Opinión Nacional

La recta final

Durante casi catorce años hemos estado esperando este momento. El momento de ganar. Y no se trata de una victoria chiquita ni mucho menos. Se trata de rescatar nuestro destino y con ello ,este país que es el nuestro

Estamos en la recta final. Durante casi catorce años hemos estado esperando este momento. El momento de ganar. Y no se trata de una victoria chiquita ni mucho menos. Se trata de rescatar nuestro destino y con ello ,este país que es el nuestro, que cuando no tiene libertad está luchando por recuperarla. Porque no sabe vivir sin ella.

No va a ser la primera vez que ganamos. Porque lo hemos logrado y hemos demostrado que somos una mayoría cierta y no hay señales que demuestren que las cosas hayan mejorado con este gobierno como para perderla.

La manifestación en la Avenida Bolívar demostró lo que siente el país y lo que ha logrado un muchacho con trayectoria y visión de futuro, organizado y moderno, al frente de esa mayoría.

Uno no quiere estar siempre en el papel de comparar lo que se le ofrece hoy a este agobiado espíritu venezolano, pero de eso se trata. Y si pone esa reflexión de parte de ese espíritu, si es solidaria con el alma dolida del país, no tiene porque sentirse culpable de la alegría, la felicidad plena de disfrutar lo que pasa, lo que se vive.

Los rostros  alborozados al paso del muchacho que saluda, que abraza, que respeta, la alegría de agarrar en el aire la gorra que lanza, la embarazada que muestra orgullosa su   “vientre” pintado y desnudo con un saludo al candidato, el anciano que sube a la tarima a contar el problema de su trabajo, la muchacha que lo besa y lo besa, es esa “pielitis” del venezolano que quiere confiar, que no se niega a la esperanza.

Y es el hombre joven superado, de feliz memoria que ha conquistado su derecho a ser y estar donde lo necesita su país sin empujar a nadie y no tiene expedientes que lo detengan para hablar, para decir, para luchar por los principios en los que ha sido criado.  

Y Chávez… verlo como es hoy, enfermo, porque lo está, y lo ha estado desde hace mucho tiempo, en esa turbulencia de graves desórdenes de personalidad, errático, desesperado y solo, porque lo está, y lo peor es que lo sabe, lo vive, lo sufre.

De repente de su escolta de personeros útiles, desaparecen todos. Ni siquiera los hermanos Castro pueden dar respuesta a esa desconfianza natural en el hombre de poder que no puede asegurar ya su destino. Ahora suplica al Nazareno, a Cristo… pero también a los ricachones, a la clase media alta… un día la burguesía es mala… y otra no tanto. 

Confusiones, contradicciones, incoherencias… Y una Venezuela que necesita respirar esperanza, futuro, que está cansada del cuento del gallo pelón, que ve lo que se le esconde, que ha aprendido desgarradoramente esta lección amarga que la mata, le quita lo que es de ella, la manosea… Entre una mano fuerte que se extiende para apretar la tuya  y otra que te pone un billete sin tocarte. ¡Este próximo domingo vota por ti! 

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