Opinión Nacional

La reelección como tragedia nacional

En un país donde las reglas del juego las impone, porque sí, quien gobierna, hablar de la reelección presidencial indefinida, o de cualquier otro cargo con funciones ejecutivas, es una aberración. En cada proceso electoral el ventajismo, el uso fraudulento y grosero de los recursos públicos, la compra de votos, las presiones a los funcionarios, el control sobre los organismos electorales, la utilización de la Fuerza Armada como grupo de choque, son el caldo de cultivo, para, de esta forma, eternizarse en la Presidencia de la República. De tal manera que las comparaciones, en esta materia, con las naciones desarrolladas no aplican. Son sistemas diametralmente diferentes. Están en las antípodas, pues.

Chávez, pretende seguir jugando con las cartas marcadas para hacer nula cualquier posibilidad de alternabilidad democrática. La “generosa” ampliación de su propuesta a todos los cargos de elección popular apunta a buscar la complicidad del estamento político chavista y de ciertos sectores de la oposición. Afortunadamente, el tiro le ha salido por la culata. La reacción de los gobernadores y alcaldes oficialistas ha sido, por demás elocuente: un gélido recibimiento sazonado con las presiones del caso. Ninguno se ha rasgado las vestiduras, ni siquiera para halagar al teniente coronel. De allí el desespero y apuro que, además de desvelar su gran inseguridad, pone de bulto la desmedida y vesánica ambición del lenguaraz proponente.

En la oposición nadie ha mordido el anzuelo. Al contrario los recién electos le han salido al paso a semejante despropósito de un modo claro, meridiano, con argumentos y razonamientos incontrovertibles. Iguales demostraciones de profunda vocación democrática han dado los partidos políticos. En la práctica, Chávez sigue solo en su empeño. Salvo algunos desangelados áulicos de la Asamblea Nacional y del Ejecutivo Nacional (por cierto, derrotados en las pasadas elecciones, luego elevados a esas posiciones por el caudillo máximo, gracias a su obediente sumisión), el pueblo chavista entiende que sus aspiraciones políticas serán confiscadas ad infinitum, hasta que la nueva, enquistada, casta política desaparezca por razones biológicas. ¿Quién podrá dentro del PSUV contra los nuevos amos y señores del poder? Tendrán que resignarse, tal como el príncipe Carlos en Inglaterra, a que muera la reina Isabel II, para ya en silla de ruedas, asumir su postergado y menguado reinado.

De otra parte, la prolongación de los males, de los problemas no resueltos, de las taras y desviaciones, generadas por tan bárbaro retroceso, será también “indefinida”. Venezuela será convertida, por arte del autoritarismo más aberrante y las pretensiones excesivas de una persona, en un gigantesco congelador que, por sus bajas temperaturas, dañará el tejido social y producirá la necrosis, igualmente “indefinida”, de las oportunidades de progreso y bienestar individuales y colectivas. Será un fotografía del pasado convertida en un eterno presente. Una permanente pesadilla del hastío. En dos platos una nueva Cuba del siglo XXI. Igual que la isla caribeña, inmóvil, inanimada, esclavizada. Chávez, emulando a Fidel Castro, pretende terminar sus días atornillado a la silla de Miraflores…

La “enmiendita” ampliada será derrotada. Ya el pueblo dijo no en una oportunidad. Y lo volverá a hacer. Hay que arrojarle un zapato a Chávez por su mal gobierno y por insistir insanamente en acabar con la democracia venezolana…

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