Opinión Nacional

La otra oposición

Inevitable, una mezcla de rabia, indignación e impotencia, nos acompaña. Opera el mito de la mayoría oficialista, a pesar de la movilización tan contundente de la oposición hacia palacio; y el regreso de Chávez se ofrece como un eficaz recurso de distracción frente a la consabida masacre.

Jamás compartimos una salida golpista, insistiendo en la necesidad de enmendar la vigente constitución para celebrar nuevos comicios presidenciales y, de esta manera, legitimándolo, actualizar el poder. Y si bien es cierto que no debemos desmayar en el combate cívico contra la predominante tendencia autoritaria, también lo es que urgimos de una reflexión que permita decantar los propósitos y las iniciativas de una oposición llamada a reconstruir una senda de futuro para un país que no la hallará en el pasado.

El tránsito de una oposición social y difusa hacia otra política y concreta requería de algo más que el simple voluntarismo, equipado además de toda suerte de prejuicios soterrados. Apunto a algunas expresiones de la sociedad civil organizada que apostaban por desprenderse de esos tan fastidiosos, abigarrados y corruptos políticos, en nombre de una pureza de ideales que, por tal, lucían aéreos y legitimadores de cualquier exabrupto. Un asunto de ciudadanos, se dijo, como si los partidos no pertenecieran a tan terrenal órbita.

De esta manera, supimos de ese otro postchavismo que nos consternó, alterando inmediatamente el orden constitucional con todos los efímeros festejos del Salón Ayacucho, donde no todos los asomados cabían en la foto, encontrándose al lado de los protagonistas. La salida de Chávez era demasiado obvia en el contexto de una masacre, por lo que la Asamblea Nacional ha debido rápidamente operar, pero era demasiado tarde para todas las diligencias de conformación de gobierno que adivinábamos detrás de las cámaras. Demasiado evidente que Carmona, quien vino escalando posiciones en el gremio empresarial y adquiriendo experiencias, no contó en el momento con las destrezas de los especialistas del mundo político para solventar tan difícil situación.

De los partidos queda la no tan increíble necesidad de reivindicar su naturaleza política, pues, algunos incurrieron en importantes errores, destacando la adopción de iniciativas sin contar con el debate y la autorización de sus instancias colegiadas, por no mencionar a uno que cuenta con un privilegiado acceso a los medios de comunicación social y debe aprender, precisamente, a hacer política antes de sentirse ungido por las circunstancias. Sin los partidos no es posible una transición hacia la democracia, lo que es un llamado de angustia: sin la democratización radical de los partidos, abiertos y complementados con las distintas manifestaciones de la sociedad civil, la libertad se hará más distante.

Un examen sereno de todo lo que aconteció luego de la masacre, incluyendo las atoradas disputas regionales por ganarse la venia de Caracas, en la presunta retirada de gobernadores y alcaldes, dará las pistas de un sector regresivo de la oposición que guarda paradójica correspondencia con el oficialismo de piquetes dizque bolivarianos y presto a consentir los saqueos. Y ese examen no obstaculiza, sino favorece,una solución legitimadora a la crisis, donde la valiente y heroica sociedad civil encuentra los cauces del entendimiento político.

Dramáticas lecciones las del momento. Regresamos sin haber ido nunca.

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