Opinión Nacional

La MUD cagamentada

Poco importan los medios: si pacíficos o violentos, constitucionales o anticonstitucionales, legítimos o ilegítimos, electorales o insurreccionales, por medio del voto o de la rebelión popular. Vénzase por la vía que se venza al régimen dictatorial imperante en Venezuela, previamente habrá que haber resuelto si los demócratas están dispuestos a hacer valer su victoria – repito: por el medio que sea – o si se detendrán con el certificado de su victoria en la mano a las puertas de las cavernas que encierra el Poder, pedirán disculpas por el atrevimiento y se devolverán a sus covachas con la cola entre las piernas. Cagamentados.

Es la encrucijada que divide la visión de nuestro futuro en dos vías alternas, contrapuestas y antagónicas. Y que puestas en clara contraposición he titulado. LIBERACIÓN O CAGAMENTARSE. Shakespeare, ilustre y genial como nadie ni antes ni después de él, no hubiera jamás llegado a esos términos escatológicos. Así, puso en escena a Hamlet al borde de una fosa – la muerte inminente como único destino cierto, cagamentémonos o no nos cagamentemos ante las decisiones cruciales de nuestras vidas – con un cráneo mondo y lirondo entre sus manos y planteándose la única pregunta metafísica, existencial, auténtica y verdadera que debemos responder ante Dios y los hombres, ante nuestros padres y nuestros hijos, ante la Patria que nos dio vida y nos echó al mundo: to be or not to be. SER O NO SER. Esa es la clave.

Esa interrogante existencial se repite cotidianamente, a diario y frente a las más inocuas circunstancias. Que en el caso de una inmunda ciudad del Tercer Mundo en manos de una banda de hampones como los que usurpan el poder en la figura de un ilegítimo autobusero, pueden terminar trágicamente. Como salir a comprar una cerveza a la esquina y caer en las redes de un tiroteo ajeno, terminando encharcando la acera con nuestras vísceras personales. Montarnos de pasajeros en una moto y terminar esparcido por entre los huecos y cauchos de la autopista. O sacar efectivo de un banco para llevar un kilo de uva a la familia y recibir un disparo 45 mm en la nuca.

Digo: en Venezuela, para vivir, hay que haber resuelto al abrir los ojos con media hora de adelanto sobre el resto de los terrícolas, si se le echará bolas, o no se le echará bolas. Con la plena conciencia de que se sabe cuándo y cómo se sale, pero no se sabe cuándo ni cómo se regresa. Si feliz y contento abrazado por los nietos, la mujer y los hijos, o amortajado por las sucias manos de un funcionario de la morgue de Bello Monte.

De modo que el que asegura desde su escritorio europeo y a resguardo de las fuerzas de la OTAN y la Sra. Merkel que “la única vía es la electoral” debe aclararnos si al ganar las elecciones le echará bolas saliendo a la calle y haciéndole tragar a Maduro las boletas por su hocico o propondrá volver una vez más a intentarlo en las próximas elecciones. Porque ya la transitamos, ganamos y Capriles dice que no hay que ir a comprar una cerveza para celebrar el triunfo porque nos pueden matar en la esquina.

Yo no tengo prejuicios contra la vía electoral, que me parece la más higiénica, la más limpia, la más decente, la más bonita. Pero sólo un pendejo puede afirmar que en Venezuela si se vota, se elige. Y si se elige, se respeta al elegido. Entre el voto y la elección media un elemento decisorio que es previo y anterior al acto comicial: haber DECIDIDO hacer valer la voluntad mayoritaria con los medios que sean necesarios. Y como esos medios pasan por el rechazo o la aceptación del dueño del burdel, habrá que haber decidido si se saldrá a la calle, se irá a Miraflores y se armará la sampablera. Como el 11 de abril, la fecha más trascendental, significativa y valiosa de estos 14 miserables y ominosos años. O arriaremos las banderas y volveremos a casa a tragarnos la arrechera.

Los milicos tienen el argumento perfecto para seguir enconchados: la Constitución. Así luzca como el tobo repleto de papel tualé en un baño de carretera. Y mandan decir con todos sus mensajeros y mensajeras que si no hay victoria electoral y rebelión popular de reclamo, seguirán durmiendo la siesta en Elorza. Que al parecer eso y enriquecerse son sus únicas prioridades.

De allí mi pregunta: ¿seguimos la “única, la perfecta, la asfaltada vía electoral” que se nos propone, para obtener la victoria que obtuvimos el 14 de abril? Pero replico: ¿de qué vale si aún no hemos resuelto la condición previa, esencial, inexcusable de liberarnos? He respaldado a Capriles, pero recurrir al Banco de Sangre como argumento para no enfrentar a los asaltantes que amenazan con violarse a nuestras mujeres y robarse nuestros bienes no sólo es prueba de una insólita cortedad de anhelos: nos condena a calarnos al malandraje per secula seculorum. ¿O alguien cree que dejarán el poder porque se los pedimos de buenas maneras?

El 11 de abril no se culminó la faena porque un ex comandante, padre del comandante en jefe del ejército, autoritario, notario y evangélico, le prohibió a ese hijo que derramara sangre. El colmo de un soldado: desmayarse ante una transfusión de sangre. Que los líderes nos aclaren de una buena vez si respetarán nuestros votos echándole bolas. O si se volverán a calar otros 14 de abriles.

La única frase del ciudadano que he terminado por respetar: “se cansa uno…”

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