Opinión Nacional

La reedición de viajeros de Indias

Hace aproximadamente 50 años que leí este libro -creo primigenio- de mi admirado y recordado Francisco Herrera Luque , es decir yo tendría 15 ó 16 años, me parece recordar que fue editado por la Presidencia de la República, siendo Secretario General de la misma mi entrañable contertulio y amigo Ramón J. Velázquez . Me excuso pues, de antemano, de algún (s) error u omisión, de un adolescente precoz, que ha hecho de la Historia sus libros de cabecera y que lo siguen siendo a los 66 años que llevo cumplidos. Entonces me pareció -y todas mis opiniones sobre la obra son de «entonces»- lo que paso a opinar en este artículo, quizá reto a mi memoria, en todo caso atrevimiento con un escritor que he disfrutado tanto y con quien buena relación establecí, años después. pero leí hoy a mi fraternal -no es metáfora- Luis José Uzcátegui en El Universal, no pude sacarme de la cabeza la obra y la memoria que de ella tenía. No por las razones de Pancho Herrera Luque en «viajeros de Indias”, ese trabajo de juventud pareciera ignorar lo que un análisis comparativo, histórico, científico -a mi juicio- demostraría con creces. Quizá por ello no lo volvió a publicarlo en vida.

En cuando al hecho explicabilísimo de que solo «carroña de galeras”, hombres sin porvenir previsible en España, analfabetas o porqueros como Pizarro estuviesen dispuestos a venir en los primeros tiempos a una incierta «conquista», quien lo duda. Era necesario estar loco, ser tarado, escoria social, para arriesgar cualquier futuroen el imperio español -excepción, que debe llamar a reflexión, Hernán Cortés, Bachiller por Salamanca, lo arriesgó todo y lo ganó todo en las Indias Occidentales- además no descendemos sólo de esos heroicos y lamentables pioneros, que pudieron derrotar al imperio incaico y al azteca, a los chibchas, y a los laboriosos timotocuicas, además de nuestros primitivos caribes, tainos, aruacos, etc.

Descendemos también de Virreyes, Gobernadores y Capitanes Generales y sobre todo de las hornadas de burócratas que usufructuaron y administraron el trabajo sangriento de los heroicos tarados que viajaron con Colón y los primeros conquistadores. A ello sumaremos con orgullo y sin complejos racistas: indios, europeos no españoles, negros -sin hacer énfasis en que los españoles son uno de los pueblos más mezclados de Europa- . También se olvida una institución de reciente desaparición que explica, en buena medida, porque tantas familias «de la primera nobleza de Castilla» figuran entre los pobladores, fundadores y aun conquistadores, en algunos casos, de territorios de nuestro continente, me refiero al MAYORAZGO. Sólo heredaban los primogénitos: de allí que Manrique de Lara, Hurtado de Mendoza, Espinosa de los Monteros, Sucre, Figueroas, etc., etc. No sean ajenos a nuestros ancestros, ellos también tenían que «hacer la América». Sin necesidad de irnos tan lejos un análisis somero de las dirigencias políticas de nuestro país con el resto del continente al menos en los siglos XIX y XX -sin excluir al imperio- no nos deja tan mal parados, por algo pudo decir el muy ilustre Don Marcelino Menéndez y Pelayo: «…la antigua Capitanía General de Venezuela le dio a la América Hispana, su más grande hombre de armas Simón Bolívar y su más grande hombre de letras Don Andrés Bello…»

Quizá la tesis es tentadora hoy en Venezuela, cuando llevamos 11 años sometidos a un babuino vergonzante, pero de aceptarla las posibilidades de recuperación civilizada y democrática se esfumarían en una negación injusta del gentilicio y de los huesos dignísimos de muy numerosos muy ilustres venezolanos que han jalonado nuestro accidentado acontecer de pueblo. Sería por el contrario una pueril ñoñez pretender que sólo la oposición actual y el gobierno bonito descienden de los ex-reos de Pancho Herrera. Todos tendremos algo de todo este batiburrillo, brillante por el deletéreo titilar del petróleo.

Por otra parte la condición humana es una sola, sin distingos pigmentarios, raciales o religiosos. La única respuesta a la pregunta de ¿Quien inventó la adulancia?
habría que responder ¿quién inventó el poder? Pocos pueblos han conocido tan largos períodos de esplendor como el que ha habitado la península itálica (porque Italia apenas existe desde el último cuarto del siglo XIX) y sin embargo el pleno cenit del poder, Tiberio Cesar Augusto, unos de los menos comprendidos y mas calumniados monarcas, queriendo restablecer la República y otorgándole prerrogativas que acortaban las suyas, veía con repugnancia como los senadores creyendo que se trataba de una trampa, lo colmaban aún mas de honores y prerrogativas, de allí que se le oía decir cuando abandonaba el capitolio: «…pueblo indigno, no entienden nada…»

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