Opinión Nacional

La oposición seguida

No ha sido fácil pasar de la oposición social y difusa a la política y concreta. Quizás nos encontramos en plena transición, pues, queda pendiente un mayor aprendizaje en torno a las luchas cívicas de invalorables consecuencias para el futuro.

La oposición es objeto de un estricto y confeso seguimiento por un gobierno que va sincerando su vocación autoritaria. No se trata de tomar apuntes en torno a los nombres y circunstancias que ayudan a levantar, poco a poco, el edificio de los servicios de inteligencia. Ahora, por un desliz (in) voluntario de Eliécer Otaiza, confuso teórico de la revolución, esbozamos la posibilidad de una inmediata y directa represión, la que no pueden encarar los tristemente célebres círculos del terror. Y es que en nombre del sentido de autoridad, necesario de reivindicar según el ex – director de la DISIP en trance de descubrir la noción, naturaleza y alcance conceptuales del Estado, podemos sufrir una implacable persecución que dirá de la desesperada supervivencia de un oficialismo ajeno al curso de la historia.

Autoridad ausente desde los primeros días de un gobierno que ha atentado, precisamente, contra el Estado. Distintos actos terroristas, como la colocación de sendos artefactos explosivos y lacrimógenos en Iglesias, plantas de televisión o las más concurridas estaciones del Metro, quedan sepultados bajo la impunidad y no queda más remedio que sospechar del mismo gobierno, por no citar la colonización de los otros órganos del Poder Público. Sin embargo, moralmente inhabilitados, los sectores oficialistas alzan su voz para quejarse de una oposición esencialmente pacífica y democrática, a la que amenaza literalmente con aplastar así represente al 90% de la población electoral.

Otro es el seguimiento al que deseamos referirnos: la sociedad cifra sus esperanzas en la dirigencia opositora, plenando las calles para rechazar al gobierno, pero –frecuentemente- se evidencian espacios inexplicablemente abandonados cuando la cita es con las cámaras –ésta vez- de televisión. No pocos ciudadanos observan que la correlación de fuerzas en el seno de la Asamblea Nacional (de) pende más de la inasistencia, descuido e irresponsabilidad de una membresía que no ha podido desarrollar normalmente su trabajo por la gravísima situación en la que todos nos encontramos.

En efecto, ha habido debates parlamentarios perdidos por los sectores de oposición debido a la injustificable ausencia de aquellos que prefieren el calor y el colorido de las multitudinarias marchas, antes que dar el combate en la Cámara aún cuando ha sido indispensable en el esfuerzo mancomunado de lograr la paz y la plena vigencia de las libertades democráticas. ¿Cuántas discusiones no se han perdido por causa de los diputados que, al renunciar a sus posiciones ganadas, pugnan por copar las microondas?. De ello se ha dado cuenta la ciudadanía, aunque falta mucho porque pueda llevar la cuenta de las omisiones que también contribuyen a sostener esta prolongada improvisación que se ha dado en llamar gobierno. Por lo demás, el oportunismo se ha dejado colar de tal modo que figuras escasamente representativas de la vida nacional, entre trompadas y trompadas, se abren paso en el escenario de luces como si fuesen decisivas y relevantes a la hora de propiciar una salida a la crisis.

Una oposición doblemente seguida tiene la respuesta. La más importante a dar, para dibujar el porvenir, es a una ciudadanía interesada en bajarle el colesterol que impide una acción eficazmente concertada para agudizar las contradicciones congénitas de un modelo político, afianzado en un único actor, como es el que padecemos.

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