Opinión Nacional

La predica de la mentira

Escuchando al presidente de Venezuela en su interrupción en cadena de este martes ocho de junio por la noche, me vino a la memoria la frase celebre del
estadista, historiador, escritor, militar, orador y ex-primer ministro británico Sir Winston Churchill: “el comunismo es la filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia, y la prédica a la envidia; su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria”
El mandatario nacional pareciera estar viviendo en el fantástico planeta de los simios, donde la raza humana esclavizada vivíamos enrejados y encadenados. En su crasa ignorancia Chávez compara de forma simplista y con fines electoreros a los “pobres del imperio” quienes gozan de los programas sociales de vivienda, alimentación y salud que sustenta a su favor el estado norteamericano, con los pobres de la Venezuela de hoy en donde este desgobierno los multiplica exponencialmente y los hace más miserables. Todo cuanto escuchamos anoche resulta una fantasía fantasmagórica. Nuestros pobres venezolanos hasta hace apenas diez años también fueron la envidia del resto de los pobres de Latinoamérica y del Caribe, cuando su pobreza no pasaba de ser un transito hacia la prosperidad, a diferencia de este nefasto periodo de capitalismo de estado que bajo la bandera del socialismo pretende explotarlos eternamente y alimentarlos con productos en estado de descomposición.

Chávez confunde su rol de presidente dentro de una sociedad democrática, con la de un caudillo de facto que abusa de su poder. El estado es una institución creada por la sociedad para regular y canalizar sin discriminación de ningún tipo sus múltiples actividades. El estado no es un gobernante independiente como para que unilateralmente dicte las reglas del juego en contra de la propia sociedad que lo eligió como súper intendente. Ni siquiera el estado es quién, para dejar al margen de la actividad social y económica a otro sector de la población. Ensañarse como esta ocurriendo contra ese otro conglomerado en nombre de un proyecto personal que emplea como arma ofensiva la exclusión, las expropiaciones, las confiscaciones y las invasiones, es un exabrupto político, social y económico, al que hay que ponerle un detente antes de que el río se desborde. Ya es tiempo de que el presidente y sus ministros entiendan de una vez por todas, que ellos son unos servidores públicos a la orden de la sociedad que es quien en definitiva les paga sus sueldos. La renta petrolera es del país nacional y no de un gobernante que la utiliza a su antojo para vivir de lo lindo, enriquecer a los suyos y empobrecer a los gobernados.

Por lo tanto, no constituye un acto de conspiración contra el estado emplear como sociedad todos los mecanismos que la constitución nos confiere para forzar la salida del presidente y sus ministros, por su ineficiencia, por enemistar a los unos contra los otros, y por poner en vilo la paz y la seguridad de la nación. Muy por el contrario, es una acción valiente para poder conservar el estado de derecho que sistemáticamente este régimen fracasado y envidioso ha venido desmontando con premeditación y alevosía.

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