Opinión Nacional

La Paragua o el inicio de la guerra asimétrica

Si aceptamos la definición de guerra asimétrica que ofrecen los teóricos militares del chavismo (Raúl Baduel, entre otros) como “el choque entre un ejército de ocupación fuertemente armado y la resistencia que ofrecen grupos de civiles inermes ( o casi inermes) a la agresión, entonces no hay duda que el ataque de efectivos del TO-5 con helicópteros rusos MIL-17 y fusiles AK-103 contra un grupo de pequeños mineros en La Paragua que apenas podían echar mano a sus herramientas de trabajo, y cuyo saldo fue de 6 mineros muertos, es el primer ejemplo de guerra asimétrica en la novísima Doctrina de Seguridad y Defensa que hace poco adoptó la Fuerza Armada Nacional.

Analicemos el concepto de “ocupación” que podría resultar controversial puesto que el teatro donde ocurrieron los hechos el lunes de la semana pasada, el sur del Estado Bolívar, es parte raigal del territorio venezolano y la fuerza militar que operó es el Ejército, a través del T0-5, uno de los componentes castrenses que, de acuerdo al texto constitucional, debe proteger y defender al país de agresiones armadas internas y externas.

Pero que si notamos fue recientemente “implantado” en Guayana por razones políticas, tratando de despejar lo más posible la región de grupos incómodos no confiables y que obstaculizaran el control de minas que presuntamente contienen material estratégico, convenimos en que ciertamente puede ser definido como un ejército de ocupación.

Grupos en ningún sentido armados con fines militares, y que no operan como fuerzas regulares o de guerrillas, y a lo sumo incursas en operaciones partidistas de oposición, o actividades de la delincuencia organizada.

Y a los cuales se hizo sospechosamente necesario enfrentar bypaseando a la Guardia Nacional en la región, al componente de la FAN que por tradición y también de acuerdo a la ley es la responsable de vigilar y controlar la zonas fronterizas y habérselas con los problemas de orden público en áreas como las mineras que son propensas a la inestabilidad y la penetración del crimen organizado.

Pero que al igual que densos y numerosos grupos de la población no es confiable a la hora de certificar su lealtad a Chávez y a la revolución, dándose el paso de que, so pretexto de combatir la corrupción y la ineficiencia con que presuntamente operaba, fue suplantada con la fuerza leal y revolucionaria por excelencia: el Ejército.

Y ello fue la razón de que a finales de septiembre del año pasado, y basándose en una denuncia de mineros militantes del partido de gobierno, se tomó la medida extrema de eliminar el Comando de Operaciones Regionales N° 8 de la Guardia Nacional (CORE 8) y sustituirlo por el Teatro de Operaciones N° 5 del Ejército ( T0-5), abriendo curso a una situación nueva por la cual una fuerza experimentada, veterana y con casi medio siglo de control y vigilancia de la zona, fue sustituida por un componente como el Ejército que no conoce de orden público y es neófita en el dominio de la psicología, historia, costumbres y cultura de los habitantes de la zona.

Pero con un aval de primera para cumplir tareas políticas, como que fue la única fuerza que secundó a Chávez en el golpe de estado del 92 y de entonces acá ha sido el puntal para desaparecer o minimizar las otras fuerzas y dar respuestas en caso de que la revolución y su jefe estén peligro.

Y aquí habría que referirse a información de inteligencia según la cual, a partir de la expulsión y reinstalación de Chávez en el poder en abril del 2002, desde los altos mandos del chavismo se tomó la decisión de convertir el sur del Estado Bolívar en una zona de repliegue o alivio, en caso de que otra marejada popular, o una invasión extranjera, lo aventara de nuevo fuera de Miraflores y se hiciera necesario escabullirse, resistir y organizarse para la reconquista.

Y que de acuerdo a los delirios recurrentes de Chávez y las fantasías trasnochadas que le alimentan iluminados del folklore bolivarianista como los generales Pérez Arcay, Muller Rojas y Albornoz Tineo, no podía ser otra que Guayana y la región sur del país, ya que fue el territorio desde donde el Libertador Simón Bolívar se rehizo de las derrotas de los años 14, 15 y 16 del siglo antepasado y pudo reestructurar la estrategia que condujo a Carabobo y la creación de la Gran Colombia.

