Opinión Nacional

La salida de Jorge Rodríguez

La salida o sacada de Jorge Rodríguez del CNE no pasaría de una jugarreta política, si el próximo que ponga Chávez es un mero clon del anterior.

Rodríguez no se quería ir del CNE. Hizo y deshizo por quedarse. Pero su permanencia se había vuelto impresentable para el oficialismo, en especial más allá de nuestras fronteras. Después de los informes de la Unión Europea y de la OEA la suerte del siquiatra estaba prácticamente echada. Y Chávez lo echó, así no más, a pesar que muchos de los suyos opinaban lo contrario.

Pero mucho más importante que la salida de Rodríguez es la entrada de los próximos. Es obvio que ello no dependerá del comité de postulaciones de la Asamblea monocorde, aunque se haga el aguaje. La decisión está en las manos de quien decide casi todo en el Estado bolivariano. ¿Es que se tienen dudas al respecto?

El señor Chávez resolverá si atiende el clamor del país en cuanto a la mínima confianza en el llamado «poder electoral», o deja el asunto más o menos en las mismas condiciones de Rodríguez y compañía. En otras palabras, el dilema siquiera teórico entre elecciones chimbas o no, toca ser definido en Miraflores. Cosas de satrapía, claro está.

Jorge Rodríguez sale del CNE por la puesta de atrás. La verdad es que perdió en la mayoría de los terrenos de la opinión pública. Ni por asomo podrá intentar emparejarse con el prestigio reconocido de algunos ex-presidentes del organismo, como Carlos Delgado Chapellín, Manuel Rafael Rivero o Isidro Morales Paúl, pero tampoco pertenecerá al elenco de los olvidados y olvidables.

Tendrá en su equipaje el haber «logrado» récords históricos de abstención en un país de profunda cultura democrática. Una hazaña nacional de resonancia mundial. En el libro Guiness del mundo al revés, de la antimateria, del los antimilagros, debería figurar al menos un parrafito para el venezolano Jorge Rodríguez, autor intelectual principal de abstenciones electorales de 80 y más por ciento en una sociedad acostumbrada por décadas a valorar su derecho al voto. No es poca cosa.

Sin embargo, sus amigos y asociados no deben preocuparse demasiado de la suerte inmediata de Rodríguez en el reino de la «revolución bolivariana». Ya le vendrá su recompensa. Si a Arias Cárdenas le salió la embajada neoyoquina, ¿qué no le saldrá al cerebro del revocatorio?

Yendo al fondo del tema, Alonso Moleiro acaba de argumentar que el chavismo tiene dos caminos: «empeñarse en organizar unas elecciones para ellos solos, o interpretar el sentimiento político ofreciendo señales claras a la ciudadanía que no simpatiza con sus postulados».

A primera vista, la despedida del otrora todopoderoso del CNE parece responder a la conveniencia de lo segundo, así sea por motivos de pragmatismo o disimulo político. Ahora falta la otra cara de la misma moneda: quién o quiénes sustituirán a los actuales directivos del «arbitro electoral». Entonces se sabrá si hay juego o sólo jugarreta.

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