Opinión Nacional

La política ligera y el cinismo de los hampones

Para el término política ligera, lo que se quiere explicar, y darle significado, es a un tipo de función y gestión política de la insensatez, la inoperancia y la superficialidad, aunado a un cinismo sin precedentes en las políticas del desgobierno de Nicolás Maduro con su grupo de ampones. Es decir, la política ligera, como la función política, del político mediocre en su desempeño en las instituciones en nuestro sistema político desde el ejecutivo, legislativo, judicial y electoral, aunado a la poca credibilidad que gozan los partidos políticos en la actualidad. Ello va coloreando en su estercolero a las demás instituciones que hacen vida para lograr mejorar nuestra calidad de vida del venezolano envuelto en una maraña de incertidumbre en todos los sectores sociales.

 

De hecho, la política ligera se crea y pulula en la mala función política de gestión del político montonero, del político tartufo de su grupo, del político que no puede mirar más allá de sus límites fronterizos y mucho menos de entender los profundos efectos de la globalidad política y la globalización económica. Se pasean por el mundo con la ridícula consigna de un comandante fallecido y que por timador hizo de Venezuela un burdel en su gestión.

 

El político ligero es aquel que piensa; –quítate tú para ponerme yo-, en desmedro de proyectos claros para mejorar y visualizar una mejor sociedad y democracia para el futuro. Ese tipo de político, son los que lesionan la democracia, dañan las instituciones y provocan la desafección, repulsión política de los ciudadanos hacia la política y lo político. Este tipo de político es el que permite que los ciudadanos no crean, no valoren, no respeten una forma de vida tan noble y digna como es la de dedicarse a la vida política bajo un Estado de derecho sólido. Hacen ver al buen político como uno más del montón. Esos políticos que lesionan las universidades que se burlan del conocimiento por su ignorancia atrevida y descarada.

 

Estos políticos ligeros, son los que se creen portadores y dueños sin titulo del dinero del Estado, porque una vez fueron elegidos, y que ahora gozan de la más clara ilegitimidad en la república. Es más, políticos anti-sistema, anti-partidos sin experiencia en el manejo de las finanzas públicas que pretenden administrar el país y sus recursos, como cualquier bodeguero, buhonero, chofer pirata. Eso sí, sin desestimar acá a todos aquellos ciudadanos que viven esas condiciones de inseguridad laboral y social.

 

Es decir, los políticos ligeros, son hombres y mujeres, que viven a costillas del dinero de los impuestos de los contribuyentes, de la renta petrolera y del chanchullo permanente, son esos que se la pasan en el PSUV y en la Asamblea Nacional, y que, aún peor, no se esfuerzan por conseguir objetivos públicos de manera realista. El político ligero vive y se revuelve entre ideologías que no comprende por su analfabetismo funcional, por su analfabetismo crónico en su estupidez verbal.

 

En estas condiciones no existe negociación real para dinamizar y mejorar las condiciones políticas y económicas de nuestra sociedad. En fin, como lo observó hace un tiempo ya Bernard Crick en su clásico estudio titulado: “En defensa de la política”, cuando expresó: “En un sistema político se puede demostrar que cualquier asunto requiere una intervención del gobierno, pero un sistema no será político si todas las decisiones sobre la distribución de todos los bienes y la determinación de todos los planes políticos emanan de un solo foco de autoridad”. (Crick, 1962) En conclusión, el político ligero no es demócrata y mucho menos pluralista, es autoritario y sinvergüenza de las ordenes de los Castro y los militares de botiquín; todavía menos un verdadero estadista, se recrea en sus mentiras y en su cinismo descarado amparado por una revolución de coprófagos ampones bajo un sueño delirante de grandeza, en el cuartel de la montaña.

 

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