Opinión Nacional

La oposición en su laberinto

Hoy más que nunca, la vitalidad de la sociedad civil y del pueblo en general, conforman la base de la democracia en el país. Muchas organizaciones políticas y, por ende, sus líderes, siguen viéndose el ombligo, mientras la vesania autoritaria muestra sus contradicciones internas. Para los sectores democráticos, es fundamental abrir, explorar, nuevas perspectivas llenas de imaginación, definitorias de nuevos cursos para la acción popular.

Ya las marchas sin destino no son atractivas para nadie, excepto para quienes las convocan de manera rutinaria, como quien sale a pasear un domingo para distraerse. El uso y abuso de este instrumento de protesta civil, lo han convertido en un tedioso acto sin eficacia política. Por ello los últimos eventos se han visto tan poco concurridos.

Vivir en regímenes gobernados por líderes mesiánicos e inestables, es vivir en un permanente estado de excepción. En una borrachera opresora, alienante, que colma todos los espacios de la vida social. Los resquicios para vivir en libertad se reducen a su mínima expresión. Sólo queda el refugio del ser individual. El ser colectivo transita la categoría de masa manipulada por la propaganda totalitaria del mensaje único. No hay respeto a las reglas. El sentido común da paso a los deseos de quien ejerce el poder de manera autocrática: sin límites, ni controles.

Ante esta realidad, topan grupos que no terminan de entender lo que sucede a su alrededor. Sino que viven ensimismados, esperando, quizás, que las cosas cambien por algún hecho divino o fortuito. Sus pequeñeces y atavismos les impiden empinarse más allá de sus propios “intereses”, ajenos, por supuesto, a los de los ciudadanos.

El momento reclama hacer un balance, una reflexión, una autocrítica descarnada sobre las actuaciones del pasado y los decepcionantes resultados obtenidos. Enfrentar la nueva reforma de la Constitución no puede significar una repetición fantasmal de los errores y omisiones anteriores. Con los mismos planteamientos, las mismas hipocresías y engaños. Por cierto, ya han hecho aparición en el escenario político los monigotes, los mandaderos del gobierno, y algunos de la oposición, para ponerle tapa-ojos a la gente, a fin de que sólo vean la parte del tinglado que a ellos les conviene.

Enfrascarse en el debate constitucional, dejando a un lado los problemas de los barrios populares, la corrupción gubernamental, el fracaso de la revolución en traer paz y bienestar, el desorden administrativo y los compromisos internacionales de los boinas rojas, sería, entonces, no aprender de las experiencias anteriores: tropezar dos veces con la misma piedra… es menester una discusión realista. Las exquisitas abstracciones de los jurisconsultos no pueden colmar los medios de comunicación.

Al pueblo se le habla de forma directa, resaltando los resultados funestos de la permanencia de por vida de un hombre en el poder; mostrándole el grave daño que se le hace a la economía, cuando se imponen por la fuerza los métodos de producción comunista (así se llame socialismo del siglo XXI), con su perversa carga de miseria y pobreza; destacando el significado del lavado de cerebros, mediante la utilización de la ideologización de los niños y jóvenes, para convertirlos en fanáticos y adoradores del líder único; enfatizando los méritos y bondades de la libertad del ser humano, como ente racional y pensante; en fin, son tantos los temas a tratar…
Seguir empeñados en la discusión sobre la obsecuente falta de neutralidad del CNE, en participar ha o no, en “el Chávez vete ya”, y en todas las consejas del pasado, implica hacerle el juego a quienes quieren perpetuar al teniente coronel en el poder.

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