Opinión Nacional

La novedad de estos tiempos

En algún lugar, (%=Link(«http://analitica.com/cyberanalitica/icono/1051603.asp»,»Carlos Fuentes»)%) definía la revolución como aquello que jamás nadie había visto. Es demasiado evidente que Chávez no la ha traído, y menos concebido, pues, asistimos a la tormentosa agudización de los problemas con el añadido de una escandalosa quiebra ética muy bien representada en el tratamiento que le ha dado a casos como los de los pistoleros de Puente Llaguno y Plaza Altamira, por no abundar en otros consabidos. No obstante, sectores de la intelectualidad francesa, por ejemplo, creen que la Venezuela reciente experimenta una revolución y, por el camino del oportunismo y de la propaganda, fuerzan las fórmulas para consagrar lo que acá sabemos es intemperante vejez.

Cuando recobremos la necesaria serenidad para reflexionar a fondo sobre los acontecimientos que transcurren todavía a nervio abierto y, a veces, deshilachados, percibiremos la interesante carga de novedad que llevan en el vientre. Son tiempos de grandes movilizaciones que logran articularse a través de diversas y complementarias instancias donde la llamada sociedad civil organizada y los partidos políticos confluyen, por cierto y afortunadamente, preservando aquellos matices e, incluso, contradicciones que permiten enriquecer la larga andanza hacia la democracia plena, fortaleciendo la cultura política que se veía amenazada por la resignación hacia el autoritarismo.

El interés académico, real y creador, muy bien podría apuntar a la eficacia política de una Coordinadora Democrática compuesta de múltiples expresiones de la vida nacional y, ojalá, anuncio de un entendimiento básico, de un consenso idóneo, para abordar el proyecto de país pendiente por décadas. Pueden surgir, en su seno, manifestaciones de un radicalismo cercano al golpismo desesperado, mínimo a la luz de todo lo que hemos visto, o una inusitada reaparición del discurso antipartidista que tanto daño nos ha hecho, precisamente el que le metió carbón al tren del oficialismo, pero el rasgo esencial es el de la concertación de esfuerzos e ideas no sólo para lograr la salida de Chávez, sino para dibujar un régimen que responda a la urgencia de una sociedad de derechos humanos y de calidad de vida en libertad.

Tenemos un precedente en la (%=Link(«http://www.ultimasnoticias.com.ve/ediciones/2002/01/17/p27n2.htm»,»Junta Patriótica»)%)
que contribuyó al desplazamiento de Pérez Jiménez en 1958, aunque sin las complejidades observadas en un 2002 que va marcando historia. Nuevos actores se asoman a los espacios públicos, televisivos o no, como promesa de una renovación del liderazgo que puede tener en la mente y en el corazón las experiencias acumuladas por otros más viejos. La calle ya no es el territorio ajeno de antaño. La trivialidad podemos desterrarla al enfocar los asuntos públicos, si nos remitimos a un debate sobrio, fundado y coherente sobre el destino que nos pertenece a todos. ¿Por qué tan vistosos detalles, hechos al filo del drama de las últimas semanas, no entran en los laboratorios de los supuestos cientistas sociales que tienen por empeño la verborrea y no la revolución misma que gruesos sectores de la oposición adelantan en favor de la civilidad?.

El modo delictivo de hacer política puede quedar clausurado definitivamente en un país que hoy paga impuestos y pide cosas tan elementales como contar con seguridad personal en las calles, con empleo y libertad para expresarse sin que se vea amenazado por la serpiente de la violencia. Los espacios políticos pueden llenarse de la imaginación y de la audacia de las que no sabe un presidente que llegó a lanzar la consigna de ocupar las empresas que se atrevieran a pararse, como si fuese portador de un convincente proyecto de autogestión. Es posible ir más allá de lo existente y quizás somos partícipes de una gesta inédita en todo el historial republicano: la de convertirnos en ciudadanos protagonistas de un porvenir, gracias a Dios, siempre inconcluso.

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