Opinión Nacional

La pobreza del debate

Desde 1958 a la fecha hay un consenso básico en la clase política venezolana, y que hoy comparten las dirigencias del oficialismo y de la oposición. Es el consenso en contra del capitalismo de libre mercado, y a favor del sistema intervencionista, dirigista, estatista (y por naturaleza fuertemente centralista) que existe. A favor del statu quo.

Por eso nadie discute que el Estado debe intervenir por la fuerza en toda suerte de actividades económicas y en “el cuidado del ambiente”, así como en esferas muy personales como salud, educación, familia, deportes y entretenimientos. Ni que para cumplir tan amplia gama de funciones, debe contar con facultades, poderes y recursos ilimitados. Además, los Gobiernos defienden sus propias ideas en temas delicados como crianza y educación de niños y adolescentes, sexualidad y creencias religiosas, y las imponen por la fuerza con sus omnímodos controles, y con el uso de su inmenso presupuesto. Porque también se acepta que para sostener sus enormes gastos, los Gobiernos pueden decretar cuanto impuesto se les ocurra, imprimir billetes a discreción -generando continuas alzas en los precios- y endeudarse sin límite. Y poseer bancos y empresas de toda clase, confiscar las particulares cuando lo deseen, y/o gerenciarlas a través de regulaciones. Y también poseer centros docentes, hospitales y cajas de jubilaciones; y gerenciar las de los particulares mediante leyes regulatorias.

Ese es el sistema. Esa es la receta que no se discute. Por eso tenemos un debate muy pobre, que elude los aspectos ideológicos, y se centra no en la receta sino en los cocineros. Es decir, en si Fulano es mejor que Mengano, o Zutano mejor que ambos (o peor). Si aparece un grupo como Rumbo Propio, que cuestiona el sistema, o sea el modelo -la receta- todos de inmediato tratan de reprimirlo, silenciarlo o ignorarlo. Porque va en contra del consenso básico sobre el statu quo aceptado y aceptable para la clase política.

Chávez dice querer un debate ideológico. Pero es mentira. Le teme al debate ideológico, y por eso frente a Rumbo Propio, el Presidente y sus seguidores no hacen más que repetir el sonsonete de “separatismo”, forma cómoda de negarse a debatir. Y la dirigencia opositora también se niega a debatir, con el chantaje de “la unidad”. Pero no es la unidad en torno a un proyecto de país, a una propuesta de altura que de a Venezuela la salida a sus crisis. Es la unidad en torno a liderazgos puramente personales; y por eso es tan difícil, porque las aspiraciones personales son difícilmente negociables.

En esta condición, no es bueno el futuro previsible. Si la oposición no logra desplazar a Chávez, el futuro de Venezuela sería como es Cuba ahora, entronizando el Gran Jefe un familiar suyo, antes de morir en su cama. Dentro de muchos años. Si lo logra, será por pura inercia, y tampoco pronto. Entonces sería como es ahora Nicaragua, con el Gran Jefe de vuelta en el poder, tras un triste y sórdido paréntesis, que aquí sería mucho más breve.

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