Opinión Nacional

La olímpica fractura

La evaluación de lo acontecido con la representación deportiva venezolana en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 reproduce hasta la saciedad los males de las organizaciones deportivas subdesarrolladas y literalmente proyecta en forma secular las fallas de la cultura dirigencial deportiva nacional desde siempre. Se tiene la sensación que los atletas están muy por encima de sus dirigentes, que casi nadan a contracorriente cuando compiten en las instancias internacionales que los enfrentan a verdaderas estructuras deportivas, que año tras año producen y no prometen atletas de alto rendimiento. El deseo de todo un país se ve frustrado una vez más por la inexistencia de una motivadora gerencia deportiva. Los atletas que acceden a una medalla son islas que han tenido la fortuna de contar con entrenadores muy completos, oasis en el desierto que prosperan en él gracias a un ferviente espíritu de superación y disciplina que comunican a sus discípulos, luego de la heroica superación de la maleza burocrática para hacer deporte.

Las promesas de las casas del pasado de nuevo aparecen. En esta oportunidad, una medalla de bronce habla y recuerda que ya le habían prometido la vivienda hace cuatro años. Un lector con casa propia comenta que esa es una actitud marginal del atleta, que así no llegamos a ninguna parte. Lo que ni llega a contabilizar este lector, es la cantidad de sacrificios que tuvo que hacer la atleta para montar sobre su medalla los treinta mil millones de bolívares fuertes que costó la representación venezolana en Beijing, incluído el período de entrenamiento. Pero ya los trogloditas de siempre que tenemos en todas partes, le exigen a la joven que se calle la boca y no reclame la vivienda que le prometieron y que además tenga el valor de solicitar un trato similar para todos sus compañeros que dieron el mejor esfuerzo para conseguir los lauros que otros prometieron por ellos sin ayudarlos realmente en el esfuerzo.

Sería más sencillo de lo que muchos imaginan. Si el Estado y la empresa privada promovieran campañas de superación personal y colectiva a través de la imagen de estos atletas, de su ejemplo, de su esfuerzo. Pero sin utilizarlos para idiologizar. Para catequizar prosélitos. No. Ellos no compitieron por un Estado, por un gobierno, por un partido o por una fracción del pensamiento, por la mitad de Venezuela o por una parcela de sus afectos. Ellos compitieron por una Nación, por unos colores que pertenecen a todos, por una barra de seguidores extendida a lo largo y ancho de un país que siempre ha soñado y seguirá soñando con sus victorias. Ellos compitieron por sus hogares, por sus seres queridos, por sus valores familiares que están muy por encima de los intereses ideológicos, porque mientras éstos procuran el poder y el dinero que da el poder, aquellos se fundamentan en el amor sostenido de todos los días, que igual recibe con gozo del corazón tanto al victorioso como el derrotado, como lo recibe la Patria misma , que tambien es madre y que quiere por igual a todos sus hijos, sin distingos de talentos, de dinero, de creencias o militancias.Para la Patria, no hay atletas de segunda, todos son de primera, porque al realizar con pasión , esfuerzo y tesón su práctica deportiva, están conquistando el oro de la vida del joven que emulándolos se aparta del camino del odio, de la diatriba, de la división, de la discusión estéril. El atleta, ha aprendido a través del deporte, a respetar a su contrincante, a competir con él, no contra él, a compartir con él las grandes lecciones del crecimiento humano. Pregúntenle a un atleta donde están sus mejores amigos y a quienes más admira. Conseguirán sorpresas. Muy probablemente conseguirán a los rostros que adversaron en la competencia.Porque para el corazón del atleta, la victoria más significativa que el color del metal de su medalla, se encuentra en la victoria de la amistad que le permitió alcanzar un escalón mes en el podio de su desarrollo humano

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