Opinión Nacional

La noche de las bolsas negras

Actualmente incluso las bolsas negras de basura sufren de constante inseguridad, expuestas como están a que su contenido sea extraído mientras duermen tranquilamente. Para los venezolanos que habitamos en casas, esta situación se ha convertido en una verdadera calamidad que en ocasiones ha llevado a la incorporación de un servicio de vigilancia familiar para evitar malos ratos.

Una noche ,en las inmediaciones de Sabana Grande, luego de terminar una jornada de limpieza que produjo tres bolsas de basura que esperaban a ser recogidas por el aseo, un sujeto con gorra, bastante desaliñado y andrajoso se acercó a cumplir su objetivo. Deshizo el nudo de una de ellas y comenzó a registrar en su interior. Como no podía ver bien por la oscuridad, decidió vaciar todo el contenido sobre la acera, buscó con más calma algo que pudiera serle útil, pero al no encontrarlo continuó muy tranquilo su camino.

Eran viejos objetos que pertenecían a mi hermano menor. Entre ellos zapatos ya muy acabados, juguetes inservibles y unas cuantas baratijas grandes y pequeñas que se van acumulando hasta hacerse innumerables. Una caja que contenía una inmensa cantidad de centavos ya oxidados -que en su época tuvieron algún valor pero que ahora se encuentran totalmente fuera de circulación- resaltaba en medio de aquel revoltillo. Pero fue ignorada por el caballero.

Todo había quedado afuera desparramado, limitando el paso de los transeúntes. Fue tal el desorden, que organizados en una comisión familiar con pala y escoba salimos a recoger los desperdicios. Por esta razón decidimos montar guardia a la espera del camión de basura que no llegaba.

Al cabo de unos minutos, otro visitante del mismo estilo que el anterior se acercó. Este, aunque fue más ordenado que su predecesor, tampoco encontró nada de su agrado, y ante las advertencias de mi padre, decidió irse rezongando.

Se aproximó un tercer curioso. Mi padre apareció de nuevo en la puerta repitiendo las mismas palabras. Pero este sujeto no desaprovechó la oportunidad, tomó una de las bolsas y con la otra mano colocó bajo su brazo la caja de monedas diciendo: “Me llevo esto jefe” y partió muy contento.

¿Qué rumbo tomó la bolsa raptada?. Tal vez viajó solo unas cuantas cuadras más abajo o apareció en el otro extremo de la ciudad con su contenido esparcido sobre alguna acera.

En vista de esto, acordamos solucionar el problema llevando nuestras bolsas hacia la rampa del estacionamiento de un gigantesco centro residencial que queda a pocos metros de mi casa. Allí, reposan un centenar más que son expulsadas por los habitantes del edificio y vigiladas por el guardia que espera ansioso a q arribe el aseo urbano. Este muy puntualmente entre las 12:00 y las 4.00 de la mañana se detiene con su estruendoso ruido a devorar su festín. Buena parte de los vecinos esperan resignados y en silencio a que finalice el banquete.

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