Sueño este último que prendió en Chávez tan pronto se hizo del poder en febrero del 99, y solo fue desechado cuando agentes del islamismo más extremo y de los presidentes de Irán y Siria, Mahmoud Ahmadinejad y Bashar Al-Asad, lo convencieron de que la salvación de la humanidad está en el Oriente Medio y vía el desarrollo de la energía nuclear.

Y con ellos el trabajo de las misiones, de las cooperativas, de los grupos de comisarios, unidades y células que catequizan, adoctrinan y entrenan a los acólitos para una eventual resistencia.

Pero también de los partidos del bloque del cambio, y en especial del MVR, de la gobernación del general Rangel Gómez y de las alcaldías, y de los concejos municipales y comunales y de la CVG y de las empresas de Guayana, con toda esta estructura redirecccionada y reconvertida para lograr que el día en que sea necesario, Chávez encuentre en Guayana, ciudades, pueblos, ríos, selvas, y sabanas dispuestos y propicios para la continuidad de su reino.

Y, desde luego, que entre tanta revulsión, turbulencia, deslave y remezón, la penetración a borbotones, inasible e incontrolable de la delincuencia organizada, de la minería ilícita, el contrabando de oro y diamantes, el narcotráfico, los secuestros extorsivos y todo cuanto puede suceder en una sociedad donde un grupo de irresponsables suspende la ley para imponer su ley, con el resultado de choques sangrientos como los que ocurrieron a comienzos de semana en La Paragua, el río Caura y Maripa.

La Paragua, río Caura y Maripa…pero a comienzos de año precedidos por el secuestro y asesinato monstruoso de la hija del jefe del Estado Mayor del T0-5, coronel Roberto Di Luca, en circunstancias de que ya se había pagado un rescate en efectivo y en lingotes de oro y rumores de que la incautación de drogas, los ajustes de cuentas y las guerras entre mafias estaban en el origen de tan espantosa tragedia.

Porque es que debe subrayarse que si bien la migración de los pequeños mineros hacia actividades más cónsonas con la preservación del ambiente como son el fin de la devastación de las cabeceras de los ríos indispensables para nutrir las represas que suministran el 50 por ciento de la energía eléctrica del país, también debe anotarse que tal política tiene perfiles excluyentes y busca desalojar minas y poblaciones de gente no afecta al régimen que podría obstaculizar la constitución de la Guayana socialista, revolucionaria, bolivariana y restauradora.

Por eso los resultados del programa de reconversión son asimétricos, con grupos de pequeños mineros del partido oficial y la revolución recibiendo todas las ventajas para emigrar o permanecer, y con los enemigos, neutrales y militantes de la contrarrevolución acosados, ninguneados y hostigados para que se alejen, retiren, y olviden no solo de las buyas, sino también de la zona que ha sido elegida para la reconquista de Venezuela y la creación de la nueva Gran Colombia, la del siglo XXI.

Así como es igualmente asimétrica la respuesta de quienes, sin helicópteros rusos MIL-17, fusiles de asalto AK-103 y equipos modernísimos de comunicación, tienen que recurrir a picos, palas, piedras y sirucas para, en base a la novísima Doctrina de Seguridad y Defensa Nacional adoptada por la FAN y pregonada por Chávez, y sus flamantes teóricos de la también llamada guerra de cuarta generación, Baduel, Quinterio Vitoria y Lameda Hernández, ofrecer sus vidas para contener los atropellos.

Y del otro lado los teóricos de la guerra asimétrica, ahora convertidos en generales en campaña, experimentando en tiempo real con variables que les dirán el quantum de presión militar, política y mediáticas necesarias para que la resistencia se retire a contar sus muertos lo más discretamente posible y sin escándalos que generen problemas de opinión pública.

Materia en la cual Chávez, Baduel y demás teóricos de la guerra asimétrica podrían asesorarse con los comandos del Ejército de Estados Unidos y sus aliados que operan en Irak y Afganistán, que se sentirían orgullosos de contar con unos discípulos aprovechados, no solo en el papel, sino en los teatros de la guerra real.

O lo que es lo mismo: otro ejemplo del cumplimiento de la Ley de las Consecuencias Inesperadas que establece que en política, como en el campo militar, lo más seguro es que los operadores se encuentren con resultados en la vía inversa de los que esperaban.

Chávez, Baduel, Quintero Viloria, Lameda Hernández y Montilla Pantoja haciendo la guerra asimétrica, pero no contra la oligarquía y el imperialismo, sino contra el pueblo de Venezuela que se niega a ser sometido y a perder sus libertades.

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