Opinión Nacional

La oposición y la sociedad civil

Una de las características más resaltante de la Constitución de 1999 es la importancia que otorgó a la sociedad civil o a la población en general, hasta el punto que cambió el sentido de la democracia y le dió su justo valor en materia de principios, contrariamente a la Constitución de 1961 que desnaturalizó su génesis y su etimología (gobierno del pueblo) y la convirtió en un sistema de cúpulas o cogollos.

La nueva Constitución da a la sociedad civil un papel estelar en el desenvolvimiento de la democracia, debido a ella puede opinar, decidir, revocar mandatos, iniciar leyes y abrogarlas, intervenir en la adopción de las políticas fundamentales del Estado, y en la conformación de la integración de sus instituciones, incluyendo la democratización interna de los hegemónicos partidos políticos y sindicatos. En la práctica ha sido así: designó una Asamblea Constituyente, aprobó en referéndum una nueva Constitución, participa en la depuración del poder judicial, en la creación de los jurados para la evaluación y concursos de jueces y en sus designaciones definitivas y ahora intervendrá en la conformación de los poderes públicos, como el Tribunal Supremo de Justicia y el Poder Ciudadano, actualmente en discusión en la Asamblea Nacional.

Sin embargo, una democracia amplia, sin restricciones ni amenazas, como necesariamente tiene que ser, es como abrir las rejas en un zoológico, cada cual, sin contención, desata sus furias, la naturaleza del ser y emprende la satisfacción de sus propias necesidades y tendencias. Así como los animales, o el ser humano, se resisten, se rebelan ante un yugo, hasta que finalmente aceptan la mansedumbre; también la libertad absoluta, la seguridad del respeto de la integridad y cuando no se tienen ideas con las cuales luchar, igualmente enardecen al hombre, es como quitarle, al menos en política, las armas legítimas de combate por lo que tienen que recurrir al insulto, la ofensa, la tergiversación de la verdad y a todo lo que ayude, por miserable que sea, a oponerse a una nueva situación. Un gobierno, como el actual, que en los últimos cincuenta y cinco años, desde 1945, sea el primero que no haya tenido un solo preso político, un perseguido, un exiliado, ni siquiera un muerto, en nuestra tradicional política, es como un juego de fútbol sin balón. Es ventajismo. Se añoran algunos gobiernos del pasado y su partido que cometían toda clase de fechorías, y por lo tanto, era fácil de combatirlos. Era excitante, políticamente hablando, se sentía la emoción que siente un pescador cuando se topa con un cardumen.

Actualmente la Asamblea Nacional, en uso de sus legítimas facultades, procura modificar y mejorar la integración de algunos poderes públicos, provisionalmente a mi manera de ver, y la oposición, enfurecida y aguerrida como toda minoría, pretende que en el Comité de Postulaciones, por crearse, élla y la sociedad civil afecta a sus intereses, tengan preponderancia o influencia determinante y no la mayoría, como es la regla en toda democracia.

La sociedad civil tiene que ser consultada y debe integrar el Comité de Postulaciones con representantes de los diferentes sectores de la sociedad, tal como lo establece la Constitución, pero eso no quiere decir que dicha representación provenga de las filas de quienes adversan a ultranza la realización del proceso de transformación. Esos representantes pueden disentir del gobierno y de su política, pero no del cambio que necesita el país y por el cual votó mayoritariamente el pueblo venezolano. En los organismos de depuración del poder judicial que me ha tocado presidir, las comisiones de cooperación designadas han sido integradas con mayoría absoluta, cuando no totalmente, por personalidades independientes o no afectas al gobierno, pero han sido mujeres u hombres honorables, académicamente inobjetables; eso si, partidarios del saneamiento de la justicia en el país, es decir, del proceso de cambio en el área judicial. No es imaginable que los enemigos de la independencia de Venezuela, en su época, muchos de ellos criollos, pretendieran que la Sociedad Patriótica estuviera también integrada por los partidarios del Rey, de haber sido así, todavía seríamos una colonia.

La oposición recalcitrante, desmedida en sus críticas, que en su visión futurista ven a Chávez como un dictador sombrío, por más democrático que haya sido, si quieren imponer sus criterios que, por cierto, aun no han revelado, pero que se supone son los mismos que predominaron durante cuatro décadas, deben unirse y seguir luchando para convencer al pueblo y obtener su mandato para imponer sus contrarreformas. Son las reglas de la democracia, la que tanto invocan y por la que tan poco respeto tuvieron.

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