Opinión Nacional

La represión dictatorial contra universidades y sindicatos

Sobre la ofensiva contra las Universidades, lo que se exportaba al mundo por los canales informativos censurados parecían anécdotas pintorescas, pero lo que sucedía era una lucha campal contra el despotismo regresivo y bárbaro. Fueron un foco activo de resistencia democrática, con un estudiantado que reclamó sitio de avanzada en el esfuerzo colectivo para reconquistar un régimen de derecho y respetuoso de las libertades. Fueron escaramuzas incontables entre la represión militar y los universitarios, que dejaron siempre saldos de estudiantes heridos, golpeados, encarcelados y deportados.

El desasosiego y el rencor de los gobernantes llegaron al rojo vivo ante la valentía estudiantil, y no eran sólo los universitarios, cuyos documentos puestos en circulación traducían lo que quería decir la Venezuela amordazada: “Sin libertad de prensa; restringido el derecho de reunión; condicionado arbitrariamente el derecho de asociación; intervenidos ejecutivamente los grupos políticos legalizados; obstaculizada la formación de nuevas agrupaciones partidistas por virtud de la insólita y monstruosa discriminación que se establece para determinados sectores ciudadanos; con la persecución policial como diaria norma de actividad gubernamental, no puede pretenderse devolverle a la nación su perdida tranquilidad y el ejercicio pleno de su autonomía.”

Las autoridades se destituyeron al gusto y en 1951, al “descubrir” un complot, la represión llevó a 6 mil venezolanos a las cárceles, y fue la excusa para yugular definitivamente la autonomía universitaria, lo cual se sucedió por decreto el 18 de octubre de ese año, creándose el Consejo de la Reforma Universitaria, que también funcionaba en sincronía con la criminal Seguridad Nacional. La reacción de profesores y estudiantes fue inmediata (más del 80% del profesorado suscribió la protesta), figurando ex rectores como Rafael Pizani y Julio de Armas, y una Federación de Centros Universitarios más violenta. El Decano J. M. Bianco fue embarcado hacia Guasina con un lote de 500 confinados. Octavio Andrade Delgado y J. M. Siso Martínez terminaron en la Cárcel Modelo. Al exilio fueron enviados los profesores José Antonio Mayobre, Rafael Pizani, Félix Miralles, Humberto García Arocha, Foción Febres Cordero, entre otros muchos. La represión contra líderes estudiantiles fue más cruenta: Guasina y torturas.

Se clausuró la Universidad Central, y fue declarada “zona militar”. El perjuicio causado al país fue de incalculable valor. El intento de reapertura contó con la casi total ausencia de estudiantes y profesores. Pasarían dos años para que la UCV pudiese ser reabierta. Se vinieron al suelo los avances logrados: de 400 alumnos cuando Gómez, se había pasado a 6.000 cursantes en especializaciones científicas necesarias para el desarrollo económico de la nación, el mejoramiento de la clase media y obrera, y el vigoroso despertar de la conciencia colectiva hacia los valores superiores de la democracia. En otros aspectos esenciales para la construcción de la democracia venezolana también se volvió al pasado.

Afectando al magisterio y al movimiento trabajador, se procedió a la inmediata disolución de la Confederación de Trabajadores, incluyendo a la Federación Campesina, quedando al garete, sin dirección centralizada, más de medio millón de trabajadores, cuatro quintas partes de los obreros y campesinos organizados. Entre las primeras medidas de los tres cochinitos estuvo la ocupación, saqueo y clausura de los locales sindicales de toda la República, con singular y violenta cacería policial de sus dirigentes, que fueron amontonados en las cárceles, lo cual fue aprovechado por patrones para despedir trabajadores, rebajar sueldos y eliminar contratos colectivos. Los sindicatos a los que se les dejó subsistir, lo hacían bajo férula policial, condicionados a la disolución de sus Juntas Directivas democráticamente electas. Como siempre, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se manifestó en contra del régimen, confirmando in situ los atropellos y afirmando que “la represión policial parece ser una de las causas principales de la inseguridad que reina en los medios obreros”, reflejando numerosos ejemplos de intervención de la policía. Las huelgas constantes de los trabajadores, sin armas, a golpe de coraje, pagaron con muerte, reclusión y torturas. El movimiento obrero organizado del mundo respaldó a sus iguales venezolanos.

