La política ligera
Para el término política ligera, lo que se quiere explicar, y darle significado, es a un tipo de función y gestión política de la insensatez, la inoperancia y la superficialidad. Es decir, la política ligera, como la función política del político mediocre en su desempeño en las instituciones en nuestro sistema político desde el ejecutivo, legislativo, judicial y electoral, aunado a la poca credibilidad que gozan los partidos políticos en la actualidad. Ello va coloreando en su estercolero a las demás instituciones que hacen vida para lograr mejorar nuestra calidad de vida.
De hecho, la política ligera se crea y pulula en la mala función política de gestión del político montonero, del político tartufo de su grupo, del político que no puede mirar más allá de sus límites fronterizos y mucho menos de entender los profundos efectos de la globalidad política y la globalización económica.
El político ligero es aquel que piensa; –quítate tú para ponerme yo-, en desmedro de proyectos claros para mejorar y visualizar una mejor sociedad y democracia para el futuro. Ese tipo de político, son los que lesionan la democracia, dañan las instituciones y provocan la desafección, repulsión política de los ciudadanos hacia la política y lo político. Este tipo de político es el que permite que los ciudadanos no crean, no valoren, no respeten una forma de vida tan noble y digna como es la de dedicarse a la vida política bajo un Estado de derecho sólido. Hacen ver al buen político como uno más del montón.
Estos políticos ligeros, son los que se creen portadores y dueños sin titulo del dinero del Estado porque una vez fueron elegidos. Es más, políticos anti-sistema, anti-partidos sin experiencia en el manejo de las finanzas públicas que pretenden administrar el país y sus recursos, como cualquier bodeguero o buhonero… Eso sí, sin desestimar acá a todos aquellos ciudadanos que viven esas condiciones de inseguridad laboral y social.
Es decir, los políticos ligeros, son hombres y mujeres, que viven a costillas del dinero de los impuestos de los contribuyentes, y que, aún peor, no se esfuerzan por conseguir objetivos públicos de manera realista. El político ligero vive y se revuelve entre ideologías que no comprende por su analfabetismo funcional.
En estas condiciones no existe negociación real para dinamizar y mejorar las condiciones políticas y económicas de nuestra sociedad. En fin, como lo observó hace un tiempo ya Bernard Crick en su clásico estudio titulado: “En defensa de la política”, cuando expresó: “En un sistema político se puede demostrar que cualquier asunto requiere una intervención del gobierno, pero un sistema no será político si todas las decisiones sobre la distribución de todos los bienes y la determinación de todos los planes políticos emanan de un solo foco de autoridad”. (Crick, 1962) En conclusión, el político ligero no es demócrata y mucho menos pluralista, todavía menos un verdadero estadista.
(*): Politólogo. Miembro del Centro de Investigaciones de Política Comparada de la Universidad de Los Andes.