilfarrando y malversando los bienes y las instituciones del Estado a favor de su enloquecida y delirante ambición de Poder, así como disminuyendo dramáticamente nuestro patrimonio político y moral, es nuestra obligación hacerle frente impidiéndole consumar tanto el apoderamiento total de nuestras instituciones, industria, fincas, universidades, academias y todos aquellos espacios que han permanecido incólumes ante el despiadado asalto del Estado invasor, como el control efectivo de los medios decisorios del enfrentamiento electoral.

            Sería ilógico castrar la voluntad y las ambiciones de nuestros dirigentes. Es incluso beneficioso que se decanten las aspiraciones. Pero es criminal que dichas ambiciones descuiden el combate estratégico que se libra en estos mismos momentos y nos dejen inermes ante la voracidad monstruosa del caudillo. Hoy, más que candidatos, necesitamos líderes. Más que electores necesitamos ciudadanos. La batalla por el 2012 – la madre de todas las batallas, de la que todavía nos separa un abismo – no se ganará si nuestras fuerzas descuidan la lucha mortal que debemos librar hoy contra la tiranía dejándole el campo de batalla al enemigo. Y sobre todo, si una incapacidad para ver el fondo de los problemas descuida el proyecto de Nación que perseguimos, la Venezuela moderna y próspera, progresista, justa y solidaria que todos anhelamos desde el fondo de nuestros corazones. Y la convocatoria generosa y sin alcabalas partidistas o ideológicas a nuestros mejores hombres y mujeres: luchadores sociales, amas de casa, artistas, intelectuales, académicos, profesionales y técnicos, obreros y trabajadores del campo y la ciudad. Esa batalla sólo la ganaremos si nos convencemos de la necesidad de convertirla en una cruzada por la salvación de la Patria.

Dicha visión estratégica no se conforma con un paquete de promesas electorales y la estricta observancia de los límites partidistas. Debe ser el resultado de un estudio profundo de todas las áreas que requieren urgente tratamiento de sobrevivencia y un llamado al colectivo para que lidere nuestra cruzada por la libertad. Un programa de acción no de éste o aquel candidato, sino del pueblo democrático venezolano. No un candidato, un líder; no un puñado de electores: un pueblo alzado, consciente y combativo. ¿Lo entenderá la MUD, lo entenderán los partidos?

Estamos atentos a la respuesta.

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