Opinión Nacional

La salud del estornudo

Las respuestas parecen salidas de la demagogia, de los convencionalismos y de la mediocridad. Los hechos son respondidos con frases de ocasión, con repeticiones de un pasado inexistente, con criterios menguados por la devaluación de las ganas de pensar.

La capacidad de análisis parece depositada en un viejo baúl y olorosa a naftalina. Se responde desde parámetros obsoletos o con la intención de congraciarse o desde el lado oscuro que la vieja política atesoraba y atesora como valor supremo: quién puede marchar hacia el poder, quién tiene posibilidades de gobernar mañana, de quién obtengo un agradecimiento inmerecido.

He dicho infinidad de veces que la primera obligación es llamar a las cosas por su nombre. Por ejemplo, en el caso de las universidades no se admite que la suspensión de la promulgación no es más que un simple reflejo táctico elemental: si la situación está recalentada procedo a un enfriamiento, si el recalentamiento luce innecesario y conflictivo procedo a dar un paso atrás. No más.

A las universidades les recordé desde hace mucho tiempo que la mejor manera de evitar le hagan a uno la revolución es haciéndola uno mismo y que deberían llamar a reforma, pero las universidades todo lo centraron en el dinero, las explicaciones de sus falencias se encontraban en la falta de presupuesto y así corrieron a protagonizar hechos de segunda, como que no las atendieron o que el ministro se escondió o que a la espera de la marcha estaba la GN. De las universidades esperábamos hechos de primera, lo que resumí diciendo que mientras las casas de estudio pedían dinero el país pedía luces.

En este ejemplo concreto es evidente la intención oficial de ponerle la mano a las universidades. Cuando Chávez dice que entrega al nuevo presidente de la Asamblea Nacional guiar el debate sobre qué clase de universidad el país quiere, se debe entender que entraremos en un proceso de agitación interna, en algunas concesiones y en el mantenimiento de las líneas básicas y fundamentales del proyecto aplazado por razones tácticas. Una universidad no puede discutir si debe estar al servicio del socialismo y si vivirá bajo un control estatal que rompe su esencia misma de libertad. Vista la falta de respuesta universitaria sobre el fondo y las repetidas declaraciones sobre su intención de llevar propuestas a la celebérrima discusión anunciada, me pregunto qué dirá la universidad venezolana, ¿será acaso que quiere seguir siendo como es y que lo único que le falta es presupuesto? (UCV, puesto 1776 en el ranking mundial de universidades y no figura entre las 50 primeras de América Latina).

Lo de la universidad es un simple ejemplo, uno vital claro está, porque debe ser ella la que por antonomasia produzca los líderes, pero el cuadro es el mismo en todas las áreas donde el régimen ataca con su propósito claro de consolidar, de terminar de soldar el envoltorio total que ya ejerce sobre el cuerpo social.

Lo que quiero destacar es la falta de una concepción de lucha, la incomprensión de que liberarse del envoltorio gratificante en la paz de los sepulcros que el régimen teje, pasa por un salto cualitativo, uno de la imaginación creadora, de liberación de las fuerzas yacentes en la sociedad y en las que aún quiero creer. Los diagnósticos sobre lo que representa todo el paquete de leyes que nos pusieron al cuello con cerrojo está muy bien, pero se señalan los males sin un desarrollo neuronal que siempre he llamado salto hacia adelante, imposición de un pensamiento, comprensión de abandono del conservadurismo que lleva a concluir que hay que mantenerse en el status quo y que no puede llamarse de otras manera que reaccionaria.

Aquí estamos en revolución y en consecuencia la revolución la hago yo, podría ser la frase determinante, pero para ello es menester entender que no se puede restituir el ancien régimen ni declararse víctima a diario, sino dirigirse al planteamiento de una nueva concepción de las nuevas instituciones y montarse sobre una construcción que implica nuevas organizaciones sociales, ideificación de nuevos procedimientos, establecimiento de una voz que cohesione a los sectores sociales ya convencidos de estar una etapa superior a la del pasado. Sin embargo, estornudan como toda respuesta y estornudando creen mostrar una salud a toda prueba apenas afectada por un resfriado.

Es lo que he denominado insurgencia, que también puede conceptuarse como dejar de estornudar y demostrar la salud con un tsunami  de ideas y praxis, con la avalancha de un país que rompe este envoltorio satisfaciente que el régimen le impone y reponer la seguridad en un marco propio, en uno de una sociedad en proceso de liberación que rompe la cáscara y sale a imponer su voluntad. Pero para tener una voluntad se requiere de un estiramiento de las alas, de un intentar volar, del alzamiento del pico hacia el desafío del azul del cielo.

Se requiere de concentración de voluntades. En la praxis política la he denominado unidad superior. En la praxis de un alma nacional alzando vuelo podemos llamarla ciudadanía, podemos llamarla conformación de una persona colectiva, podemos llamarla la creación de un espíritu nacional. El país debe dejar de estornudar. El país debe rugir. El país debe dejar de invernar. El país debe comprobar que tiene los pies firmemente puestos sobre la tierra y hacer que sus pasos la hagan temblar y marcar el territorio de nuestras fronteras como un espacio libre donde sus habitantes edifican el destino.

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