Opinión Nacional

La real gana

“Que no me entienda nadie.

¿Para qué?
Versos que no sean versos
quiero hacer.”
Federico García Lorca

EL CAPRICHO DE LA VOLUNTAD

Cuenta Federico García Lorca que una vez, en un tabernilla de Cádiz, cantaba Pastora Pavón, La Niña de los Peines, con la garganta abrasada, pero… con duende. Allí estaba, Ignacio Ezpeleta a quien preguntaron una vez: “¿Cómo no trabajas?” y él, con una sonrisa de Argantonio, respondió: “¿Cómo voy a trabajar si soy de Cádiz?”

Para un andaluz, en el sentido popular de la palabra, hacer su santísima voluntad es hacer lo que quiere; lo que más hondamente quiere: lo que le da gana. Y a esta gana se le llama real. Cuando quiere hacer lo que más poderosamente quiere, dice el andaluz que hace lo que le da la real gana. ¿Es esto su capricho?

Se ha dicho que el pueblo andaluz no sabe nunca lo que quiere, porque sabe siempre lo que no quiere. Que a fuerza de no saber lo que quiere, aprende a saber lo que no quiere. Y en esto consiste el capricho. En esto, el ser, como los niños, caprichosamente por la negación. Con tal de hacer su voluntad, y por hacerla solamente, puramente, el hombre, el pueblo, se hace como el niño, caprichoso, voluntarioso.

De la dilatada lista de toreros que ha dado Sevilla y que se han caracterizado por su duende, uno de los más principales ha sido Cagancho. Torear como querer, para este torero nacido en la torerísima Triana, es torear voluntaria o voluntariosamente: caprichosamente. El hombre que hace su capricho hace lo más puramente voluntario que puede hacer, lo más hondamente voluntario. Acaso lo más profundamente humano. Su voluntad santísima. Su realísima gana. Lo más verdadero de su ser.

Para el andaluz, lo que importa no es que lo hace, no es lo que hace, sino cómo lo hace. Cómo se hace la voluntad humana, caprichosa. Cómo por pura voluntariedad se hace el puro capricho. Cómo se hacen las cosas humanamente por realísima gana.

Por realísima gana el andaluz disparata. Se dispara por todo. Contra todo. Caprichosamente… En el genio, poético y creador, de Picasso, se plasma la plenitud del disparate andaluz.

Las verdades más claras de Andalucía son las populares. Manuel Torre, que cantó como nadie la seguiriya, dijo escuchando al propio Falla su Nocturno del Generalife, esta espléndida frase: “Todo lo que tiene sonidos negros tiene duende”. Y no hay verdad más clara, nos dijo Federico.

El hambre de libertad, su real gana, le lleva al andaluz hasta quererla de tan desnuda, despojada de su propia carne, descarnada, en los huesos… “Yo perdí mi libertad, / la prenda que más quería; / ya no puedo perder más / aunque perdiera la vía”. Esta toná es incomunicable para quienes se apartan de la verdad, para los que no perciben los sonidos negros…

En toda Andalucía, la gente habla constantemente del duende. Los grandes artistas de esta vieja tierra del Sur saben que no hay caída repentina de la conciencia en lo mágico, es decir, no hay emoción, sin la llegada del duende. Y el duende, “no es cuestión de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es decir, de sangre; es decir, de viejísima cultura, de creación en el acto”, como nos dijo Federico García Lorca. Y es que, tal vez, el duende hace lo que le da la real gana.

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