Opinión Nacional

La Opinión Pública como el Justo Juicio Político II

Supuestos de la Opinión Pública en una Democracia

Podemos afirmar que la Opinión pública como Juicio Político de los Ciudadanos sólo se puede dar en una Democracia, debido a los presupuestos que la componen, es decir, para que exista una Opinión Pública que verdaderamente refleje el estado consensual o de disenso de la ciudadanía, se hace necesario la existencia normativa de una serie de libertades para el hombre. Algunas de éstas son: la Libertad de Pensamiento y de Expresión, o sea, para que exista diferentes opiniones es necesario el principio fundamental de la no intromisión exterior que coarte mis pensamientos y mis querencias de expresarlos, por medio de la implantación jurídica de la Libertad del Pensamiento y la consiguiente Libertad de Expresión; otro derecho que presupone la idea que estamos manejando es el referido a la Libertad de organización, específicamente de la organización de la comunicación, este principio es fundamental, pues es la forma de expresión de la Opinión pública en las sociedades democráticas; Sartori llega aquí a un punto relevante, ya que, en una sociedad democrática debe existir una estructura de los medios de comunicación que sea plural, que refleje distintos centros de opinión, distintas posibles verdades que correspondan a la diversidad de doxas de los ciudadanos (téngase excesivamente presente para nuestro caso), y que, en un régimen autocrático, autoritario, existen estructuras monocéntricas de comunicación, es decir, de acuerdo a los conceptos aquí manejados, no existe Opinión Pública en un régimen autocrático, sino sólo existe la Opinión Personalista del Príncipe.

¿Vigilancia continua para la Democracia?

“(…)aquel que manda es más terrible en cuanto está
más escondido (…) aquel quien debe obedecer
es más dócil en cuanto es más escrutable y
visto en cualquier gesto, acto o palabra.”
(Bobbio, 1986, 110)

Las ideas encerradas en la anterior cita, sobre una interpretación del Panopticón de Bentham, expresa el punto central en relación con la Opinión pública en una Democracia; es decir, aun cuando Bobbio expresa que la idea del Panopticón, la cual es la idea, desde el punto de vista del súbdito (o ciudadano), de la permanente vigilancia por una autoridad, es la característica de las relaciones asimétricas de poder en los regímenes autocráticos, y no, en las relaciones simétricas de los democráticos (en el sentido iusnaturalista del Contrato Social) se puede trasladar esta idea y complementarla a los regímenes democráticos de la siguiente manera:
Si se puede entender a la Democracia como el gobierno del poder público en público , representándonos las imágenes de la Democracia de los antiguos, entonces, es necesario aclarar que:

“(…) Todas las actividades de los gobernantes deben ser conocidas por el pueblo soberano, excepto alguna medida de seguridad pública (cursivas mías), que se le debe hacer de su conocimiento en cuanto el peligro haya pasado” (Bobbio, 1986, 97)

Es decir, en una sociedad democrática debe existir un poder oculto, un secreto necesario para la salud pública justificado por su relación con la temporalidad, semejante a la idea de Dictadura romana, o comisarial, por el cual, se toman medidas excepcionales, por medio de la concentración del poder, en razón de un cierto tiempo.

En este sentido, podemos decir que, el Estado Democrático nació del Estado Absolutista, el cual se caracterizaba por la no-obligación del Rey de revelar a los destinatarios de las órdenes el secreto de sus decisiones, en el que el secreto no es la excepción (como en los regímenes democráticos), sino la regla; este principio, como nos lo señala Cárdenas (1999), tuvo tal arraigo en el funcionamiento del sector público que resistió los cambios introducidos por los principios de las revoluciones liberales, aun a pesar de ser abiertamente contrarios a éstos, es decir “(…) el secreto es una de las constantes que caracterizan, a través del tiempo, la acción administrativa” (Cárdenas, 1999, 49). Tal es así, que:

