Opinión Nacional

La ruta del amor

Si uno pudiera  poner las emociones de lado   y olvidar tantas humillaciones, abusos, muertos, injusticias, amenazas, injurias, manipulaciones, corrupciones y mentiras. Si por un momento uno pudiera poner a  Venezuela degradada, llorosa, manoseada y triste de lado, se sentiría feliz con el Hugo Chávez Frías de estos momentos.  Siente un fresquito, es verdad. Pero no nos tumba el vendaval. Y no nos tumba porque no podemos titubear ni perder el tiempo ni el camino. Y el objetivo, que es acabar con esta pesadilla, está allí, vivo, igualmente   amoral, inescrupuloso y canalla. Porque es la democracia en su lucha desproporcionada,  débil y confusa contra la tiranía.

Ayer en la tarde me fui a pasar un rato con un hombre muy querido, muy leal, un demócrata: Ramón Velázquez.  En este año del 2010, agradecida por llegar a él, me propuse hacer  “la ruta del amor”. Ver a quienes quiero. Tengo una lista pequeña pero sustanciosa. Tengo mis consentidos, José Agustín Catalá y Ramón,  encabezan esa ruta. Y, por supuesto, María Teresa Castillo, esa mujer a la que extraño y adoro. De entrada, Ramón me pregunta: “¿Cómo ves las cosas…?” Le digo que se me adelantó, eso era lo que yo quería preguntarle. “ Vamos a salir de esto -me  contesta sin vacilación-, comenzamos este año con una crisis grave, palpitante, que esta vez se nutre de valores reales, tangibles. Aquí ya el venezolano que era indiferente a los fondos públicos que le pertenecían y se iban a otros países, cuando no encuentra arroz o harina o leche, cuando el hijo desnutrido le pide algo que no puede ya comprar, reacciona. Cuando  en la negrura de una comunidad de un barrio sin  luz una familia tiene miedo , terror, reacciona. Ya es lo que le queda cercano, lo que le toca por  cuarenta años , con sequías y errores, no pasaba esto. Cuando los trabajadores se quedan sin trabajo porque se paran las empresas, se desquician las maquinarias, la incapacidad de estos hombres que con once años todavía no saben qué hacer   por el país, pasa factura. Y hay más miedo en el poder que en el pueblo que reclama”. Eso es verdad.  El discurso de Chávez en el Congreso, fue sencillamente  la mayor confesión de su fracaso. Ni memorias ni cuentas, cuentos y las mismas necedades de siempre.  Ramón Velázquez lleva en sus hombros casi un siglo de historia. Su óptica está  alimentada de realidades, de referencias  imborrables y  su lucidez   impresiona. “Vamos a salir de esto”. Como consigna alentadora, esa frase salió del corazón del venezolano ejemplar, de una vida dedicada a servir  a Venezuela  devota  y honestamente. Más tarde, el chofer de taxi que me dejaba en mi casa, ratificaba, a su manera, lo dicho por el Ex presidente de Venezuela: “Empezamos bien este 2010, Isa. ¡Esta vez Chávez metió la pata hasta la cintura”!

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