Opinión Nacional

La oposición democrática

El desenlace de la exitosa marcha cívica del pasado 11 de julio sirvió para evidenciar que la inmensa mayoría de quienes participaron en ella están convencidos que la profunda crisis política y socio económica que envuelve al país reclama la aplicación de métodos democráticos para ser resuelta y que no basta desalojar a Hugo Chávez Frías del ejercicio de la Presidencia de la República para restaurar la institucionalidad perdida en el transcurso de los últimos tres años.

Pero, al mismo tiempo, el desarrollo de esa actividad ciudadana de neto corte oposicionista al régimen actual, mostró que hay sectores impacientes, aunque minoritarios, dentro del movimiento en cuestión, que juegan al uso de la violencia armada (léase: golpe militar) para alcanzar una salida rápida a un proceso que supone de por si el empleo de los más diversos métodos de entendimiento y negociación para poder alcanzar soluciones duraderas y estables.

Es por ello que algunos analistas y comentaristas han apreciado signos quebradizos en la unidad de la Coordinadora Democrática, en particular por la actuación de quienes promovieron la movilización de una significativa muchedumbre hacia La Carlota cuando ya la marcha estaba por finalizar. Si a esto se agrega la desconfianza que algunos dirigentes del movimiento han expresado hacia los partidos políticos tradicionales, se entiende que hayan surgido sospechas a nivel ciudadano respecto al futuro de la estupenda iniciativa cívica que ha permitido que densos sectores de la población recuperen el uso de las calles en franco desafío a las hordas chavistas y comience a barajarse la posibilidad cierta de un cambio de régimen a través de mecanismos institucionales.

La oposición, ciertamente, tiene que conservar el carácter democrático que hasta ahora ha presentado y, necesariamente por tal razón, sus dirigentes están obligados a conjurar cualquier desvío en los objetivos y propósitos del movimiento. Pero, asimismo, deben mantener el criterio de amplitud que ha hecho posible la simbiosis de ONG’s de distintos signos, partidos políticos tradicionales y nuevas fuerzas políticas emergentes, lo cual garantiza la erección de una barrera sólida a cualquier intento excluyente y sectario.

Los próximos días serán decisivos para definir el futuro del movimiento oposicionista y, sobre todo, para juzgar su capacidad de éxito en el campo político. De persistir la orientación democrática, como es deseable, no hay duda alguna de que se avanzará en el terreno positivo, tanto en el campo interno como en el foráneo, cuestión esta última de extraordinaria importancia en cuanto hace referencia a la aplicación de la Carta Democrática Interamericana respecto al fortalecimiento y preservación de la institucionalidad democrática (Arts. 17 a 22/CDI). E igualmente, en el espacio doméstico, cabe señalar que la población venezolana no aceptará solución alguna a la grave crisis política y socio económica por la cual atraviesa el país, que no se adecúe e inspire en los mecanismos democráticos.

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