Opinión Nacional

La realidad que nos arropa

Siempre he tratado de ser optimista frente a las adversidades. Pero hay momentos en los que la realidad es tan cruda, tan terrible, tan espantosa, que es difícil mantener la fe y las esperanzas en un futuro mejor.

Cuando Filippo Sindoni apareció asesinado me sentí desfallecer. Una persona querida en Aragua, que había dado trabajo y alegrías a tantas personas, se nos iba a manos de una realidad que prácticamente todos los venezolanos rechazamos. Yo estoy segura de que los violentos son los menos, pero ¡cuánto daño hacen!…

Menos de una semana después, el terrible hallazgo de los cuerpos de los hermanos Faddoul y Miguel Rivas, volvió a sacudirnos, a estremecernos, a desolarnos. Por primera vez en mi vida sentí que deseaba irme de Venezuela, y no me gusta sentirme así. ¡Yo quiero vivir en Venezuela, que mis hijas vivan en Venezuela, que mis nietos nazcan en Venezuela, pero no en la zozobra de una Venezuela en la que el presente y el futuro están siendo asesinados todos los días, a toda hora, en todas partes!

¡Yo no quiero vivir en estas circunstancias!… Sin embargo y nuevamente, la realidad que vivimos es una suerte de ruleta rusa. La vida del fotógrafo Jorge Aguirre terminó así.

No se trata de politizar las tragedias, como se han quejado altos voceros del gobierno. Se trata de rechazar con toda fuerza esa realidad que día a día se impone como una suerte de paredón. Hay quienes piensan que la delincuencia desatada es a propósito, porque estas no son épocas de paredón como el que aplicó Fidel Castro a principio de los años sesenta. ¡Yo me niego a creer en una estrategia así de macabra!

Los adultos vivimos en una angustia constante. Y los niños viven en una situación de miedo que no se corresponde con la época que debería ser la más feliz de sus vidas. ¿Cómo se vive y se sobrevive en un país en el que ni siquiera se puede confiar en los cuerpos de seguridad?. Como le preguntó un niño de ocho años a su mamá: «¿cómo sabemos quiénes son los policías «buenos» y quiénes son los policías «malos»?»

El toque de queda obligado y autoimpuesto de quienes viven en barrios, por los constantes enfrentamientos de bandas de delincuentes, no ha sido suficiente para evitar que balas perdidas acaben con vidas inocentes y productivas. Me horrorizaron las declaraciones de una periodista afecta al régimen en las que decía que «ahora es cuando la gente de la oposición se da cuenta de lo que sufren en los barrios». Aceptando que su aseveración fuera verdad, ¡gracias a Dios que finalmente hay quien se está preocupando por la gente de los barrios! Porque las principales víctimas de la inseguridad que vivimos son justamente quienes viven en los barrios.

Ojalá que las protestas ciudadanas continúen hasta terminar de una vez por todas con esta terrible realidad que nos arropa.

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