Opinión Nacional

La nueva etapa de la oposición democratica (III)

Desde que comenzó, en 1999, lo que Chávez y su primer entorno prontamente llamaron “proceso revolucionario”, se fue formando una oposición en la cual terminaron convergiendo, aunque con divergencias significativas, partidos y organizaciones importantes de la sociedad civil. Estas últimas –CTV y Fedecámaras en primer lugar- actuaron en buena medida como partidos y hasta cierto punto cumplieron roles superiores a los de ellos. Además, influyentes medios de comunicación social que habían recorrido largas trayectorias realizaron abiertas e influyentes actividades políticas como habían hecho durante décadas en el período de la “IVª República”.

La singular realidad señalada en el párrafo anterior fue desdibujándose progresivamente después de que los sufragios por el NO resultaron triunfadores –probablemente gracias al recurso de fraude electrónico – en el referendo revocatorio efectuado el 15 de agosto de 2004. Durante la campaña electoral que culminó en los comicios del 3D el señalado desdibujamiento fue notorio. Hoy es ostensible.

A los fines de reconstruir, en condiciones de lucha prolongada –sobre la cual he escrito reiteradamente y seguiré haciéndolo en tanto juzgue que ello ayuda a la definición y la realización de una estrategia acertada- se requiere que vayan incrementándose progresivamente las luchas propias de la oposición política organizada y democrática (OPDO), así como las luchas reivindicativas características de las organizaciones progresistas de la sociedad civil. Se requiere, además, que éstas actúen con autonomía, que no se inclinen a ser instrumentalizadas por tales o cuales integrantes de la OPDO. Y que éstos respeten tal autonomía, obedeciendo a convicciones principistas. Todo ello sin perjuicio de los acuerdos naturales entre unos y otros sujetos, en el entendido de que las luchas reivindicativas tienen un inevitable aspecto político, especialmente cuando las luchas por la amplia gama de intereses sociales –de los empresarios, de obreros y empleados que trabajan en el sector privado o en el sector público, de los educadores, de los estudiantes, de los profesionales, de los intelectuales en general, de los vecinos- comportan inevitables conflictos con un Gobierno como el actual.

La lucha de la OPDO contra el Gobierno y la lucha de las organizaciones sociales que asumen o pueden asumir comportamientos de oposición, deben tener una estrecha conexión, basada en los intereses e ideas compartidos. Se requiere establecerla o consolidarla, según los casos, en esta nueva etapa de los movimientos democráticos, a los cuales afectan la naturaleza del régimen actual y los propósitos de consolidar sus rasgos fundamentales, hasta donde lo favorezcan o lo dificulten las variables internas -económicas, políticas, militares y las variables externas, económicas y políticas. Para que pueda haber una nueva práctica de tales luchas es necesario corregir el viejo error: sólo así podrá existir un nuevo tipo de relaciones en el hoy disminuido campo de las oposiciones democráticas.

Un aspecto central del asunto es el de los fundamentos conceptuales de la lucha.

El primero de ellos es el conocimiento profundo de la realidad objetiva. A tal efecto es indispensable estudiarla y extraer de ello el conocimiento necesario sobre el país real, sobre la sustancia real del “proceso revolucionario”, sobre el carácter de la transformación posible del país y sobre los modos y variantes de la lucha prolongada.

Es una responsabilidad de la OPDO actual y en menor medida, de las organizaciones que en la actual sociedad civil están ya ubicadas en el campo de la oposición, luchar hasta donde alcancen sus capacidades reales. Hace parte de esa responsabilidad reconocer las respectivas limitaciones teóricas y estimular la participación activa de los sectores intelectuales en la elaboración de un pensamiento multilateral sobre la reforma progresista que se requiere para construir, en todos los aspectos esenciales, el país alternativo.

Muy necesario e importante será que entre las oposiciones organizadas y el extenso campo de los intelectuales progresistas se produzca una creciente comunicación bidireccional, de la cual resulte el enriquecimiento cultural de aquellas y la politización activa de éstos. ¿Cómo lograr lo uno y lo otro? La experiencia me dice que de cada lado deben partir iniciativas de acercamiento, así como la disposición a encontrarlas gracias a reflexiones compartidas, debates abiertos y francos y el interés de descubrir, a medida que la lucha prolongada va transcurriendo, las vías para una reconstrucción necesaria y posible.

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