Como todo sistema autocrático que toma el poder por la vía fácil, como generalmente son los neofascismos castrenses, los improvisadores militares concibieron la articulación de un movimiento de trabajadores regimentado, hecho a la medida de la incapacidad y siguiendo los “ejemplos” de la GGT peronista y los sindicatos de la Falange Española, indicadores de la utilidad para los gobiernos totalitarios de un sindicalismo servil. La iniciaron en 1952 con resonante fracaso ante los trabajadores. Se instruyó a los Gobernadores la recluta y envío a Caracas, con gastos generosamente pagados por el gobierno, de escogidos piratas para la llamada Primera Convención Nacional de Sindicatos Independientes. La directiva de la CTV, viva y actuante en la clandestinidad, dio profusa difusión de la “orden”. De ahí salió un raquítico sindicalismo oficializado, que realizó una sainetera asamblea obrera de delegados amaestrados.

Para 1953, cinco años después de iniciada la dictadura, las utilidades que recibieron los trabajadores llegaron a ser 134 millones de bolívares, es decir, un aumento en el quinquenio 1949-1953 de apenas 7%, en contraste con la cifra de aumento de un 700% durante el trienio democrático 1945-48. Esto también contrastaba con el gagueo oratorio-logorreico del tarugo exhibido en vistosos uniformes llenos de hojalatería por méritos inconfesables (como el entretenimientofurtivo con la estrella de cine Silvana Pampanini).

Presos y sin juicio, entre otra cantidad, estaban Pedro B. Pérez Salinas, Presidente de la CTV, Ramón Quijada, Presidente de la Federación Campesina y Luis Hurtado, Secretario de la CTV. Hacer un breve retrato de Luis Hurtado Higuera es hacer un retrato de la dictadura.

Luis Hurtado fue un venezolano valioso, autodidacta que estudió y adquirió cultura. Junto con su esposa Irma, también apasionada luchadora democrática, formaron una pareja ejemplar adeca. Luis Hurtado fue uno de los pioneros en la organización del sindicalismo en los campos petroleros del Zulia. Era Secretario Sindical de AD y miembro del comando nacional cuando el cuartelazo del 24 de noviembre de 1948. Logró eludir a la policía política, realizando activa labor de resistencia, hasta el 13 de marzo de 1954. Esa noche fue apresado y asesinado por la Seguridad Nacional, ni siquiera de un balazo, sino con sevicia y ensañamiento, a golpes y patadas.

Después del 23 de enero de 1958, se encarceló y abrió juicio criminal a los ejecutores de las órdenes contra los hombres de la resistencia, impartidas por la “Superioridad”. Del sumario de esos juicios transcribimos el relato escueto, sin adjetivación, con su patética e indignadora simplicidad, de la supliciada muerte de Luis Hurtado:

“La comisión de la Seguridad Nacional que recibió la orden de capturarlo la formaban José Vicente Pacheco Retalí, ‘Pachequito’, quien la dirigía; Jesús Manuel Añez Miliani, “El Alcatraz”; Gregorio Gonzáles Gómez, Asunción Cabrita Rojas y Carlos Alfonzo Parada. Estos hombres coinciden con Irma de Hurtado en que Luis Hurtado ya estaba acostado cuando llegaron a la casa de Los Rosales y le ordenaron que se vistiera. Los de la SN andaban en dos vehículos. Cuando llegaron a la sede de la Seguridad Nacional, en El Paraíso, Miguel Silvio Sanz estaba en la puerta. González Gómez ha declarado que Sanz le quitó el fusil a uno de los hombres que cuidaba el edificio, le dio culatazos a Hurtado y después le cayó a patadas. González Gómez ha dicho que Sanz recibió a Hurtado en la puerta de la Seguridad Nacional con estas palabras: ‘Te estaba cazando. Si no hablas, te voy a matar’. Y comenzó a golpearlo. Como Hurtado no hablaba, Sanz, cansado, ordenó: ‘Háganlo declarar y si no declara, mátenlo, si es posible en la misma Avenida La Paz’. Los miembros de la comisión que luego se dirigió al Junkito –la misma que había ido a detener a Hurtado- salieron en una camioneta manejada por Cabrita Rojas. Cuando iban por la Avenida La Paz, ‘Pachequito’ dijo: ‘Vamos a darle dos tiros’. ‘El Alcatraz’ le dijo: ‘¿Cómo lo vamos a matar esposado? Es mejor que lo llevemos para El Junkito’. Hurtado iba medio atontado, con la cabeza herida. Ya en la carretera de El Junkito, ‘Pachequito’ ordenó al chofer que se metiera por un desvío, hacia la derecha, donde había unos árboles. Comenzaron a preguntarle sobre las actividades clandestinas de Acción Democrática y a pegarle. Hurtado no contestaba. Caía y se quejaba. En un momento sacó fuerzas de donde no tenía y le dio una patada a Pacheco. Fue el fin. ‘Pachequito’, indignado, pidió a todos sus hombres que le pegaran al prisionero. Este cayó una y otra vez y después ya no se levantó más. Pacheco dijo: ‘Regresemos. Este hombre ya no va a hablar. Vamos.’ Y echaron el cuerpo desmayado en la camioneta de regreso de El Junkito. Cabrita Rojas dice que con los saltos de la camioneta él sintió cuando el cuerpo de Hurtado se cayó del asiento, pero los hombres lo dejaron allí. ‘Pachequito’ consideraba terminada su labor, se quedó por el camino, en el Hotel Continental. Los otros cuatro siguieron hacia la sede de la Seguridad Nacional. Cuando llegaron, Añez fue al asiento trasero a bajar a Hurtado. Y entonces notó que el cuerpo estaba fláccido. Se lo dijo a los otros. ‘El Alcatraz’ fue a decírselo a Sanz. Sanz acudió y le dijo a los hombres que no se preocuparan, que no iba a suceder nada. Como González Gómez seguía parado, lo mandó a caminar. Y ordenó que los hombres con fusiles, que cuidaban el edificio, entraran a la sección política. González Gómez sacó el cadáver aún tibio. ‘Si no está muerto, remátenlo’ ordenó Sanz a Miguel Antonio Soto. ‘El Alcatraz’ estaba muy nervioso y fue González Gómez el que hizo eso. ‘Busque dos colchones y mecate para amarrar a este perro’, dijo Sanz a Miguel Antonio Soto. Y entró a llamar a ‘Pachequito’ por teléfono. Gonzáles Gómez, que ha hecho el retrato más coherente de toda esta noche, dice que el cuerpo de Hurtado fue puesto entre dos colchones y amarrados con cabullas. Y ordenó a otra comisión de la que formaban parte ‘Polachini’ y ‘el loco Hernández’ para que lo llevaran: ‘Ya saben lo que tienen que hacer con él’. ‘El indio’ Borges, con una pala y un pico ya estaba esperando en la camioneta por El Valle…”

Todos los esfuerzos realizados por el gobierno, por su viuda y sus hijos fracasaron para localizar el sitio donde enterraron el cadáver de Luis Hurtado Higuera.

También el historial de persecuciones sufridas por la Federación Venezolana de Maestros está cuajada de hechos indignantes. Decenas de trabajadores de la enseñanza fueron encarcelados, comenzando por Luis Beltrán Prieto Figueroa, Mercedes Fermín Gómez, Cecilia Nuñez Sucre, J. M. Alfaro Zamora, José Antonio González (también muerto a golpes), José Angel Agreda, Manuel Vicente Magallanes, Reinaldo Leandro Mora, Luis José Bellorín, Modesto Totesaut, Omar Higuera, Elpidio Franco, José Ramón Almea, René Domínguez, y docenas más de maestros y profesores…Aquí también el triunvirato inventó con elementos maleables un Grupo de Maestros Independientes.

Y fue dentro de este clima de violencia gubernamental, con cárceles colmadas de dirigentes políticos de toda índole, y cada vez más de otros partidos también, con cámaras de tormento funcionando día y noche, con rígida censura sobre la prensa, como se llamó al país a una consulta electoral en 1952 y a un segundo cuartelazo de los bárbaros cochinitos, que sueñan siempre con revivir y no precisamente cada cien años.

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