Opinión Nacional

La respuesta sigue estando en el sol

En 1897, Virginia O’Hanlon, una niña de 8 años escuchó de unos amigos que Santa Claus no existía. Inquieta ante esa posibilidad le preguntó a su padre y éste le propuso, para salir de dudas, escribir una carta a la redacción del diario The New York Sun puesto, que “Si lo ves en The Sun, es así”, le dijo.

En aquel entonces, en un mundo menos escéptico y sin las capitulaciones que hoy los medios de comunicación social suelen hacer a la omnipresente presión de la publicidad, intereses corporativos o ideologías, la reputación de un buen medio de comunicación era referente de cierta sensación de veracidad, hasta el punto que el señor O’Hanlon no dudó en concederle a su publicación de confianza, la respuesta a la comprometedora pregunta de su hija.

¿A que medios recomendaríamos hoy a nuestros niños dirigirse ante delicadas dudas como la de Virginia? ¿Qué alternativas tienen los padres de hoy?

Buscando en las Estrellas

Si un niño pregunta por Papa Noel a varias de las estrellas mediáticas de hoy, se expone a la posibilidad de que le cuenten fábulas y mentiras, como lo hizo el corresponsal Jayson Blair del New York Times, plagiando información e inventando citas falsas en más de 36 reportajes sobre la guerra de Irak. A pesar de continuas denuncias cuestionando la veracidad de los artículos de Blair, sus jefes de redacción no se tomaron en serio investigarlo a hasta que se hizo obvio que el periodista nunca salió de Manhattan a cubrir la conflagración de las tropas norteamericanas en el país árabe. En Mayo de 2002, la directiva del renombrado medio, renunció en pleno, luego de calificar el escándalo como “un punto bajo de historia en los 152 años del diario”. Aunque los editores del NYT demostraron su honradez y responsabilidad, el problema de credibilidad sobrepasa a los periódicos y se concentra en algunas de sus estrellas.
Es emblemático el caso de Rick Bragg, también del NYT, quien fuera galardonado en 1996 con el mayor premio otorgado a los periodistas norteamericanos, el Pulitzer. En 2003, el renombrado periodista, reveló que uno de sus artículos fue escrito por un asistente y desde entonces, recayeron sospechas de que utilizó a otros para escribir otros textos, razón por lo cual renunció al diario. Otra ganadora del Pulitzer, Janet Cook, recibió el galardón en 1981 por sus conmovedores artículos sobre un niño de 8 años adicto a la heroína pero al año siguiente renunció al prestigioso Washington Post y devolvió el premio, tras confesar que inventó la historia. ¡Si la firma de Bragg rubricaba un escrito ajeno y el niño del reportaje de Cook nunca existió, qué hubiesen podido tramar periodistas como ellos sobre Santa Claus!
Mejor cuidarse de las estrellas de la prensa – porque son varios los que han falseado historias – embriagados por la fama – y algunos, como el popular reportero de la revista Rollings Stone, Stephen Glass, las inventó todas, tal como lo reconoció en 1999, para lamentarlo recién en 2004, pidiendo perdón por haber “herido a sus lectores”. Incluso, reporteros y narradores de noticias de gran prestigio como Dan Rather, de la CBS, tuvieron que dejar su labor luego de escándalos que comprometieron largas trayectorias elogiadas durante décadas por sus colegas.

¿Existe Santa Claus? En las estrellas no es recomendable buscar la respuesta.

Buscando en el Planeta

Es inútil escribir al diario El Planeta, porque están más ocupados por las hazañas de Superman y el negocio a todo lo relacionado con él, que a Santa Claus. Más inquietante sería buscar en los espacios de noticias mundiales, World News, de las diferentes cadenas de 24 horas de noticias.

En el país de Blair, no Jayson, el plagiador corresponsal del NYT, sino del Primer Ministro Tony Blair, uno estaría tentado a decirle a la pequeña Virginia O’Hanlon que una de las pocas instituciones universales del periodismo imparcial, la British Broadcast Corporation, famosa BBC, sería una alternativa para enviar su pregunta. ¡Quizá la mejor! Sin embargo, la estación estatal británica y universal, fundada en 1922 y sin dudas, la de mayor reputación mundial, sufrió su más duro golpe en el 2004 cuando un magistrado independiente, Lord Hutton, la investigó a raíz de una querella con el gobierno de Londres. El informe dictaminó que la BBC había cometido un exceso al publicar un reportaje con supuestas declaraciones del científico David Kelly – especialista en armas de destrucción masiva – responsabilizando a la administración de Tony Blair de manipular informes de inteligencia para justificar la invasión a Irak.

Lord Hutton llegó a la conclusión de que el Primer Ministro británico era libre de toda sospecha sobre un caso que adquirió visos de dramatismo tras el misterioso y trágico suicidio del Dr Kelly. La BBC salvó su honor, luego que después del dictamen, su editor general, Greg Dyke – así como otros de sus directivos – dimitieron inmediatamente pidiendo disculpas por las equivocaciones del reportaje del periodista que abrió la Caja de Pandora de esta historia, asumiendo plena responsabilidad por lo que hacen todos sus empleados: “La continuidad de la BBC es por sí misma irrelevante, a no ser que se cuente con la confianza del público”, determinaron con dignidad al dejar sus cargos. Sin embargo, esta escuela de periodismo perdió cierta credibilidad y quizás no convendría dirigir a sus actuales editores, todavía, la petición de aclarar si existe Papá Noel.