“Con la llegada de la democracia el principio del secreto tampoco desapareció. Esto encuentra su explicación en el hecho de que el proceso democrático no se desarrolla necesariamente en forma global, ya que una democracia política no siempre conlleva a una democracia administrativa, económica o social.” (Ibidem., p. 51)

Con todo lo anterior se quiere decir que en las Democracias todavía existen espacios ocultos o secretos, unos justificados temporalmente y en beneficio público, pero otros no necesariamente justificados de la misma forma, sino que son resultados de las inercias históricas del secreto absolutista en el poder público, es por ello que, en una sociedad democrática es necesario imponer la regla de la “publicidad” y la “transparencia”; el primero, como categoría iluminista, según el cual, se debe batallar las sombras, los secretos del poder, por medio de su iluminación, es decir, es necesario la publicidad de las deliberaciones y las decisiones (visibilidad, cognoscibilidad, accesibilidad) para que la Opinión Pública pueda debatir y criticar, de esta manera, los actos y decisiones del gobierno; pero también es necesario la “transparencia” de la administración pública, como un término que viene a complementar la idea de publicidad de la administración ya que es un movimiento de apertura hacia el exterior, representado con la imagen de la casa de cristal que se pretende convertir al gobierno.

Finalmente, para completar la idea iniciada en la cita del Panopticón de Bentham, podemos decir que, con las ideas de Publicidad y Transparencia se pretende, en una sociedad democrática, que los individuos, particularmente, los ciudadanos, ejerzan el rol de la autoridad (el vigilante) del Panopticón, en el sentido de que por medio de estos dos principios la Opinión Pública pueda ver todas las actuaciones del poder público para criticarlos y debatirlos, y sentar así, la idea e imagen según el cual, se pueda ejercer la permanente vigilancia por parte de la Opinión pública al Estado (como límite a él); y por ende, el correspondiente comportamiento controlado del poder público aún sin la necesidad de la existencia de un activismo de la Opinión pública (que correspondería a la imagen de los prisioneros que actúan, de una forma controlada, creyendo la permanente vigilancia del vigilante) .

Estos argumentos serían perfectos para una sociedad, que puede ser la tan nombrada Sociedad Civil, sacrosanta, pura y permanentemente virtuosa, sin embargo, no estamos en los inicios del liberalismo político para suponer esta panacea liberal (en su sentido clásico e ingenuo), pues sabemos que existen y han existido otros poderes, no necesariamente políticos, que pueden constreñir (porque se caracterizan por su arbitrariedad) al ciudadano, como es el caso del económico y social (o comunicacional). No es ajeno a nosotros que históricamente ha habido empresas y corporaciones que han sabido explotar a los más débiles de la sociedad con fines exclusivamente económicos (de ahí el surgimiento de la “cuestión social” y la crítica marxista, comunitarista a estos casos.), igualmente sabemos, aunque irónicamente por programas en Televisión, que existen empresas comunicacionales y de información (T.V. fotógrafos, etc.) que están gustosamente dispuestos a invadir la privacidad de las personas para exponerlos al público (por ejemplo, el caso de la muerte de la Princesa Diana de Gales, entre otros centenares de casos). Es decir, existe diversidad de poderes que podrían arrebatar o disminuir sensiblemente nuestra libertad como ciudadanos de una sociedad. Y aunque un grave peligro para nuestra integridad como ciudadanos está en el Estado (que siempre querrá ser secreto, céntrico e invadir más la esfera de la sociedad, por su propia lógica), también otro posible y seguro peligro está en otros centros de poder (económico y comunicacional, por ejemplo) que no son, por definición, públicos, sino privados, secretos. De ahí el potencial peligro de estos centros, quizás, hasta con más urgencias que el público-político que por esencia en una democracia deben ser transparentes y publicitados.

¡Porque la Democracia es Tolerancia o no es!

(%=Link(«http://analitica.com/va/politica/opinion/2654782.asp»,»Parte I de este artículo»)%)

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