En la CNN difícilmente encontraremos espacios con la profundidad que requiere el tema. Lo mismo vale para la mayoría de sus retoños televisivos que hoy pertenecen a oligopolios como el Rupert Murdoch, dueño de la Fox News y varios diarios; la empresa Disney que se dejo de fantasías adquiriendo agencias de noticias como Eurovisión, principal proveedor de la mayoría de los pequeños noticiarios europeos y America Online que ha comprado la revista Time, la Warner Bros y a la mismísima CNN. ¿Buscaríamos a Santa Claus en la sucursal de alguno de estos emporios que utilizan a sus dobles con fines comerciales? Mejor no, puesto que la naturaleza de estos medios nos ahogaría en un océano de imágenes sin reflexión.

¿Qué tal escribir al editor de Le Monde Diplomatique, Monsieur Ignacio Ramonet, admirador de los incoherentes movimientos autoproclamados “revolucionarios” del tercer mundo? Podría ser peligroso, pues, Santa sería acusado de globalizador e imperialista. De hecho, el gobierno de uno de los países favoritos de Ramonet para hacer “turismo revolucionario”, el de Venezuela, ha prohibido a las empresas estatales tener árboles de navidad y figuras de Santa Claus en estas navidades, por considerarlos “emblemas imperialistas” y quién sabe si los voraces “revolucionarios bolivarianos” que hace un tiempo decapitaron la figura de una virgen en una plaza caraqueña, podrían tirarle piedras a su trineo. Mejor dejar tranquilo a Ramonet con su burguesa vida en París. El Gramma de Cuba, el Telesur de Chávez le dirían a la pequeña Virginia que no crea en Santa Claus por imperialista, más no le aclararían la duda de su existencia cuando la paranoia y la necesidad de enemigos, les obliga a inventar fantasmas. Los medios de Silvio Berlusconni temerían que los niños italianos se olviden del paternalismo monopolizador de su dirigente si el magnate vuelve al poder, los diarios incondicionales a Bush, que no puede demostrar el vinculo de Irak con el terrorismo islamista que amenaza a su país, tampoco serían de utilidad y Putin, con total control de la gran red de TV rusa, la NTV, podría negar la existencia del residente del polo norte, por ser una amenaza a la consolidación de su figura como el “benevolente guardián” de la ex repúblicas soviéticas, ya que las primeras historias de San Nicolás, provienen de Turquía y se hicieron populares en Asia, antes de llegar a Europa y a continente americano.

¿Qué tal la cadena árabes Al Jazeera? Mejor no, puesto que algún fanático puede interpretar que un reportaje sobre Santa Claus es una afrenta al Islam y en occidente podrían acusarla de enviar mensajes subliminales de Bin Laden vestido de rojo y con la barba teñida de blanco.

Definitivamente, mejor es que los niños no escriban a diarios y estaciones del planeta, que bien podrían basar su investigación sobre el tema, en sus intereses comerciales, políticos e ideológicos.

…and I Say it’s All Right

Así nos aseguró George Harrison, el fallecido beatle, en su hermosa canción Here Comes the Sun, y fue en el “Sol”, The New York Sun, el modesto y probo diario de fines del siglo 19, en donde la pequeña Virginia encontró la mejor respuesta sobre la existencia de Papa Noel. Permitamos que la replica del sensible y humilde editor de aquel diario, Francis P. Church, siga prevaleciendo como reflexión sobre lo que debe ser un periodismo juicioso y un mensaje de navidad para nuestros niños y para los escépticos:
“Sí, Virginia, Santa Claus existe”.

Virginia,
Tus amiguitos no tienen razón. Han sido víctimas del escepticismo de una época escéptica. Sólo creen lo que pueden ver. Piensa que nada puede existir excepto lo que pueden comprender sus pequeñas mentes. Todas las mentes, Virginia, sean de adulto o de niños, son pequeñas. En nuestro gran universo, el ser humano es un mero insecto, una hormiga en su inteligencia cuando se le compara con el mundo incontable alrededor.

Sí, Virginia, ¡Santa Claus existe! Existe tan seguramente como el amor y la generosidad y la devoción existen, y tú sabes que abundan y dan a tu vida su mayor belleza y alegría.

¡Ay, que triste sería el mundo si no existiera Santa Claus! No habría tampoco la fe del niño, ni la poesía ni el romance para hacer tolerable nuestra existencia. La luz eterna que la niñez aporta al mundo se extinguirá.

¡No creer en Santa Claus! Sería lo mismo que no creer en las hadas. Podrías hacer que tu papá pusiera a hombres para vigilar todas las chimeneas la Nochebuena para agarrarle a Santa, pero aunque no lo vieras bajar por la chimenea, ¿qué probaría eso? Nadie ve a Santa Claus, pero eso no significa que no exista. Las cosas más verdaderas de este mundo son las que no se ven. ¿Has visto acaso a las hadas bailando sobre el césped? Claro que no, pero eso no prueba que no estén allí. Nadie puede concebir ni imaginar todas las maravillas que no se ven en el mundo.

Puedes abrir la sonaja del bebé para ver que hace el ruido adentro, pero hay un velo que cubre el mundo invisible que ni los hombres más fuertes, ni toda la fuerza combinada de los hombres más fuertes que hayan vivido, pueden romper. Sólo la fe, la poesía, el amor, el romance, pueden abrir ese telón para ver e imaginar la belleza sobrenatural y la gloria atrás del ¿Será real? ¡Ah!, Virginia, nada en este mundo puede ser más real y más duradero. ¿No existe Santa?
Gracias a Dios, existe y ¡existirá para siempre! De aquí a miles de años, Virginia, Santa continuará alegrando el corazón de los niños.

The New York Sun

¡Here came the sun… and It Said, It’s All Right!

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